La historia de Meryem es solo una de muchas que resuenan en el corazón de España, un país que, aunque diverso y acolhedor, no siempre se comporta con la compasión que debería. Imagínate tener que recorrer más de 200 kilómetros cada mes solo para visitar a tu padre y hermano. La vida de Meryem, una joven española de religión musulmana, nos muestra un rostro doloroso de una problemática mayor: la falta de cementerios musulmanes en diversas comunidades autónomas y el coste emocional y económico que conlleva.

En los próximos párrafos, exploraremos la situación actual de las comunidades musulmanas en España en relación con sus derechos funerarios, la carga que les impone la burocracia y la falta de voluntad política que perpetúa una injusticia que no tiene lugar en una sociedad moderna.

Cementerios inexistentes: un desafío creciente

¡Imagina estar en los zapatos de Meryem! Cuando su hermano falleció en un trágico accidente de tráfico y luego su padre, se encontraron enfrentando un dilema desgarrador: ¿dónde enterrar a sus seres queridos de acuerdo con las tradiciones musulmanas? El único cementerio musulmán disponible estaba a más de 200 kilómetros de su hogar en Majadas de Tiétar, y como Meryem comentó con un toque de resignación: «Para ser un pueblo pequeño, la comunidad musulmana es relativamente grande». Pero claro, esa «relativa grandeza» no se traduce en un reconocimiento adecuado por parte de las autoridades locales.

Según datos recientes, seis comunidades autónomas en España (Asturias, Cantabria, Castilla-La Mancha, Galicia, Extremadura y Madrid) carecen de cementerios musulmanes, lo que obliga a muchas familias a enfrentar decisiones difíciles y costosas. La normativa española, que debería garantizar el derecho a una sepultura digna, parece no estar funcionando como se esperaba. ¿Por qué, entonces, no hay un interés activo por parte de las autoridades para resolver esta situación?

La burocracia que entierra

Cuando se trata de asuntos relacionados con la muerte, muchas veces la burocracia parece doblar su peso sobre las familias. Esto lo entiende bien Meryem, que después de perder a su hermano y su padre se vio obligada a lidiar con la complejidad administrativa de permisos y normativas. Según Puerto García, subdirectora de Pluralismo y Convivencia, la falta de cementerios musulmanes se debe a «la complejidad administrativa de los permisos sanitarios y a la falta de voluntad política». Pero, en una sociedad moderna, ¿no deberíamos empezar a cuestionar por qué estas tradiciones y necesidades no son una prioridad?

Ana María Lozano, una convertida al Islam que ha estado abogando por los derechos funerarios en Cartagena, subraya cómo el cambio en el gobierno local ha parado la propuesta de habilitar parcelas para musulmanes. Este es un claro ejemplo de cómo la política puede interferir en la vida de las personas, incluso después de su muerte. El anuncio de que Cartagena se quedaría sin un cementerio musulmán solo hace eco de la lucha de muchas comunidades por ser vistas y reconocidas.

Coste emocional y económico: una doble carga

Imagina tener que cargar no solo con la pérdida de tus seres queridos, sino también con un costo financiero que puede alcanzar hasta 5.000 euros por el traslado del cuerpo. En el caso de Meryem, el trayecto a Griñón se transformó en una odisea emocional y económica. “Primero viajábamos en tren, luego decidimos ir en coche porque ahora me siento capaz”, mencionaba con un deje de fortaleza, como si el simple hecho de poder conducir fuera un pequeño triunfo en su tormentoso viaje de vida.

Para muchas familias, la muerte de un ser querido ya es una carga lo suficientemente pesada. La comunidad musulmana a menudo se organiza para ayudar, recogiendo donaciones para asegurar que todos puedan tener un entierro digno. Como comenta Elahi Mohammad Fazle, presidente de la asociación Valiente Bangla, “los entierros son una cuestión muy sagrada en el Islam”. Este esfuerzo comunitario es admirable, pero ¿qué debería ser una tarea que todos los ciudadanos pudieran realizar sin preocuparse por cuántos euros faltan en el bolsillo?

