La justicia, ese concepto tan ambiguo que todos anhelamos pero que, a menudo, parece escaparse de nuestras manos. ¿No les ha pasado? Tal vez, mientras meditaban sobre lo que significa la justicia, un caluroso día de verano, se encontraron comentando con amigos sobre un veredicto judicial que no pareciera tener sentido. Algo así me ocurrió hace poco, cuando las palabras de la ministra de Igualdad, Ana Redondo, resonaron en mi mente tras un caso que ha captado la atención de todos en España. Un caso que involucra la protección de una niña y la triste realidad de ciertos sesgos en el sistema judicial.
El asunto que inquieta a la sociedad
Para los que no están al tanto, en las últimas semanas, un juez del Tribunal Superior de Justicia de Navarra tomó la controversia decisión de rebajar la pena de prisión de un hombre condenado por violar a una niña de 13 años. La razón, sorprendentemente, fue que el agresor «pudo razonablemente» pensar que la víctima, por su altura y tamaño, podría haber tenido más de 16 años. La lógica detrás de tal razonamiento nos deja con una sola pregunta: ¿es esto realmente el reflejo de una justicia imparcial?
Cuando se trata de cuestionar los detalles de la violencia de género, la respuesta siempre debería estar centrada en el agresor, no en la víctima. Esto debería ser intuitivo, pero parece que, en este caso, algunos jueces están extraviando el camino.
Ana Redondo y sus valientes palabras
La ministra Redondo, con un coraje inquebrantable, se presentó ante las cámaras para expresar su indignación. Con el firme tono que la caracteriza, argumentó que este tipo de decisiones judiciales «generan alarma en la sociedad». Me resulta fascinante cómo algunas personas pueden hablar desde el corazón en momentos como estos, mientras que otras parecen seguir un libreto predeterminado que ignora el compás de la empatía. Este último es, sin duda, el preocupante caso de ciertos miembros del sistema judicial.
¿Han pensado alguna vez en lo que significa para una niña ser cuestionada en su valía o su veracidad? Es como preguntar si un pez puede volar. No, amigos, no pueden. Así como la niña no puede ser castigada por ser víctima de un delito. Sin embargo, lo que más inquietante es el reconocimiento de algunos jueces sobre la necesidad de «mayor formación en valores y feminismo». Si esto fue lo que se pensó necesario, ¿cómo es que no lo han hecho previamente?
La indignación de lo inaceptable
La lógica del magistrado en la rebaja de la pena: ¿puede el contexto justificar el acto violento? Es absolutamente chocante. Por un momento, me recordó a las noches de verano en las que mi madre me insistía que «los hombres también son víctimas de sus instintos» —pero eso es un tema para un diván. El punto en que me detengo es en la idea de que un juez pueda considerar que la apariencia de la víctima es un factor en el establecimiento de culpabilidad.
Cuando las palabras de la ministra fluyeron por la pantalla, entendí que había un sentido de urgencia en su mensaje. La justicia debe ser feminista. Pero, ¿qué significa esto en la práctica? ¿Significa que debemos tener una justicia que no solo escuche a las víctimas, sino que las crea? Que no las cuestiona sobre si «llevaba tres preservativos en la mochila», sino que se pregunta «¡¿Qué demonios pasó aquí?!».
Reflexiones sobre el consentimiento
Las teorías del consentimiento son el centro de muchos debates actuales. Ana Redondo también comentó sobre cómo «la sociedad española ha cambiado» y cómo «ha evolucionado». ¿Realmente ha cambiado? Sí, y de manera notable. Quizás no de la forma que quisiéramos, pero los diálogos en torno al consentimiento han irrumpido en nuestra cultura.
Recuerdo una conversación con un amigo, un tipo que siempre se ríe de las nociones conservadoras sobre el matrimonio. Me dijo: «El consentimiento es tan esencial como un buen café en la mañana.» Al instante, me imaginé un café sin sabor ni aroma, porque eso es la falta de consentimiento. Es como una mala película o una cena quemada, simplemente no es aceptable.
La estridencia del caso Rubiales
Por otro lado, no podemos ignorar la comparativa que surge con el caso Rubiales. Una vez más, la Fiscalía está pidiendo revisión del juicio, argumentando que se han menospreciado pruebas cruciales. ¿Cómo es posible que en un contexto donde el mundo demanda justicia, el sistema judicial se trabe en casos tan evidentes?
Si nos encontramos en un ciclo en el que predomina la parcialidad, lo único que alcanzaremos es que la confianza en las instituciones se erosione más y más. ¿Podemos seguir así?
La necesidad de un sistema judicial inclusivo
Puede que algunos piensen que estas son preocupaciones lejanas, pero todos sabemos que podemos ser afectados en cualquier momento. Personalmente, no quiero vivir en un mundo donde los jueces pueden rebajar penas basándose en juicios o teorías erróneas sobre la apariencia de un individuo. Quiero un sistema judicial que valore la voz de cada víctima, que entienda que las niñas, como la que fue agredida en este caso, son niñas, no estadísticas.
Imaginemos por un momento un futuro en el que los jueces estén capacitados para abordar estos temas desde una perspectiva de empatía y entendimiento. ¿No sería increíble? Un mundo donde no se cuestiona a la víctima, sino que se castiga a los agresores, donde el feminismo no se vea como un tema tabu, sino como parte integral de una justicia equitativa.
Conclusión
La reciente polémica judicial evocada por la ministra Ana Redondo no es solo un capítulo en la historia. Es un llamado a la acción. Es una invitación a avanzar hacia un sistema judicial que respete la dignidad y derechos de todos, especialmente de aquellos que, como la niña del caso, se encuentran en situaciones vulnerables.
A medida que nos dirigimos hacia un mundo más equitativo, nos toca a cada uno de nosotros abogar por estos cambios. Debemos exigir que nuestras instituciones reflejen el progreso que hemos hecho como sociedad. Solo así, quizás, podamos construir un sistema que no solo represente a la justicia, sino que también la defienda.
Y, por favor, la próxima vez que vean un titular que les haga soltar un suspiro de incredulidad, recuerden, somos parte de la solución. ¡Hablo de levantar la voz y no permitir que se pase por alto el sufrimiento de nadie!