En una sociedad donde el consentimiento y la igualdad deberían ser la norma, la reciente controversia en torno al juicio de Elisa Mouliaá contra Íñigo Errejón nos deja con una valiosa lección: el camino hacia la justicia está plagado de obstáculos. Este caso ha encendido la llama del debate sobre la revictimización en el sistema judicial, un tema crítico que afecta a muchas mujeres que han decidido dar el difícil paso de denunciar una agresión sexual.
Una historia reciente que no podemos ignorar
La ministra de Igualdad, Ana Redondo, no ha tardado en pronunciarse sobre el tema, indicando que las preguntas realizadas por el juez, Adolfo Carretero, en este caso son «revictimizantes». Lo curioso es que, hasta que no estás en el ojo del huracán, no te das cuenta de lo complicado de la situación. ¿Alguna vez has sentido que el mundo entero te observa mientras compartes una de tus historias más personales? Esa sensación de vulnerabilidad puede ser abrumadora, y es en esos momentos cuando más necesitamos empatía.
Recordemos que Elisa Mouliaá denunció a Errejón por agresión sexual, pero lo que se ha llevado el foco de atención son las preguntas del juez, que en lugar de enfocarse en los hechos objetivamente, en esencia, cuestionaban la veracidad de su experiencia. Este tipo de interrogatorios se sienten como un retroceso, casi como si fuéramos personajes de una película de terror de los años 80 en la que nadie se da cuenta de que el monstruo está justo detrás de ellos.
Los efectos del maltrato institucional
Victoria Rosell, exdiputada y exdelegada del Gobierno contra la Violencia de Género, también se ha manifestado sobre lo que ella se refiere como «maltrato institucional». Al igual que una galleta en un café, este concepto se desmorona bajo el calor de la presión social. La filtración del video del juicio y los constantes gritos e interrupciones a la denunciante nos muestran un panorama donde el sistema a menudo está alineado con el agresor y no con la víctima. ¡No sería raro que al sistema judicial le dieran un premio por ser menos eficaz que una tortuga en una carrera!
Rosell ha subrayado que estos actos de maltrato institucional no solo afectan a las personas directamente involucradas, sino que también disuaden a otras víctimas de dar un paso al frente. De hecho, las estadísticas son alarmantes: solo el 8% de las víctimas de agresión sexual se atreve a presentar una denuncia. Eso, a pesar de un aumento en la conciencia y la discusión sobre el tema en los últimos años, es un número que debería hacernos reflexionar sobre cuántas historias nunca se contarían.
La LOGILS y su implicación en el panorama actual
En medio de esta controversia, la LOGILS (Ley Orgánica de Garantía Integral de la Libertad Sexual) se convierte en sujeto de análisis. Ana Redondo ha señalado que esta ley pone el consentimiento en el centro, un avance que puede cambiar el paradigma de consideración hacia los comportamientos machistas. Sin embargo, la realidad de su aplicación está siendo cuestionada, y no por nadie más que por aquellos que se supone que deben protegerla.
La ley busca establecer un marco más justo y equitativo para las denuncias de agresión sexual, pero así como en un mal chiste, la pregunta surge: ¿es suficiente? ¿Podemos realmente confiar en que este marco será implementado de manera efectiva? Este es donde la situación se vuelve especialmente frustrante, ya que a pesar de que exista una ley sólida, el sistema judicial necesita adaptarse rápidamente a este nuevo enfoque.
¿Realmente estamos haciéndolo bien?
Es fácil caer en el cinismo en este punto. ¡A veces me pregunto si realmente somos seres humanos o solo un grupo de avatares en un videojuego donde todos estamos tratando de sobrevivir! Sin embargo, lo importante es mantener viva la conversación. Es fundamental preguntarnos cómo podemos contribuir a un mejor sistema de justicia, uno que no solo escuche, sino que también crea a las víctimas.
Las palabras de Redondo resuenan en un mar de testimonios de mujeres que han vivido situaciones similares. La idea de que su dolor puede ser intensificado, validando el estigma y el miedo que ya enfrentan, es simplemente inaceptable. ¿Hasta cuándo diremos «ya basta»?
Cambios necesarios: Una cultura de empatía
El sistema judicial necesita más que normativa: necesita un cambio cultural. La realización de entrenamientos específicos para jueces, abogados y todos aquellos involucrados en la administración de justicia es esencial para garantizar un trato humanitario y respetuoso hacia las víctimas. La empatía, amigos, no debería ser un rasgo opcional; debería ser el hilo conductor de cada juicio por agresión sexual.
Las experiencias de las víctimas son diversas y llenas de matices, y es crucial que quienes administran justicia estén capacitados para entender cada perspectiva sin prejuicios. Añadir un curso de “¿Cómo no ser un interrogador de cuarta” en la formación de jueces podría ser un buen comienzo, ¿no crees?
La importancia de visibilidad mediática
La cobertura del caso Mouliaá-Erejón y la discusión subsecuente también ponen de relieve el papel de los medios en la perpetuación o la erradicación de la revictimización. Cuando un tema es tratado con seriedad y empatía, hay más posibilidades de que las voces de las víctimas sean escuchadas, respetadas y, finalmente, tomadas en cuenta. A veces, parece que los medios deben ser recordados que el morbo no vende tan bien como la humanidad.
El tratar estos temas con respeto y sensibilidad puede influir en la opinión pública. Es nuestra responsabilidad, como sociedad, exigir un enfoque más humano y menos sensacionalista al abordar casos de violencia de género y agresión sexual. La lucha por la justicia emocionalmente necesita aliados. ¡Vamos, a poner en marcha la nave!
Constructores de un sistema de justicia más seguro
Es evidente que el camino hacia una cultura de igualdad y respeto no es fácil. Pero al igual que un juego de construcción, cada paso que damos es un ladrillo más en la creación de un sistema que respete y proteja a las víctimas de agresión sexual.
Exijamos más, no solo del sistema judicial, sino de nosotros mismos. Cuestionémosnos sobre cómo podemos apoyar a quienes han vivido estas experiencias traumáticas, ya sea a través de la escucha activa, el apoyo emocional o incluso educando a otros sobre el consentimiento. No solo escuchamos las historias, sino que actuamos.
Reflexiones finales
Este caso no es solo un caso; es un indicativo de un problema más insidioso que se manifiesta en muchas áreas de la sociedad. La revictimización debe ser erradicada, y la LOGILS se necesita defender para que realmente haga una diferencia. ¿Estamos dispuestos a ser parte de la solución o preferimos ser silenciosos espectadores en esta historia trágica?
Como siempre, cada voz cuenta, cada historia importa, y el cambio comienza con nosotros. La próxima vez que alguien comparta su historia, recordemos que no estamos solo escucha; somos parte de un movimiento hacia un mundo más justo. Un mundo donde las mujeres y hombres se sientan seguros para alzar sus voces, donde el dolor se transforme en poder y donde la justicia no sea un lujo, sino un derecho fundamental.
Y, mientras reflexionamos sobre todo esto, recordemos: si hemos aprendido algo, que sea esto: el verdadero cambio empieza aquí y ahora. ¿Estás listo para ser parte de la solución?