La vida de aficionado del Real Madrid es como subirse a una montaña rusa. Hay días en los que te sientes en la cima, alcanzando el nirvana del fútbol, y otros en los que el descenso te deja con un nudo en el estómago. Recientemente, el partido en El Sadar, en el que el Madrid dejó escapar puntos contra Osasuna, fue un claro ejemplo de esto. Se trató de un <> en lugar del <> que todos esperábamos. Pero, ¿qué está pasando con el equipo más laureado de la historia? Te lo contaré.

El inicio prometedor que terminó en tormenta

El encuentro comenzó a las mil maravillas. La energía del Madrid era palpable. Desde el pitido inicial, parecía que tenían la fórmula secreta del éxito. Recuerdo una vez, en un partido hace algunos años, cuando el Madrid dominaba como un maestro de ajedrez. Cada movimiento, cada pase, parecía coreografiado. Pero, como suele ocurrir en el fútbol, las cosas pueden cambiar en un abrir y cerrar de ojos.

En esta ocasión, todo iba según el plan. Kylian Mbappé, como si estuviera en un balneario, lucía fresco y con ganas de hacer magia en el campo. Con la zurda afilada, estaba dispuesto a darle un buen susto al portero local. Por un momento, creí que estábamos ante un partido de Champions, donde el Madrid es como un tiburón en aguas profundas.

Bellingham y la tarjeta roja: ¿un malentendido?

La euforia se desvaneció rápidamente con la expulsión de Jude Bellingham. Ah, los árbitros. A veces creo que tienen una varita mágica para hacer desaparecer la lógica del juego, y esta vez no fue la excepción. Aquel grito de “fuck off” no se lo lanzó a nadie en particular, sino que fue más bien al aire. Me hizo recordar mis tiempos de colegio cuando, después deque uno se quejase del profesor por no entender su rubor en la calificación de un examen, el señor se volvía aún más estricto. De no ser por la suerte, estaríamos hablando de empates constantes.

Lo que antes parecía un fluir de juego comenzó a tambalearse, y ya no eran solo los goles lo que había que temer, sino también las decisiones arbitrales, que se convirtieron en el eco de la frustración del técnico, Carlo Ancelotti. ¿Se imaginan lo que sería un partido del Madrid sin que el entrenador se quejase al menos una vez del árbitro? Sería como un día sin sol en Valencia.

La tristeza del VAR: el verdugo inesperado

El VAR, esa tecnología que se ha vuelto tan controvertida, apareció en escena para condenar a Eduardo Camavinga con un penalti y, por ende, a la esperanza del Madrid. Un remate mal colocado, un rebote caprichoso y la tragedia se desató. Al final, el 1-1, como si alguien hubiera ajustado la cronología del juego en 90 minutos de pura agonía. Nos quedamos con más dudas que respuestas. ¿Por qué siempre sucede esto con el VAR? Cada vez que suena su nombre me pregunto si seré yo quien se esté volviendo loco. Pero bueno, parece que el fútbol es también cuestión de locura.

El juego de los extremos: el dilema del ataque

A pesar de la adversidad, el Madrid no se rindió. Vinícius Jr. decidió tomar el timón como un verdadero capitán. Pero, ¿saben? A veces siento que Vinícius es un poco como ese amigo que siempre tiene grandes planes, pero al final nunca logra materializar nada. Contra el Osasuna, corrió, luchó y se dejó la piel, pero los resultados no estaban a su favor. El destino a menudo juega con nuestra paciencia.

A medida que el partido avanzaba, el Madrid se volcaba cada vez más a la ofensiva. Pero también es cierto que las oportunidades eran más bien escasas. ¿Acaso el campo se encogió o el Osasuna se convirtió en un muro? La respuesta parece ser una mezcla de ambas cosas, sumado al desatino en la línea de ataque. A veces me pregunto si lo que pasa por las cabezas de los jugadores es tan claro como lo que se ve a simple vista.

La frustración de un Real Madrid que busca su rumbo

Al terminar el encuentro, recordé una frase que me dijeron una vez: “El fútbol es un reflejo de la vida”. Y en efecto, a veces parece que en el fútbol se experimenta un sinfín de emociones en un solo partido. En el caso del Real Madrid, el nivel de frustración ha ido en aumento. Con tantos títulos en su haber, existe una expectativa casi mágica en cada partido. Es como si, cuando el club se sienta ante el césped, el espectáculo ya estuviera garantizado y deberían lidiar con la presión de ser siempre los mejores.

En el ámbito de la Liga, la sinfonía del Madrid ha comenzado a sonar desafinada. A veces me pregunto si la presión de la Champions League es distrayente. La longevidad del éxito puede dificultar el florecimiento de ideas frescas y motivación. En cada partido, la historia pesa en las espaldas de los jugadores.

¿Es el fin de una era o simplemente un traspiés?

La pregunta que muchos se hacen es: ¿qué le sucede al Real Madrid en la Liga? Es cierto que la rivalidad en el fútbol puede ser despiadada, y otros equipos, como el FC Barcelona o el Atlético de Madrid, han mostrado tener una garra impresionante. Cada uno busca dar batalla y obtener su pedacito de gloria.

La falta de ritmo y de juego fluido en la Liga podría interpretarse de varias maneras. Tal vez sea un síntoma de la fatiga acumulada de la temporada pasada, donde las expectativas eran inmensas. O quizás el equipo se encuentra en una fase de transición, un momento que podría llevar a la reestructura de su juego y plantilla. Tras cada tropiezo, hay una lección que aprender.

Siempre es triste ver al Madrid salir sin haber conseguido los tres puntos, y más cuando se te agolpan los pensamientos de qué pudieron haber hecho mejor. Pero también es importante recordar que el amor por el equipo no se mide en victorias, sino en la pasion que sientes en cada partido.

Mirando hacia el futuro: la esperanza no se pierde

No todo está perdido, aunque algunas veces así lo parezca. A pesar de las decepciones, los aficionados madridistas deben encontrar la manera de seguir apoyando a su equipo. Y estoy seguro de que el momento de brillar, como en la fase de grupos de la Champions donde curiosamente se fue a otro canto de mariposa con los rumores de conquistas, está a la vuelta de la esquina.

Con la calidad de jugadores como Modric, que aunque en la actualidad muestra algo de desgaste, sigue siendo un pilar fundamental; y con la unión de nuevos talentos, el Madrid tiene todas las herramientas para recuperar la senda en la Liga. Las estrellas maquinan, pero también necesitan tiempo para madurar, y en el proceso de la madurez siempre existe un margen para la tragedia. Solo hace falta un poco de fe y paciencia.

Reflexiones finales: ¿debería cambiar el enfoque?

Al final, ver al Madrid perder deja una sensación agridulce, pero no podemos olvidar que el fútbol es un deporte que nos une en la pasión. Entonces, a veces, vale la pena reir hasta que duele, incluso ante la adversidad. La vida sigue, y al final del día, continúa siendo un juego hermoso.

Por lo tanto, los aficionados deberíamos preguntar qué pueden hacer los jugadores para ajustar su enfoque y qué espera el futuro para el club. ¿Estamos ante el ocaso de un estilo de juego o vislumbramos el inicio de una nueva era prometedora?

El tiempo lo dirá, pero mientras tanto, seguiré disfrutando de esta montaña rusa futbolística de emociones con una bolsa de palomitas en una mano y la camiseta del Madrid puesta en la otra. Porque, al final, en el fútbol, como en la vida, hay que aprender a disfrutar del viaje, aunque a veces te dé un giro inesperado.