Reconocer los derechos: La batalla continúa

La Ley Orgánica de Libertad Religiosa de 1980 y los Acuerdos de Cooperación de 1992 prometían un acceso equitativo a las sepulturas musulmanas. Sin embargo, la realidad demuestra que la legislación no es suficiente sin la correcta implementación y el compromiso político. Existen personas como Maysoun Douas, exconcejala y promotra de Entierro Digno, que subrayan que los derechos no valen mucho si no hay un criterio unificado entre los municipios que garantice un entierro digno, independientemente de la religión.

La pregunta que se plantea es: ¿Por qué esto sigue siendo un problema? Para muchos, el hecho de que las comunidades musulmanas en España sigan luchando por un derecho fundamental es nada menos que un reflejo de la falta de respeto hacia la diversidad religiosa. Como lo resume Fazle: “Podemos ser ciudadanos, pero no tenemos los mismos derechos”.

Un camino lleno de baches: Acuerdos estancados

En varias comunidades, como en Extremadura, las promesas de acuerdos para resolver el asunto de los entierros musulmanes parecen ser solo eso: promesas. A pesar de que se firmaron convenios reconocidos por el Gobierno de Badajoz, la realidad es que los procesos están estancados. Y mientras eso ocurre, cada día hay más personas que necesitan dignidad en su partida.

La inacción resulta exasperante, no solo para las comunidades afectadas sino también para aquellos que trabajan incansablemente por ver cambios reales. ¿No merece cada ciudadano español, sin importar su fe, el derecho a ser enterrado de acuerdo con sus creencias y tradiciones? Las respuestas parecen encontrar obstáculos a lo largo del camino.

Gazpacho normativo: la confusión reinante

La presidenta del Observatorio de Servicios Funerarios, María Dolores Asensi, ha acuñado el término “gazpacho normativo” para describir la heterogeneidad del sistema de competencias en las comunidades autónomas. Esta “sopa” regulatoria no solo confunde, sino que también dificulta avanzar hacia un sistema más justo. Al final del día, cada comunidad decide por su cuenta, lo que resulta en una gran variabilidad en cómo se abordan las sepulturas musulmanas.

En este escenario, incluso la Guía de Consenso establecida por el Ministerio de Sanidad en 2018, aunque bien intencionada, se enfrenta a la resistencia de muchos ayuntamientos. La falta de conocimiento sobre los ritos musulmanes y la resistencia a aceptar la diversidad religiosa son, sin duda, grandes barreras.

Un futuro incierto: ¿hay esperanza?

Entre la opacidad y la desesperanza, surgen ejemplos de progreso, aunque sean pequeños. En 2024, el Cementerio Municipal de Bilbao habilitó una nueva parcela para musulmanes, lo que representa un paso positivo. Sin embargo, ¿es suficiente ante la magnitud del problema? La intersección entre política, religión y derechos humanos es un tema candente en la España actual, y la mejora de las normativas funerarias es solo una parte del rompecabezas.

Meryem, al igual que muchas otras personas en situaciones similares, sigue luchando por un espacio donde pueda honrar la memoria de sus seres queridos en su comunidad. Mientras tanto, siguen viajando a Griñón, enfrentando los desafíos con una mezcla de tristeza y determinación.

Reflexiones finales: un llamado a la acción

Entonces, ¿qué podemos hacer para cambiar esta situación? Puede parecer que cada uno de nosotros tiene poco poder, pero pequeñas acciones pueden causar grandes olas. La concienciación sobre los derechos de las comunidades musulmanas en España necesita un impulso. La próxima vez que escuches una historia similar a la de Meryem, considera compartirla o hablar sobre ella. A veces, la empatía y el entendimiento son los primeros pasos hacia un cambio duradero.

La historia de la lucha por un entierro digno no es solo una historia de pérdida, es una historia de perseverancia, de amor y de resistencia. Como sociedad, tenemos la responsabilidad de asegurarnos de que cada ciudadano, independientemente de su religión, reciba la dignidad que merece en su camino hacia el descanso eterno.

La pregunta ahora es: ¿Estamos dispuestos a pelear juntos por un futuro donde la diversidad religiosa no sea un obstáculo, sino una riqueza?