En un rincón de la actualidad política española, un fenómeno curioso pero preocupante está tomando forma. Hablamos de una nueva campaña pro franquista que busca reavivar el legado de un régimen que, a decir de muchos, dejó huellas dolorosas en la historia de España. Pequeños colectivos como la Asociación Luz de Trento están organizando actos que no solo buscan recordar al dictador Francisco Franco, sino celebrarlo. Pero, ¿qué nos dice esto sobre nuestra sociedad actual? ¿Por qué hay quienes se sienten atraídos por un capítulo tan oscuro de nuestra historia?

La convocatoria del acto: vuelven los fantasmas del pasado

El próximo 15 de febrero, se llevará a cabo el primer evento de esta campaña, titulado “Orgullosos de nuestra historia”. Con la esperanza de llenar un recinto de 500 personas, los organizadores aspiran a dar voz a lo que consideran una verdad olvidada. ¡Vaya manera de mantener la llama del franquismo encendida! Desde Asís Gamazo, un joven defensor de la dictadura, que se presenta como un verdadero evangelista del franquismo, hasta nombres más conocidos en el ámbito político y mediático, este evento promete ser un espectáculo de reivindicación histórica. Gamazo no se corta al afirmar que «Franco fue un gran gobernante, profundamente cristiano y patriota». ¡A quien le gusten estas declaraciones, los golpistas de antaño deben estar saltando de alegría en el más allá!

Y claro, ante tal despliegue de fervor, me pregunto, ¿es posible que estén hablando en serio, o es que simplemente tienen un sentido del humor muy peculiar? Recordemos que esta es la misma figura que estuvo al mando de un régimen que ejecutó a miles de personas y suprimió libertades durante varias décadas.

Una perspectiva aterradora: el peligro del revisionismo

Este impulso por reescribir la historia en términos más amigables para el franquismo no es solo una anécdota pintoresca. En realidad, va en contra del tejido social y cultural por el que hemos luchado desde la Transición. La Ley de Memoria Democrática, que busca dignificar a las víctimas de la dictadura y asegurar que la historia no se repita, ha suscitado múltiples discusiones. La idea de que haya quienes se sienten ofendidos al recordar a sus víctimas es, cuando menos, inquietante.

Ahí tenemos a Gamazo diciendo que «lo poco bueno que nos queda de la España de hoy se lo debemos al régimen del 18 de julio». Para aquellos que como yo han perdido a familiares a causa del mismo régimen que celebran, escuchar tales afirmaciones es como recibir un puñetazo en el estómago, ¡y no en el buen sentido! Pero, ¿qué motiva esta necesidad de reivindicación un tanto surrealista? ¿Realmente alguna de esas voces todavía tiene eco en la sociedad española o se están hablando a sí mismos?

El eco de una generación

Lo que es interesante de todo esto es que muchos de los adherentes a esta causa parecen ser jóvenes. Gamazo, estudiante de Derecho, ha encontrado su camino hacia el franquismo a través del partido Vox y su movimiento juvenil. Un colega me comentaba el otro día que veía a la juventud como un futuro de esperanza. “¡Va a salvar el mundo!” decía, mientras sus ojos brillaban al narrar visiones optimistas. Pero, ¿qué sucede cuando esa esperanza se impregna de una ideología tan controvertida?

¿Estamos regurgitando viejos mitos en un intento de hacerlos relevantes para la nueva generación? La estrategia de la Plataforma 2025, que busca contrarrestar la campaña del Gobierno a favor de la democracia, refleja que hay quienes han decidido vivir en el pasado con una pizca de nostalgia. Pero a veces me pregunto, ¿no sería más brillante mirar hacia adelante y aprender de los errores del pasado?

El papel del Gobierno: vigilancia y acción

El Gobierno español, bajo la batuta de Pedro Sánchez, está al tanto de estos movimientos. No es solo una cuestión de mantener el equilibrio en la balanza política, sino que hay una clara preocupación por la apología del franquismo, que ya está regulada por la ley. A raíz de las últimas acciones, como la firma de un manifiesto de apoyo al dictador por parte de algunas figuras polémicas, la administración se encuentra lidiando con la necesidad de actuar. ¿Realmente estás dispuesto a reabrir viejas heridas, cuando aún hay mucho por sanar?

Esto ha llevado a otros grupos políticos, como Izquierda Unida, a solicitar sanciones en el Congreso. Desde mi experiencia, se siente como ver una tormenta en el horizonte. Todos sabemos que, a veces, una discusión puede convertirse en botella de cristal, lista para estallar en el momento más cumbre. Un colega me decía recientemente que siempre es más fácil criticar desde el sofá, pero la realidad es que muchos de nosotros no estamos en el Congreso (aunque algunos, como Gamazo, podrían añadir un poco de fuego a la discusión).

La resistencia a la «historia oficial»

Lo que me resulta más curioso es el sentimiento de pertenencia que estos grupos han logrado forjar. Gamazo habla de la «batalla cultural y de las ideas», como si el franquismo fuera una camiseta que se puede volver a usar. Su deseo de «dar a conocer y afirmar nuestro amor por Franco» suena a un rally de fanáticos de un ídolo de rock, no a un evento político serio.

Entonces, ¿es esta una verdadera batalla cultural, o simplemente una manifestación de nostalgia extrema que busca revivir un pasado que muchos desearían olvidar? En un mundo ideal, los diálogos sobre la historia deberían ser sobre la verdad y el puente hacia un futuro mejor, no una competición por conseguir el banner más llamativo.

La memoria y la reconstrucción de puentes

Como sociedad, debemos preguntarnos cuáles son las lecciones que hemos aprendido. ¿Estamos condenados a repetir viejas historias con sus niños y niñas defendiendo a los fantasmas del pasado? La memoria juega un papel crítico en la forma en la que entendemos quiénes somos como nación. ¿Podemos realmente seguir adelante sin reconciliarnos con nuestro pasado?

Es esencial que las discusiones sobre el legado de Franco estén acompañadas de una mirada crítica hacia todo lo que fue —y también hacia lo que es. Vivimos en tiempos en que la percepción de la historia puede ser manipulada, y es responsabilidad de cada uno de nosotros asegurarnos de que sus lecciones no se olviden.

Conclusiones: una nación en constante evolución

A medida que el eco del franquismo resuena nuevamente en las calles de España, es vital que tomemos un momento para reflexionar sobre lo que esto significa. La historia no debe ser un estandarte, sino un espejo que nos guía hacia un futuro mejor. Debemos recordar las lecciones del pasado para no caer en los mismos errores, y ser lo suficientemente valientes para confrontar esas partes de nuestra historia que desean permanecer en la sombra.

Si quieres activamente participar en esta conversación, pregúntate: ¿cómo podemos crear un diálogo en torno a nuestra historia que no solo sea informativo, sino también inclusivo? ¿Qué papel juegas tú en la defensa de una memoria que honra a las víctimas y promueve un futuro en unidad (y no en divisiones)?

En definitiva, la historia puede ser un peso difícil, pero no tenemos que cargarla solos. ¡Y quién sabe! Tal vez todos podríamos beneficiarnos de un poco de humor y empatía en este proceso, convirtiendo viejas heridas en oportunidades para aprender y crecer juntos.

Así que aquí lo prometido: una discusión franca sobre el impacto de los movimientos contemporáneos en nuestro entendimiento de la historia. Al final del día, recordemos que, como dice el refrán, «quien no conoce su historia está condenado a repetirla»… ¡y sin un guion adecuado, eso podría ser un verdadero desastre!