En la vasta mitología griega, hay un mito que resuena poderosamente en el contexto de la manipulación psicológica actual: el de Casandra, la famosa profetisa a quien nadie creía. Obviamente, esto puede parecer tan antiguo como el tiempo, pero si lo miramos más de cerca, descubrimos que el eco de su historia resuena en nuestros días, especialmente al observar figuras como Donald Trump y su uso sutil de la llamada luz de gas —un término que ha encontrado su camino desde la psicología hasta la retórica política moderna. Así que, acomódate, porque vamos a profundizar en este fascinante fenómeno que ha capturado tanto nuestras vidas cotidianas como our “timeline» en las redes sociales.

¿Qué es el gaslighting y cómo nos afecta?

Para los no iniciados, el gaslighting es una forma de manipulación psicológica que busca hacer dudar a las víctimas de su propia percepción de la realidad. Imagina que estás convencido de que has dejado tus llaves en la mesa y alguien te dice que nunca lo hiciste. A medida que insisten en ello, comienzas a cuestionar tus propios recuerdos. Esa es la esencia del gaslighting. Se convierte en una forma de violencia psicológica que puede afectar a cualquiera, sin importar su género, aunque vale la pena mencionar que históricamente ha sido usada como una herramienta de control en contra de las mujeres.

La filósofa Hélène Frappat, en su libro Luz de gas o el arte de enmudecer a las mujeres, destaca cómo esta manipulación tiene un componente de género, pero también se ha expandido, convirtiéndose en un fenómeno sistémico que puede tocarnos a todos. ¿Te has sentido alguna vez como si estuvieses gritando en un océano de incredulidad? Si es así, bienvenido al mundo del gaslighting.

Casandra: una profetisa incomprendida

Volvamos a Casandra, cuya historia es, en muchos sentidos, la historia de muchas mujeres que han sido desestimadas a lo largo de la historia. Su trágico final fue el resultado de una bendición convertida en maldición: recibió el don de la profecía por parte de Apolo, pero cuando no quiso acostarse con él, fue maldecida de tal forma que nadie la creería, sin importar lo que profetizara. Y así, mientras observaba la llegada del caballo de Troya, sus advertencias fueron desoídas. ¿Te suena familiar? ¿Cuántas veces hemos ignorado las voces de advertencia a nuestro alrededor, preferimos creer en las versiones más cómodas de la realidad?

Aquí es donde la historia de Casandra casi se convierte en una metáfora perfecta para entender la relación entre la política moderna y la manipulación de la verdad. La habilidad de Donald Trump para desviar la atención de los hechos y moldear la percepción de su audiencia resulta ser una forma contemporánea de gaslighting.

La conexión entre Trump y la luz de gas

Desde su ascenso a la política, Trump ha sido un maestro en confundir el discurso y crear contradicciones. ¿Recuerdas la famosa frase de su ex-abogado, Rudy Giuliani: «La verdad no es la verdad»? Es como sacado de un guion de ciencia ficción, pero se convierte en la base de lo que podría considerarse su estrategia política.

Con una combinación de desinformación y un encantador estilo de actuación, ha logrado convencer a muchos de que sus «hechos alternativos» son tan válidos como los datos y cifras presentadas por expertos. Esto no es simplemente retórica; es una táctica de luz de gas que manipula la percepción pública al hacer que las personas duden no solo de la información, sino también de sus propias capacidades para discernir la verdad. ¿Te has preguntado cuánto de lo que ves y oyes en las noticias es realmente real?

Hacia un futuro de desconfianza

La habilidad de Trump para, de alguna manera, “gaslight” a una nación entera ha llevado a un clima de desconfianza hacia las instituciones, los medios de comunicación y, en última instancia, hacia nosotros mismos. Esto se ha llevado a niveles extremos; por ejemplo, durante la pandemia, cuando la evidencia empírica fue desestimada por su administración, a menudo a favor de “conceptos” discutibles. Esto puede hacer que uno se sienta como un personaje de una novela de George Orwell, donde el doblepensar es el nuevo estándar de vida.

Cuando Frappat establece que «hacer luz de gas permite cometer el crimen perfecto», se refiere al potencial de tal manipulación para anular la realidad misma, “borrando” voces y opiniones que se desvían del relato oficial. En este contexto, no solo estamos hablando de la negación de hechos, sino también de la negación del derecho de cada individuo a interpretar la realidad a su manera.

El poder del lenguaje y la manipulación

Para profundizar en el fenómeno del gaslighting, es fundamental reconocer el poder del lenguaje. Trump ha hecho un uso magistral de este, redefiniendo lo que significa “sentido común” en su contexto. La promesa de “restaurar el sentido común” ha resonado con muchos que, al sentirse alienados por lo que consideran «políticamente correcto,» se encuentran buscando una voz que valide sus frustraciones.

Sin embargo, ese «sentido común» en su versión incrustada en la neolengua de Trump puede resultar más una palabra de estilo fascista que un verdadero llamado a la razón. La habilidad de Trump para cambiar el significado de las palabras a su conveniencia también recuerda las tácticas fascistas descritas por Frappat y otros pensadores, quienes advierten sobre el peligro de permitir que el lenguaje sea moldeado para encajar en narrativas erróneas.

Reflexiones finales: Aprendiendo de Casandra

Incorporar el mito de Casandra a nuestro entendimiento moderno sobre gaslighting no es solo un ejercicio literario; es un llamado a prestar atención a las voces que a menudo se ignoran o desestiman. Todos podemos ser un poco Casandra en un mundo que intenta adormecer nuestro sentido crítico. Como dice la famosa frase, “la historia tiende a repetirse”, y no es de extrañar que la manipulación siga siendo un tema presente en nuestras sociedades.

La ironía; casi humorística, en cierto sentido, es que hoy en día podemos reirnos de estas maniobras. Reírnos puede ser una forma de resistencia, de decir «no te creo» en un tono burlón. Las risas sanan y desnudan la absurdidad de nuestros tiempos, aunque no esté exenta de un trasfondo de tristeza. Después de todo, ¿quién no ha sentido que, en una conversación, se le miraba con incredulidad al expresar una opinión distinta?

Así que sigamos el ejemplo de Casandra y al menos un poco del de Trump: mantengamos nuestros ojos abiertos; cuestionemos lo que se nos presenta como «la realidad» y, sobre todo, no dejemos que la manipulación nos haga insensibles al sentido crítico que todos poseemos. Al hacerlo, quizás podamos convertirnos no solo en los profetas de nuestro tiempo, sino en los guardianes de la verdad.

¿Y tú, consideras que somos, al fin y al cabo, todos un poco como Casandra?