A veces, la vida nos presenta dilemas que parecen sacados de una película de aventuras. Imaginen, por ejemplo, ser un joven ghanés que pasa sus días en la selva, cavando y buscando oro, mientras se enfrenta no solo a un entorno hostil, sino también a enfermedades desatendidas, falta de agua y, lo que es más preocupante, a la ausencia de un futuro prometedor. ¿Suena como una trama intrigante? Desgraciadamente, esto es la realidad cotidiana para muchos en Ghana, un país rico en recursos pero golpeado por la pobreza y la corrupción.

Ghana: El dorado país de las paradojas

En la tierra donde la riqueza, en forma de oro, brilla bajo el barro amarillento y tóxico, los ghaneses viven una existencia marcada por la contradicción. Ghana es, sin duda, un país dorado: el sexto productor mundial de oro y el primero en África, con exportaciones que alcanzaron la asombrosa cifra de 5.000 millones de dólares en la primera mitad de 2023. Sin embargo, el brillo del oro no se traduce en mejoras significativas en la calidad de vida para muchos.

¿Por qué, entonces, este subdesarrollo?

Para entender la complejidad de esta situación, primero debemos hablar sobre la minería galamsey, una forma de extracción de oro que se realiza de manera ilegal por pequeñas comunidades. Este fenómeno ha crecido exponencialmente en los últimos años debido a la creciente demanda de oro y la llegada de maquinaria pesada, mayoritariamente de origen chino. Los jóvenes, desesperados por un ingreso, se lanzan a esta actividad, que a menudo se desarrolla en condiciones extremadamente peligrosas. El papel de la minería ilegal ha calado tan hondo en la sociedad ghanesa que ha comenzado a definirse como una forma de vida, en lugar de una simple forma de subsistencia.

Servicios básicos: un lujo inalcanzable

En la mencionada región de Aowin, donde se encuentran algunas de las minas más devastadoras, los residentes enfrentan una cruda realidad. Aquí, el agua se vende en pequeños sobrecitos y la comida se raciona. Es en este contexto de pobreza profunda que surgen “las enfermedades tropicales desatendidas” (ETD), aquellas que afectan a las personas que viven en la periferia de la sociedad, es decir, los más vulnerables.

Sarah Awina, una madre de cinco hijos, comparte su desgarradora experiencia. En su aldea, tres de sus hijos sufren de pian, una enfermedad de la piel que es un claro indicador de la falta de higiene provocada por la escasez de agua. “¿Cuándo fue la última vez que tus hijos se bañaron?” me preguntaría yo. Para Sarah, la respuesta es simple: “Lavo a mis hijos una vez a la semana”. Y uno no puede evitar sentir un nudo en el estómago al imaginar esa rutina.

Mujer lavando a sus hijos
Imagen de una mujer ghanesa lavando a sus hijos en una aldea de Aowin.

Recursos naturales: el enemigo en casa

La minería en Ghana no solo implica extraer oro; también afecta a otros cultivos vitales como el cacao. Datos recientes han revelado una alarmante pérdida de tierras cultivables debido a la minería, políticas agrícolas ineficaces y la llegada de maquinaria que arrasa con todo a su paso. Ghana, que produce el 60% del cacao mundial, ha visto cómo sus cosechas disminuyen, lo que también contribuye a un aumento en el precio global del chocolate. ¡Ya no hay nada que hacer! El chocólatra promedio tendrá que buscar alternativas, quizás aletas de pescado secas, para calmar su antojo.

Las respuestas son inquietantes

“Siento que estamos destrozando nuestro medio ambiente. Pero no podemos evitarlo porque este es un tipo moderno de esclavitud”, afirma Lydia Mosi, profesora de biología molecular. La omisión de responsabilidad por parte de los líderes políticos también ha permitido que el problema persista. En lugar de implementar políticas efectivas que regulen la actividad minera, muchos se muestran indiferentes, y esa indiferencia se traduce en un ciclo de pobreza interminable.

Un ciclo de corrupción y olvido

Las promesas de las empresas mineras de mejorar la infraestructura y proporcionar recursos básicos a las comunidades son, en la mayoría de los casos, solo palabras vacías. Nana Payin II, un líder tradicional, admite que la minería crea empleo, pero a costa de la salud del medio ambiente y la población. El hedonismo del oro, en un país que debería estar en la cúspide de la prosperidad, es un recordatorio de lo insostenible que puede ser la búsqueda de la riqueza.

La historia de Isaac: un hombre en el camino del oro

Permítanme presentarles a Isaac, un joven de 33 años cuya vida ha sido moldeada por este sistema. A pesar de ser consciente de los peligros y la ilegalidad de la minería, no tiene más opción. “Siempre hay un riesgo; las máquinas son peligrosas y a veces imaginas que te separas de un dedo”, dice con una mezcla de desdén y resignación. La falta de empleo alternativo empuja a Isaac y a sus compañeros a una elección terrible: arriesgar sus vidas y salud o morir de hambre.

Impacto en la salud pública

Las cifras son escalofriantes. Benedicta Yayra Fosu-Mensah, profesora de impacto ambiental de la Universidad de Ghana, afirma que el 60% de las fuentes de agua están contaminadas. Esto se traduce en un aumento de enfermedades como malaria y dengue, que proliferan en condiciones de agua estancada. ¡Aquella promesa de que la minería traería prosperidad se ha convertido en un remanente de dolor y sufrimiento!

La exposición al mercurio

El uso de mercurio para extraer el oro es un asunto que no podemos obviar. Este químico, que a menudo termina en los cuerpos de los trabajadores, contamina no solo a las personas sino también a la flora y fauna del entorno. En el mejor de los casos, esto se traduce en problemas renales y hepáticos a largo plazo. En el peor, podría ser una sentencia de muerte.

Mirando hacia el futuro

Mientras observamos el drama humano que se desarrolla en Ghana, inevitablemente debemos preguntarnos: ¿qué sucederá si no se toman medidas? Marcas internacionales y gobiernos deben intervenir. La presión internacional debe llevar a la creación de ambientes seguros y sostenibles donde la gente no tenga que elegir entre su salud y el oro. Pero con tantos intereses en juego, desde las empresas mineras hasta el mercado negro, es duda si esto realmente ocurrirá.

¿Una pregunta para reflexionar?

¿Qué puedo hacer yo, desde la distancia, para ayudar a estas comunidades? A veces, una simple conversación, la difusión de información, o el apoyo a organizaciones que trabajen en el terreno pueden ser el comienzo. Referencias actuales como las de la Fundación Anesvad son ejemplos de cómo la colaboración puede hacer una diferencia real.

En conclusión: un camino por recorrer

La situación que enfrentan muchas comunidades ghanesas es un complejo entramado de riqueza y miseria que se entrelazan en el marco de un sistema global que prioriza el beneficio económico sobre la salud y el bienestar. Si bien Ghana es una tierra rica en recursos, los que poseen esas riquezas son sus ciudadanos, y es a ellos a quienes se debe devolver la dignidad, la esperanza y la salud.

La minería debería ser una bendición y no una maldición. Cada uno de nosotros debe preguntarse: ¿Qué legado estamos dejando? Si Ghana es el camino dorado hacia el inframundo, entonces es hora de que cambiemos el guión. Es momento de actuar, de empatizar y, sobre todo, de cuidar nuestro planeta. ¿Nos embarcamos juntos en este viaje hacia la justicia social y ambiental?