La infancia debe ser el periodo más bello de la vida, ¿verdad? El tiempo en el que pasamos corriendo tras una pelota o inventando un mundo de fantasía donde los dragones son nuestros amigos. Sin embargo, lo que muchos de nosotros consideramos una etapa de inocencia y alegría, para millones de niños en el mundo es más bien un campo de batalla. En eventos recientes, como el acto «Aquí no se juega» organizado por EL PAÍS y UNICEF en el CaixaForum de Barcelona, se han compartido historias desgarradoras de niños que, en lugar de jugar, están atrapados en un ciclo continuo de explotación y sufrimiento.

Un acto que invita a la reflexión

Déjame contarte un poco sobre el evento que tuvo lugar en Barcelona. Imagina un escenario donde los juguetes están cubiertos por una bolsa de basura, creando una imagen que choca y llama la atención. En esta oscuridad, varios periodistas de El País compartieron historias profundamente conmovedoras sobre la infancia en diferentes rincones del mundo.

Si alguna vez has estado en un evento donde la risa y los juegos deberían ser el foco, pero te encuentras rodeado de una realidad abrumadora, sabrás que se siente como caminar sobre cristales. Este evento tenía un propósito claro: poner de relieve las injusticias que enfrentan muchos niños tras la fachada de un mundo que sigue girando sin detenerse a pensar en ellos.

Conociendo a Amina: apenas un niño en un mundo despiadado

Una de las historias que Lole Hierro trajo a la luz fue la de Amina, una niña de 13 años que trabaja en condiciones inhumanas en Camerún. Hablando con la periodista, la pequeña reveló que su única compañía durante las largas horas de trabajo es el silencio que envuelve su entorno. La respuesta de Amina a la pregunta «¿en qué piensas tantas horas?» es un recordatorio doloroso de cómo la rutina del trabajo infantil puede apagar incluso los sueños más simples.

Imagina ser tan joven y no conocer más que la lucha diaria por sobrevivir. Amina está atrapada en un ciclo de explotación desde una edad que debería ser de juegos y risas. Sin embargo, su historia no es única; de hecho, se estima que alrededor de 160 millones de niños sufren alguna forma de explotación laboral.

El silencio que rodea su vida es inquietante, y la periodista no pudo evitar preguntarse: «¿Hasta dónde ha llegado nuestra humanidad si permitimos que un niño se pierda en el ruido ensordecedor del trabajo forzado?» Hay momentos en los que uno tiene que mirar a la realidad a los ojos, aunque duele.

Joanita: el peso del abandono

Otra periodista, Mónica Ceberio, compartió la historia de Joanita, una joven de 15 años de Mozambique que, ante la adversidad de la vida, fue forzada a convertirse en madre. A menudo, los relatos de las mujeres jóvenes son los más desgarradores, y la vida de Joanita no es la excepción.

Cuando Mónica describe a Joanita, menciona su «sonrisa triste», y eso me hace reflexionar. ¿Nos hemos detenido realmente a pensar en lo que es vivir bajo la sombra de un destino que no elegiste? Joanita fue víctima de una relación abusiva y enfrentó el estigma de ser una madre joven. A pesar de esto, tuvo la valentía de regresar a la escuela y soñar en grande—un alto en el camino que muchos adultos nunca se atreven a tomar. Su historia es un fuerte recordatorio de que, detrás de cada cifra y estadística, hay un ser humano luchando con una historia, con un deseo de cambiar.

Cuando la inocencia se convierte en un objeto de comercio

La historia de Gabriela, compartida por el periodista Pablo Linde, es otra que fácilmente podría ser parte de una novela escalofriante. Gabriela vivía en la playa de República Dominicana, donde el turismo puede ser una bendición y una maldición a partes iguales. Mientras los turistas disfrutaban del sol y el mar, jóvenes como Gabriela eran atrapadas en un mundo de comercio sexual.

¿Quién podría imaginar que unas vacaciones de ensueño para algunos pueden ser un infierno para otros? Gabriela fue una mujer joven cuya vida se vio forzada a girar en torno a la oferta y la demanda de la explotación. Las posibilidades de una vida mejor parecían inalcanzables. Sin embargo, gracias a la intervención de una ONG, tuvo la oportunidad de salir de esa vida y aprender un oficio en estética. Podría pensarse que esto es un pequeño consuelo, pero ¿cuántas Gabriela hay en el mundo sin esa oportunidad?

El peso del éxodo: Alix y su historia de migración

Siguiendo con las historias, Virginia López habló de Alix, una joven venezolana que se vio obligada a abandonar su hogar buscando una vida mejor. Es curioso cómo la vida de uno puede cambiar radicalmente por la pobreza y la falta de oportunidades. ¿No sería maravilloso que todos pudiéramos configurar nuestras vidas como si fueran un libro en blanco?

Alix dejó su hogar con la esperanza de que su vida mejoraría en otro lugar, a pesar de que sabía que estaría dejando atrás su infancia y los recuerdos felices de su país. El contraste entre su felicidad y la tristeza de su nueva realidad en Perú refleja un dilema complicado, uno que nos confronta a la dura realidad de millones que luchan por un futuro que parece imposible. Ella lucha con la sensación de estar atrapada entre dos mundos, y eso me hace pensar en cuántas veces hemos sentido que no encajamos en algún lugar.

El viaje del peligro: la historia de Prince

Finalmente, llegamos al relato de Prince, un joven de 14 años que hizo un viaje agotador desde Nigeria a Canarias. La valentía de un niño que decide embarcarse en un viaje tan peligroso es, en muchos sentidos, asombrosa y aterradora.

Imagina estar en medio del océano, con solo canciones de góspel como compañía y agua de mar para sobrevivir. Las decisiones que tomamos a tan temprana edad pueden sorprendernos, ya que Prince arriesgó su vida con la esperanza de encontrar algo mejor. Esta es otra historia que pone de relieve la pobreza y la desesperación, donde los adultos dejan de ser los únicos responsables de la vida de un niño.

La guerra: sonidos y silencios

Óscar Gutiérrez ofreció una mirada desgarradora sobre los estragos de la guerra a través de los ojos de los niños. En Ucrania, se abordó el impacto del conflicto, y el testimonio de un niño que compara los disparos con fuegos artificiales es escalofriante. Su inocencia choca con una realidad brutal que muchos adultos prefieren ignorar. Si no fueran tan reales, estas historias podrían leerse en un libro de ficción. Sin embargo, son la más pura realidad.

Conclusión: el papel de la sociedad en la rueda del cambio

Después de conocer todas estas historias, es bastante fácil sentirse abrumado. Pero aquí viene la parte interesante y relevante. ¿Qué podemos hacer nosotros, como individuos y como parte de una sociedad más amplia, para cambiar esta narrativa?

Si bien la situación parece abrumadora, cada pequeño esfuerzo puede generar un cambio significativo. Desde el apoyo a organizaciones como UNICEF, participando en eventos de sensibilización, o incluso simplemente hablando sobre estos temas entre amigos y familiares, se pueden abrir caminos hacia la consciencia.

Nadie dice que será fácil, pero recordar las historias de Amina, Joanita, Gabriela, Alix, y Prince nos da dirección y propósito. Al final del día, somos la voz de aquellos que no pueden hablar.

La infancia debería ser un tiempo de juegos, sueños y risas. En vez de eso, muchos niños están luchando en una guerra que no eligieron. Es nuestra responsabilidad colectiva asegurarnos de que un día puedan volver a ser solo niños.