¿Te has sentido alguna vez pequeño ante los problemas del mundo? Esa sensación de que, mientras te tomas un café en casa, hay personas en otras partes del planeta enfrentándose a realidades que parecen de ciencia ficción. Esta realidad se vuelve aún más impactante cuando se habla de la violencia en México, donde más de 30,000 personas pierden la vida anualmente debido a la criminalidad. Y, sorprendentemente, ¿cuántas de estas tragedias ocupan la primera plana de las noticias internacionales? Esto nos lleva a reflexionar sobre la indiferencia global hacia una crisis que, a pesar de su cercanía, parece no resonar con la mayoría.

La estadística que no podemos ignorar

La cifra es impactante. Más de 30,000 muertes al año. No se trata de un juego de cifras o de un desafortunado error tipográfico. Esta es la cruda realidad de un país donde el crimen organizado ha tomado el control en múltiples regiones. Pero, ¿realmente importa esto para el mundo? La indiferencia hacia estas tragedias es desconcertante. En un mundo tan conectado, ¿cómo es posible que esas historias no ocupen el espacio que merecen?

Imagínate, por un momento, estar en el lugar de una víctima o un familiar que ha perdido a un ser querido a causa de esta violencia. Es un pensamiento que puede resultar insoportable. Pero en un país como México, ese es el día a día de muchas personas. La falta de atención internacional es casi tan dolorosa como la violencia misma. Y aquí está el dilema: ¿las víctimas deben ser quienes tomen decisiones políticas en respuesta a su tragedia?

Las víctimas y la política: una conexión compleja

Recientemente, Marimar Blanco, una figura política española, apareció en el Congreso para hacer un llamado a la acción respecto a la violencia. Este acto ha generado un amplio debate. Algunos argumentan que las víctimas no deberían estar en el centro de las decisiones políticas porque su dolor podría nublar el juicio. Otros, como el autor de una reciente columna, opinan que la indiferencia ante el sufrimiento humano no es solo una cuestión política, sino también moral.

Es un dilema que me recuerda al famoso dicho: «Donde hay humo, hay fuego». Si estamos tan acostumbrados a escuchar sobre la violencia en México, tal vez hemos dejado de ver la llama que está detrás de todo esto.

Reflexiones sobre la ética en la era de la posverdad

Pero, ¿qué hay de la responsabilidad de los medios? Gente como Juan Luis Cebrián ha reflexionado sobre esto en sus escritos. En su libro «El efecto Sánchez. Ética y política en la era de la posverdad», plantea que la línea entre la realidad y la narrativa se ha vuelto tan difusa que es difícil saber qué es verdad y qué es solo ruido. La falta de una cobertura mediática adecuada puede trivializar el sufrimiento de miles de personas. Aquí es donde entra la ética periodística, que debería ir más allá de la búsqueda de clics.

En este ámbito, el reportaje del New York Times en el que se examinan las características de los mítines de Trump se convierte en un contrapunto interesante. En un país donde el tatame político está en llamas, el enfoque en un líder populista podría ser más atractivo que proporcionar una plataforma a quienes son destruidos por la violencia de los cárteles en México. ¿No deberíamos estar hablando de ellos con la misma intensidad?

El arte de las palabras: entre la literatura y la vida real

Cebrián también nos recuerda la importancia de la literatura en momentos de crisis. Su referencia al “Conde de Montecristo” de Alejandro Dumas, pieza que consume cada lector de un solo trago, es un recordatorio de cómo las narrativas pueden dar voz a quienes han sido silenciados. Es ahí donde el arte y la vida real se cruzan, y la literatura se convierte en un refugio para la comprensión de nuestras luchas.

Si bien la historia de Dumas se refiere a la venganza y la redención, la historia de las víctimas en México nos habla de un ciclo de sufrimiento que parece interminable. ¿Es posible encontrar una salida en esta narrativa?

Entrando al corazón del drama mexicano

No se trata solo de estadísticas; se trata de historias. Mirar más allá de los números y comenzar a comprender lo que cada una de esas muertes representa. Hay familias destrozadas, comunidades desoladas. ¿Quién puede realmente entender el dolor que sienten esos padres que han perdido a un hijo en manos de la violencia?

Una anécdota personal que me viene a la mente es cuando asistí a un evento donde se discutió el tema de la violencia en México. Un padre se levantó y comenzó a hablar sobre su hijo, quién fue víctima de un tiroteo. Mientras contaba la historia, la sala se volvió densa y pesada. Muchos de nosotros no pudimos contener las lágrimas. Fue un recordatorio brutal de que detrás de cada estadística hay una vida que importa.

La conexión global: ¿qué podemos hacer?

Es fácil sentir que nuestras acciones son solo una gota en el océano, que nada puede cambiar. Pero aquí viene la parte esperanzadora: la conciencia es el primer paso. Tal vez no todos podamos ir a México y luchar contra los cárteles, pero cada uno de nosotros puede educarse, dar voz a las víctimas y contribuir a la creación de una narrativa que no olvide sus sufrimientos.

La conversación debe incluir políticas públicas que aborden la raíz del problema, y no solo sus síntomas. Si la violencia en México ha llegado a niveles insoportables, es crucial que los líderes internacionales y locales inviertan tiempo, recursos y empatía en la solución de esta crisis. Así que, ¿qué tal si nos comprometemos a hablar sobre esto en nuestras redes, a no dejar que el silencio predomine?

Reflexiones finales: No más indiferencia

¿Te has preguntado alguna vez qué papel juegas en la narrativa de la violencia en México? Puede que sientas que no puedes hacer mucho, pero la realidad es que solo la indiferencia es verdaderamente dañina. Al contar estas historias, al compartir estas reflexiones, podemos contribuir a un cambio que, aunque pequeño, puede allanar el camino hacia una mayor visibilidad de la tragedia.

Por lo tanto, no te quedes de brazos cruzados. La próxima vez que escuches sobre la violencia en México, recuerda que hay vidas que valen la pena defender. La indiferencia no es una opción. Al final del día, todos somos parte de esta comunidad global y es nuestro deber alzar la voz por aquellos que han sido silenciados. Después de todo, el cambio empieza por la conversación, y esa conversación debe comenzar ahora.