En la era de la información, donde el tuit de un empresario puede hacer temblar los mercados y el eco de las declaraciones políticas puede resuonar a través del mundo en cuestión de segundos, hemos llegado a un punto en el que las líneas entre el sentido común y la locura parecen desdibujarse. Nos encontramos en una época de tiranos de pacotilla, populistas inspiradores y una ultraderecha resurgente que apela a lo más básico de nuestra naturaleza humana: el miedo, la ira y la ignorancia. Pero, ¿qué está sucediendo realmente en este escenario político global? Acompáñame en un recorrido que explora estos temas a través de ejemplos recientes, una pizca de humor y una buena dosis de reflexión.
¿Un saludo a la democracia o un guiño a la tiranía?
El primer acto de nuestro drama contemporáneo nos lleva a la figura de Elon Musk, el hombre que se ha ganado la distinción de ser el más rico del mundo y, curiosamente, uno de los más polémicos. Durante la toma de posesión de Trump, Musk fue capturado por las cámaras haciendo un saludo que muchos interpretaron como un guiño a la ideología fascista. ¿No es irónico que un científico brillante, con tantos recursos y una mente tan ágil, se mueva de manera tan torpe en el terreno de la política? A veces, pienso que este tipo de situaciones son como ver a un niño intentar bailar en una boda: awkward pero, en última instancia, inofensivo, si no fuera porque el niño tiene el poder de influir en el futuro.
Lo que me lleva a preguntarte: ¿un gesto fascista puede ser simplemente un accidente, o revela algo más profundo? Musk, al afirmar que “si la voluntad del presidente no se implementa, no vivimos en una democracia”, parece olvidar que la historia está repleta de líderes que decidieron que su voluntad era la única voz que merecía ser escuchada. Ah, la democracia, ese concepto tan bello y, a la vez, tan frágil.
La fábula de la libertad según Javier Milei
Y aquí entra Javier Milei, un personaje que, lanzando críticas al sistema, parece haber encontrado la manera de atraer los focos de forma ruidosa. Este economista político argentino, al que seguramente todos conoces por su particular estilo de comunicación (que a veces me recuerda a un comediante en un club de stand-up), ha prometido destruir las conquistas sociales bajo la premisa de «libertad». Pero, ¿es realmente libertad terminar con servicios médicos o educación pública? Oh, la ironía de llamarse «libertario» mientras respalda medidas que, en última instancia, parecen condenar a los más vulnerables.
Recuerdo una vez que asistí a un debate donde un político decía que «libertad» es poder decir lo que uno quiere sin consecuencias. Al final del día, acabé preguntándome si prefería la libertad de expresión o la libertad de vivir con dignidad. Entonces, ¿dónde trazamos la línea? La respuesta a esta pregunta es tan esquiva como un gato que se escurre entre tus piernas cuando tratas de atraparlo.
Figaredo y el dilema de los impuestos: ¿robo o obligación?
Luego tenemos el caso de José María Figaredo, un figura de Vox que ha dado mucho de qué hablar. El hombre tiene una habilidad única para alzar la voz y, al mismo tiempo, no darse cuenta de que sus palabras necesitan un poco más de contexto. Afirma que los impuestos son un “robo” y, curiosamente, también parece olvidar de dónde proviene el propio sustento de sus líderes. Sin impuestos, Abascal y su equipo de Vox estarían tan insulados como un globo de helio en el espacio.
¿Acaso no te parece un poco cómico que aquellos que claman por la libertad económica olviden que, en la sociedad, todo tiene un costo? Los servicios públicos, las infraestructuras, los salarios justos… No son gratis, amigo. Tal vez Figaredo debería pasar un fin de semana en una comunidad sin impuestos y ver cómo se siente al no tener acceso a salud, educación y seguridad pública. “¡Qué divertido!”, pensará, hasta que necesite una ambulancia.
Miguel Ángel Rodríguez y el precio de la verdad
Hablando de payasos en el circo político, el ex portavoz del gobierno de Ayuso, Miguel Ángel Rodríguez, tampoco se ha quedado atrás. En el último escándalo, publicó en redes sociales que la hija de una mujer fallecida en una de las residencias madrileñas no era realmente hija de su madre. ¿Hay alguna línea de la decencia que aún no ha cruzado? Seguramente, Rodríguez vio la oportunidad de darle un zape a la verdad y lo hizo con alegría.
