La historia de la infraestructura en nuestro país es a menudo un laberinto de burocracia, promesas y, en ocasiones, desastres. La historia del barranco del Poyo es un ejemplo brillante de ello. ¿Alguna vez te has encontrado en una situación en la que las cosas parecen atascadas y te preguntas: “¿Por qué no se hace algo ya?” Bienvenido al club. Después de todo, el encauzamiento del barranco del Poyo lleva más de dos décadas en la cuerda floja, un verdadero balneario de espera que ha cosechado más críticas que un disco de Justin Bieber en un concurso de talento.
La situación se ha vuelto insostenible y ha cobrado una vida más que un número, especialmente después de la devastadora DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) que asoló la región el 29 de octubre, causando la trágica pérdida de 224 vidas. ¿Estamos ante un problema de infraestructura y planificación o simplemente un complejo enredo burocrático?
1. El pasado que pesa
Vamos a retroceder en el tiempo. En los años 90, el barranco del Poyo iba a ser el protagonista de una historia épica: un proyecto para restaurar y adaptar los cauces naturales del barranco. La Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ) tomó la batuta y en 1994, redactó un plan más ambicioso que un blockbuster de Hollywood. Este no solo incluía el Poyo, sino también otros barrancos afluentes, como el Torrente, Chiva, y Pozalet. Fue como un evento de la serie de Marvel, que prometía recopilar varias historias.
Sin embargo, todo comenzó a desmoronarse cuando, en 1999, la Comisión Europea de Medio Ambiente decidió que había que poner un alto a la fiesta y envió un recordatorio que obligó al proyecto original a reestructurarse. Se necesitaban nuevas declaraciones de impacto ambiental (DIA) como si fueran tapas de botellas en una cena interminable. Nos quedamos entonces con un proyecto “desgajado” que al menos parecía dar un pequeño paso adelante.
2. El estancamiento burocrático
Hablando de pasos adelante, entre 2002 y 2005, se ejecutaron obras que afectaron a Catarroja, Massanassa, y Paiporta. Pero, al igual que aquella relación tóxica que todos hemos tenido, los problemas no tardaron en reaparecer.
Un problema recurrente ha sido el desbordamiento del barranco, que fue alertado por técnicos en 2014. Aquellos expertos avisaron que una inundación podría causar daños por valor de 4.500 millones de euros. ¡Sí, has leído bien! ¿Es necesario una cifra tan escalofriante para que la gente tome en serio el mantenimiento y la mejora de la infraestructura pública? Parece que, lamentablemente, sí.
3. Cambios de gobierno, pero no de resultados
En ese mar de cambios y giros, cada partido político trató de dejar su huella. El PP argumentaba que el retraso era culpa del Gobierno central de Pedro Sánchez, mientras que el PSOE miraba a las gestiones de Mariano Rajoy. Es el clásico juego de pasar la pelota. ¿No te recuerda a esos momentos en los colegios, cuando pasabas la responsabilidad de entregar la tarea a otro compañero?
El 5 de enero de 2018, la DIA caducó debido a la falta de acción. Este fue un recordatorio desagradable de que, cuando no se actúa, las cosas no solo se estancan, sino que retroceden. Como si uno dejara un vaso de agua en el escritorio: al final, solo quedan recuerdos de un líquido que podría haber estado bien.
4. Una experiencia personal
Te contaré una anécdota personal. Recientemente, asistí a una charla sobre urbanismo y de repente el ponente comentó lo que les había ocurrido a varias comunidades locales cuando no se hicieron las intervenciones necesarias. “Es como si un elefante en una habitación decidiera saltar, pero nadie se molesta en preguntar por qué hay un elefante en la habitación”, dijo, provocando una risita en el público. Fue en ese momento cuando me dí cuenta de que, quizás, la situación del barranco del Poyo no es solo un tema técnico, sino más bien humano: la vida de las personas está en juego.
5. Esperanza en el horizonte
Por suerte, no todo está perdido. A medida que la presión aumentaba, en 2021, se comenzó a hablar de un estudio de Integración Paisajística que podría dar un nuevo aire al proyecto. ¿Podría ser esto el cambio que hemos estado esperando? A veces, la burocracia no es más que un gran juego de ajedrez en el que cada movimiento cuenta. No obstante, la clave aquí no es solo la política, sino también la participación ciudadana en estos estudios.
La voz de los expertos
Aquí es donde entra en juego el ingeniero Ramiro Martínez Costa, quien advirtió que, aunque la construcción de estas infraestructuras puede ayudar, nunca se puede garantizar un “riesgo cero”. ¿Alguna vez has visto esas películas donde el héroe se enfrenta a una situación de vida o muerte, solo para darse cuenta de que no hay forma de salir limpio de ella? Esa es la realidad de las infraestructuras: siempre será un trabajo en progreso.
Él también recalca que, a pesar de que el 30% de los daños materiales podrían haber sido evitados, esto no necesariamente habría salvado vidas. La gestión del riesgo es tan crítica como la construcción. Como lo mencionó Martínez Costa: “No es solo cuestión de construir algo; necesitamos la educación y preparación de la sociedad ante emergencias”.
6. Más que una solución: conciencia social
Este es un tema que va más allá de los políticos que se pasan la pelota o de los ingenieros que dibujan planos. Es una cuestión de conciencia social. La gente necesita estar alerta, comprender el riesgo y prepararse. Cuando escuchamos sobre inundaciones, desastres naturales, y otras amenazas, muchas veces entramos en modo de negación. Ignorar el problema no hace que desaparezca; de hecho, a menudo lo empeora.
Así que, ¿qué podemos hacer? Participar. Hablar. Ser voz en el clamor por cambios necesarios. Después de todo, si no estamos alertas sobre estos problemas, corremos el riesgo de que existan más “elefantes en la habitación”.
7. Reflexionando sobre el futuro
En conclusión, la historia del barranco del Poyo es una lección envolvente sobre lo que significa construir y mantener infraestructuras en un mundo cada vez más complejo y cambiante. Las víctimas de la DANA nos recuerdan la importancia de tener estructuras que puedan resistir condiciones climáticas extremas. La polarización política y la burocracia no deberían impedir que tomemos acciones que pueden salvar vidas.
La respuesta a la pregunta inicial sobre por qué seguimos en el mismo lugar es simple: el cambio requiere más que solo promesas; requiere acción y participación. Así que la próxima vez que veas un debate político sobre infraestructura, recuerda el palpitar de este drama humano que puede cambiar vidas. La historia del barranco del Poyo no es solo de piedra y cemento; es de la gente y su futuro.
Cuando echamos un vistazo a nuestra historia, se convierte en evidente que, a veces, el futuro puede permanecer en la sombra de antiguos errores. Pero siempre tenemos la oportunidad de cambiar el rumbo. ¿No es el cambio lo que todos realmente deseamos?
Reflexionemos sobre cómo participamos en la comunidad. ¿Estamos dispuestos a hacer algo al respecto? La próxima generación lo recordará.
En este viaje de infraestructura, solo nos queda una cosa por hacer: seguir adelante, mantenernos informados y, sobre todo, no dejar que los elefantes en la habitación nos pasen desapercibidos. ¡A por un futuro más seguro y responsable!