En un mundo donde las aulas han devenido en fábricas de conocimiento estandarizado, surgen voces que reclaman un cambio radical. Una de estas voces es Francesco Tonucci, un psicopedagogo, pensador, e ilustrador italiano que ha decidido dar un giro al concepto tradicional de educación, poniendo a los niños en el centro del proceso. ¡Y créanme, no está hablando de fiestas de cumpleaños ni de clases de pintura! Tonucci asegura que el verdadero aprendizaje nace de la curiosidad, el juego y la exploración. Pero, ¿cómo se traduce esto a la realidad? ¿Es posible que el juego, un concepto tan simple, sea la clave para transformar la educación moderna?
La escuela: ¿un antro de aburrimiento?
Quizá podría compartir con ustedes una anécdota personal que resuena con lo que muchos vivieron en su infancia: la eterna lucha contra el «truco» de la escuela. Recuerdo que, de niño, las clases parecían un desfile interminable de números y letras, todos sentados en filas mirando al profesor, casi como si fuéramos figuras decorativas en un museo de la educación. Me pregunto, ¿alguien realmente se siente motivado en esas condiciones? Pregunto esto porque, según Tonucci, ese es el problema.
Una madre colombiana compartió que su hijo de seis años quería asistir a la escuela solo un día a la semana, ¡y el resto del tiempo deseaba jugar! Un deseo sencillo que habla volúmenes sobre cómo percibimos el aprendizaje. ¿Por qué las escuelas no son más emocionantes? Tal vez porque es más fácil mantener a los niños sentados y callados que fomentar su curiosidad. Pero, como dice el viejo refrán, «la curiosidad mató al gato»… aunque en este caso, parece que la educación tradicional está matando el interés de los niños.
La curiosidad es la clave
Como si se tratara de una novela de misterio, Tonucci nos presenta una solución alternativa que no involucra fórmulas mágicas ni tecnología futurista. En lugar de limitarse a un solo formato de enseñanza, aboga por espacios creativos donde los niños puedan explorar, experimentar y, más importante aún, jugar. La curiosidad, afirma, es el verdadero motor del aprendizaje.
¿Alguna vez has intentado aprender una habilidad nueva? Quizás tuviste que aprender a tocar la guitarra (yo sí). Al principio, los dedos estaban torpes y los acordes no sonaban bien, pero a medida que experimentaba y jugaba con las cuerdas, algo cambió. La curiosidad llevó mis dedos a moverse más rápido y a encontrar acordes que nunca pensé que podría tocar. ¿No es eso lo que Tonucci propone para nuestras aulas?
Aprendiendo a escuchar
Pero, ¿qué pasa con los profesores? ¿Cuál debería ser su papel en este dramático cambio de enfoque? Tonucci plantea que escuchar es el aspecto crucial del rol del docente. Muchos de nosotros recordamos a un profesor que realmente impactó nuestras vidas, no solo porque enseñaba bien, sino porque se tomaba el tiempo de conocernos, de comprender nuestras inquietudes. Parece un concepto sencillo, pero Tonucci sostiene que rara vez se enseña a los futuros educadores a escuchar de manera efectiva.
El Art. 12 de la Convención sobre los Derechos del Niño dice que los niños tienen derecho a expresar sus opiniones sobre las decisiones que los afectan. Pero, ¿acaso nuestros docentes están realmente capacitados para tomar en cuenta esas opiniones? Muchas veces, parece que los niños son vistos como un «grupo homogéneo» – todos de la misma edad, todos aprendiendo lo mismo. Pero, seamos sinceros, ¿quién ha seguido un camino idéntico al de un compañero de clase, especialmente a los seis años?
Transformar el aula en un taller creativo
Tonucci argumenta que las aulas tradicionales están anquilosadas. Más que salas de clase, deberían ser talleres creativos donde el aprendizaje sea una aventura. ¿Cuántos de ustedes se han visto atrapados en una fila de escritorios, soñando con cualquier otra cosa que no fuera lo que el profesor estaba explicando? Es hora de deshacerse de esos pupitres estáticos y abrir el espacio a zonas de aprendizaje dinámico.