La verdad parece ser un concepto tan flexible en el mundo actual que, si tuviera forma, probablemente sería un chicle que todos masticamos. La ética es ahora solo una palabra que se usa en la academia y, por mucho que le pese a algunos, la política parece estar gobernada por la ley de “tú calumnia, que algo queda”. Ah, sí, la vieja táctica de distracción, tan efectiva como un gato persiguiendo un puntero láser.
El vergonzoso vínculo entre el patriotismo y el vasallaje
Y luego, a menudo me pregunto, ¿cuándo se convirtió el patriotismo en un club exclusivo para quienes apoyan a figuras como Trump? Los llamados “Patriotas por Europa” encienden un debate profundo: ¿de verdad creen que sirven a su país, o simplemente son marionetas de un sistema que ya no puede distinguir entre lealtad y servilismo? El antiguo concepto de patriotismo se ha disfrazado y les han hecho creer que la obediencia ciega es el nuevo camino del héroe.
Personalmente, creo que el verdadero patriotismo debería tener más que ver con pagar impuestos, cuidar del medio ambiente y garantizar que nuestros ciudadanos tengan acceso a servicios básicos. Pero, a esta altura, me doy cuenta de que he estado hablando de una utopía. Así que aquí estoy, atrapado en la realidad absurdamente divertida (y a la vez triste) de todos estos “patriotas” dispuestos a vender su alma, siempre y cuando sientan que están del lado de los ganadores.
La historia es un espejo cruel
Al revisar estos eventos, es fácil sentir la tentación de saltar hacia las comparaciones con el pasado. Ya sea con figuras como Hitler o con movimientos autoritarios que han marcado la historia, es impresionante ver la repetición de patrones. Lo que una vez fue un eco del pasado se convierte en la banda sonora del presente, y nos encontramos diciendo: “Eso no puede pasar de nuevo”. Pero, ¿verdaderamente aprendemos de la historia?
Me acuerdo de mi profesor de Historia en la secundaria, que solía decir: “La historia es una lección que nunca aprendemos”. ¿Quién lo diría? Aquella frase resuena en mí mientras observamos cómo se establecen nuevos regímenes con fundamentos endebles. Es como observar cómo un niño juega con bloques, construyendo una torre de manera confiada, solo para que la madre entre en la habitación y le advierta sobre la inestabilidad de su creación. “Tu torre va a caer”, le dice, pero, como todos sabemos, a veces es necesario que la torre se desplome para que se construya algo más sólido.
El futuro: ¿un camino hacia el extremismo o un retorno a la razón?
¿Cómo terminaremos todo esto? ¿Acaso el futuro está destinado a ser un campo de batalla entre la razón y el extremismo? Ojalá pudiera preverlo, pero el futuro es un lienzo en blanco y, desgraciadamente, el pincel parece estar en manos de aquellos que no entienden el verdadero significado de libertad y, mucho menos, de responsabilidad.
Si hay algo que este circo político nos demuestra, es que cada acción cuenta; cada tuit, cada discurso, cada “like”. Así que, la próxima vez que te encuentres frente a una noticia desconcertante o un político que habla sin pensar, recuerda que somos parte de una historia mucho más grande. Y, como diría la abuela, “todo lo que sube debe bajar”. Espero que, al final del camino, logremos construir un mundo donde la razón y la empatía tengan más protagonismo que la irracionalidad.
Porque, si no, quizás un día yo mismo me encuentre alzando el brazo, no del modo que me gustaría. ¿Algo más absurdo que un bloguero hablando de política? Bueno, al menos puedo reírme de la locura que a veces parece repetirse. Así que, aquí seguimos, con una taza de café en mano, esperando un poco de sentido común en medio del caos. ¿Qué opinas tú, querido lector? ¿Nos dirigimos hacia un futuro brillante o seguiremos tropezando en la oscuridad de la ignorancia?
La pelota está en nuestro lado de la cancha, y cada uno de nosotros tiene una decisión que tomar en esta complicada partida llamada vida.