La proliferación de pisos turísticos en España ha llegado al punto en que hasta el Tribunal Supremo se ha visto obligado a intervenir. En medio de una crisis habitacional creciente, este fenómeno ha generado numerosos conflictos entre propietarios y vecinos, lo que ha llevado a la justicia a dictar sentencias sobre la legalidad de los alquileres vacacionales en edificios residenciales. Pero, ¿es todo tan sencillo como parece? Vamos a desglosar la situación.

La reciente sentencia del Tribunal Supremo

Hace bien poco, el Tribunal Supremo dictó una importante sentencia sujeta a la polémica. En este caso particular, una comunidad de propietarios intentó prohibir el uso de un piso como alquiler vacacional. La base de su protesta era que los estatutos de la comunidad prohibían el uso de las viviendas para actividades “inmorales, incómodas o insalubres”. Mientras leía este fragmento me sentí como si estuviera en una escena de La Casa de Papel, donde las palabras tienen más peso que los disparos. Pero claro, el Tribunal, con su lógica infalible, desestimó el recurso que buscaba poner freno al alquiler, declarando que la simple mención a actividades ilegales, insalubres o inmorales no abarcaba a los alquileres turísticos. ¿Increíble, verdad?

Seamos honestos, en ocasiones creo que los jueces se sientan a construir sus fallos como si estuvieran armando un rompecabezas complicado, buscando encajar piezas que no se ajustan del todo. En este caso, el Supremo determinó que si los estatutos no especifican la prohibición de los pisos turísticos de manera clara y precisa, los propietarios pueden alquilar sus viviendas como deseen. Así que, a partir de este fallo, quedó claro que los vecinos no pueden oponerse a un alquiler turístico si su comunidad no ha regulado eso explícitamente. ¡Vaya enredo!

La Ley de Propiedad Horizontal y sus implicaciones

Pero no todo son malas noticias para quienes se oponen al uso de pisos turísticos. La ministra de Vivienda, Isabel Rodríguez, anunció que el Gobierno planea reformar la Ley de Propiedad Horizontal (LPH) para dar más poder a los vecinos a la hora de poner límites a los apartamentos turísticos. Aquí es donde se complica la historia. La nueva ley permitirá que una comunidad de propietarios pueda prohibir estos alquileres siempre que se obtenga una mayoría cualificada de tres quintos. Sin embargo, hay que recordar que este veto puede ser más complicado de ejecutar de lo que suena.

¿Te imaginas tener que hacer una votación donde el propietario que quiere convertirse en un «superanfitrión» de Airbnb ponga su voto en la mesa? Sería como un episodio de MasterChef en el que todos los vecinos deben decidir si el plato del «cocinero» es lo suficientemente bueno como para seguir cocinando. Tal vez en vez de alquilar su casa, lo que debería hacer es comenzar un negocio de catering.

Pero, ¿realmente cambiará esto algo en la práctica? Muchos expertos apuntan que las comunidades aún tendrán que lidiar con la interpretativa del fallo anterior del Supremo, que tendía a favorecer al propietario que desea alquilar. La realidad es que el sistema se mantiene enredado en un juego de poder hacia abajo que hace que todos los participantes sientan que están perdiendo algo.

El ingenio de la administración pública: medidas para controlar

El Gobierno no se detiene con la reforma de la LPH. También se han propuesto aumentar el IVA a los alquileres turísticos y clasificar estos alquileres como lo que realmente son: negocios. De esta forma, el mensaje es claro: “Menos Airbnb y más vivienda”. Este enfoque parece más bien un grito de auxilio en un mar de dificultades habitacionales. Según datos del INE, el número de pisos turísticos ha crecido un 16,6% en solo un año, algo que no es simplemente una cuestión de interés económico, sino también una preocupación por el acceso a vivienda.

Desde mi propia experiencia, me parece que el auge de los alquileres vacacionales no solo afecta a los precios de las casas, sino que también transforma la esencia de los barrios. Te cuento que cuando volví a mi ciudad natal después de un tiempo, noté que mi antigua calle había sido invadida por turistas. Me sentía como un pez en un estanque demasiado pequeño: una mezcla de nostalgia y desencanto. Me pregunté, ¿realmente tenemos un espacio para nosotros o solo somos testigos de una fiesta privada a la que no hemos recibido invitación?

La cuestión de las licencias: un caos latente

La proliferación de los pisos turísticos se ve empañada por otro problema: muchos de ellos operan sin la licencia necesaria. En Madrid, se estima que entre 13,000 y 14,000 pisos turísticos lo hacen de manera ilegal. ¡Es como si estuvieran jugando al escondite pero para no ser encontrados! Esto es un problema de gran magnitud, pues se trata de una competencia desleal para aquellos que cumplen con las normativas y también representa un desafío en términos de regulación fiscal y de calidad.

Por suerte, el Gobierno ha implementado una Ventanilla Única Digital para tratar de controlar esta situación. En teoría, se trata de un sistema estatal de registro que busca que los propietarios de pisos turísticos obtengan un número de identificación que les permita anunciar sus propiedades de manera legal y cumpliendo con la normativa. Aunque, honestamente, es difícil no ser escéptico sobre cuán efectiva será esta medida. Prometer controlar un fenómeno que crece de forma exponencial es una tarea titánica.

El turismo y su impactante influencia en el mercado

El turismo ha sido un aliado y un enemigo a partes iguales en este entramado. Si bien es cierto que está impulsando la economía, también parece que está robando la oportunidad de acceso a la vivienda a muchos ciudadanos. En zonas como Andalucía, la situación es aún más pronunciada, donde se concentra uno de cada dos pisos turísticos en toda España. Y aquí está la gran cuestión: ¿podemos realmente equilibrar el turismo con las necesidades de la población local?

Cuando hablamos de esta problemática, una anécdota personal siempre viene a mi mente. Recientemente, mientras estaba de viaje, me alojé en un piso turístico que solía ser la casa de un residente. Le pregunté al propietario cómo se sentía con esta transformación de su hogar en un lugar de paso. Su respuesta me sorprendió: «Me encanta, pero a veces echo de menos tener vecinos que me saluden en vez de turistas que nunca vuelven». Esa frase encapsuló el dilema que enfrentan muchas ciudades: ¿es realmente el turismo una bendición o es, de hecho, una maldición encubierta?

La encrucijada: ¿cómo avanzar?

A medida que el número de pisos turísticos sigue creciendo, la situación para quienes buscan vivienda sigue incomprensiblemente tensa. Esto plantea una serie de preguntas importantes que debemos considerar:

  1. ¿Es sostenible este modelo de alquiler turístico?
  2. ¿Estamos dispuestos a sacrificar la integridad de nuestras comunidades en nombre del negocio?
  3. ¿Qué medidas efectivas pueden implementarse para equilibrar las necesidades del turismo con las de la población local?

Es posible que no tengamos todas las respuestas de inmediato, pero lo que sí sabemos es que el diálogo es fundamental. La solución no está clara, y mientras la batalla legal continúa, comunidades y gobiernos deben unirse con un enfoque más inclusivo y práctico para resolver esta guerra por la vivienda y el turismo.

El camino por delante es, indudablemente, incierto, pero mirando hacia atrás y tomando en cuenta nuestras experiencias en el presente, quizás podamos construir un futuro más sostenible y equitativo. Así que la próxima vez que des un paseo por tu barrio y observes un nuevo alquiler turístico, quizás mires a tu entorno con otros ojos y te preguntes: «¿Qué papel juego yo en esta historia?» ¿Y tú, qué crees que deberíamos hacer?