¿Recuerdas cuando eras niño y experimentabas con diferentes actividades? Había algo emocionante al descubrir algo nuevo, sin la presión de obtener una «buena nota». La idea de que los niños puedan explorar sus aptitudes mediante talleres o laboratorios donde pueden investigar, crear y, lo más importante, jugar, es fundamental. La idea es que, al final del día, cada niño descubra cuál es su pasión. Y si eso no es un objetivo educativo, no sé qué lo es.
Aprender a jugar: más que un simple pasatiempo
Uno de los aspectos más interesantes de la propuesta de Tonucci es la concepción del juego en la educación. Contrariamente a la noción convencional de que el juego es algo que se hace en casa o durante el recreo, Tonucci sostiene que el juego es esencial para el aprendizaje. Más que un simple pasatiempo, el juego es una herramienta fundamental para el desarrollo de competencias sociales, cognitivas y emocionales.
¿Han visto alguna vez a un grupo de niños juntos, inventando un juego? Es un caos creativo, donde se ríen, discuten, colaboran y, sobre todo, aprenden. Te llevaré de regreso a mis días en el patio… La cantidad de cosas que aprendí creando reglas sobre cómo jugar a la «luz roja, luz verde» es insuperable. Pero este tipo de aprendizaje autónomo rara vez se fomenta en un entorno educativo tradicional.
Tonucci también enfatiza que esto debe suceder fuera del entorno educativo, ya que el juego debe ser una experiencia autónoma, sin supervisión de adultos. ¡Imagínate a los adultos poniéndole reglas a los juegos de los niños! Sería como ponerle un límite a la creatividad. En términos simples: ¡los niños deben tener el control de sus juegos!
Caminando por la ciudad: El espacio de juego
Uno de los propuestas más atrevidas de Tonucci es que los espacios urbanos deben ser diseñados teniendo en cuenta a los niños. Es un concepto loco, ¿no? A veces, la única vez que se menciona a los niños en el contexto urbano es cuando las áreas de juegos son diseñadas sin tener en cuenta lo que realmente quieren o necesitan los niños.
A partir de su proyecto «La ciudad de los niños», Tonucci sostiene que las ciudades deben reconfigurarse para permitir el juego autónomo. ¿Por qué debe haber parques separados cuando cualquier espacio público puede ser un área para jugar? Los niños tienen derecho a explorar el mundo, y eso incluye la carretera fuera de su casa (con cuidado, claro). La idea es que el espacio de juego de los niños se extienda más allá de estructuras de plástico brillantes y vallas, y que se reconozca que el verdadero juego está en el espacio público.
¿Recuerdas cómo solíamos correr fuera de casa, taladrados por la luz del sol y el aire fresco, sin ninguna preocupación de estructuras rígidas? ¡Eso es libertad! Tonucci argumenta que una ciudad amable con los niños beneficia no solo a los pequeños, sino a toda la comunidad.
Cambiando la narrativa
Entonces, ¿qué nos deja todo esto? La oferta educativa de Francesco Tonucci es más que reformas superficiales. Es un llamado a cambiar nuestra narrativa sobre la educación. Es un intento de quitarle el polvo a un modelo que se ha vuelto obsoleto y que constantemente les dice a nuestros niños que sus preguntas son irrelevantes. ¡Es hora de que la educación vuelva a ser emocionante!
La escuela debería ser un lugar donde los niños puedan decir: “¡Quiero saber más! ¿Por qué el cielo es azul? ¿Cómo vuelan los pájaros?”. Y no un lugar donde se les diga: «Eso no es importante, siéntate y escucha». Con el apoyo de voces como la de Tonucci, podemos reconstruir la experiencia de aprendizaje hacia algo más significativo, donde el juego y la curiosidad se conviertan en protagonistas.
Con un enfoque renovado hacia la educación, con aulas dinámicas, juegos incluidos, y un compromiso honesto para escuchar a nuestros alumnos, podemos cultivar una nueva generación de pensadores críticos y creativos: una generación que desee explorar el mundo.
¿Estás listo para un cambio? ¿Tienes una historia que compartir sobre cómo el juego enriqueció tu vida o tu aprendizaje? Es hora de que empecemos a jugar y, de paso, a aprender.