Si alguna vez te has encontrado en un bar, con una caña en la mano y tus amigos alrededor, discutiendo sobre el próximo partido de fútbol, quizás te has preguntado: “¿Cómo llegamos hasta aquí?”. La historia de la quiniela es, de hecho, mucho más fascinante de lo que parece y comienza en un lugar muy peculiar: el bar La Callealtera en Santander, donde un grupo de amigos se atrevió a convertir un simple pasatiempo en una revolución del mundo de las apuestas.
Un bar de apuestas y gallos: el ambiente del nacimiento de la quiniela
Imagina esto: un bar en 1929, lleno de humo de cigarros y el sonido de risas, donde niños juegan al fútbol mientras los adultos discuten el último pitido del árbitro. Ese bar era La Callealtera, o Casa Sota como lo conocían muchos. Situado en una calle que en algún momento fue la vida de un antiguo barrio de pescadores, este pequeño lugar se convirtió en el epicentro de un fenómeno que cambiaría la manera en que los españoles disfrutan del fútbol.
Y aquí viene la historia divertida: mientras los adultos se reunían para celebrar sus victorias y llorar sus derrotas, también criaban gallos para pelear. Nunca pensé que las apuestas en gallos y la quiniela tuvieran tanto en común. ¡Imagínate a Manuel González Lavín, el dueño del bar, persiguiendo gallos y sueños al mismo tiempo!
El momento clave: ¡una idea brillante!
Fue Manuel, un visionario de su tiempo, quien tuvo la genial idea de llevar las apuestas de las peleas de gallos a las canchas de fútbol. ¿Por qué no empezar a apostar sobre los resultados de los partidos de liga que empezaban a llegar a su bar como chismes a la hora del café? Así, de una simple discusión, surgió la quiniela.
No era necesariamente un camino fácil. La primera versión del juego, conocida como «Bolsa de fútbol», comenzaba a tomar forma. Francisco Peral, un hombre astuto y contable de la fábrica de cervezas La Cruz Blanca, fue el verdadero motor detrás de la materialización de esta idea. Propuso que, en lugar de pelear gallos, ¡pelearan las apuestas! Al final, un grupo de amigos comenzó a dejar sus pronósticos de forma casi ritual.
La mecánica: hacerlo bien (aunque con poco margen para el error)
La mecánica de la quiniela no era nada sencilla de entender, y aquí es donde entra la parte más divertida. Aquí es donde la mezcla de risas y frustraciones venía de la mano. Cada semana, los apostadores rellenaban su boleto con los resultados que esperaban ver en los partidos. Cada acierto valía puntos. Como si no fuera suficiente, había que acertar también los goles, lo que añadía un nivel de dificultad considerable.
La primera vez que escuché sobre el sistema de puntuación, solo podía reírme. ¿16 puntos por un resultado exacto y menos un punto por cada error? Era como jugar a las matemáticas con un poco de fútbol de fondo.
Al final de cada jornada, el sufrimiento de los participantes se convertía en un festival de emociones. Un periodista local, que usaba el seudónimo de ‘Lapice’, describía el ambiente con tal emoción que uno podía casi escuchar los gritos de quienes se acercaban a ver cómo iban sus boletos. ¿Te imaginas ese momento? Estar a un paso de la gloria (o de la ruina) mientras te aferras a tu boleto como si fuera el billete de la lotería en la mano.
El despliegue del fenómeno: de un bar a toda España
Lo curioso de la historia es que, a pesar de que La Callealtera no percibía nada de los aproximadamente 12,000 pesetas en premios que se llegaban a repartir, el bar se transformó en un centro de encuentro del que hasta el mismo Racing de Santander se beneficiaba.
Con el tiempo, la quiniela no solo empezó a atraer a más apostadores de toda la región, sino que también comenzó a cruzar fronteras. Desde Bilbao, Barcelona y Madrid, todos querían saber el secreto de aquellos santanderinos. Era como si el bar se hubiera convertido en una especie de meca para los apostadores. Todo el mundo quería su parte de la acción. ¡Quién diría que las risas de un bar se convertirían en algo tan grande!
El poder femenino en la quiniela
Otro aspecto curioso de este fenómeno es la entrada de las mujeres a este mundo. Por aquel entonces, las mujeres no eran especialmente conocidas en los bares, y menos aún como apostadoras. ### Pero eso no detuvo a Salvadora Cartámil, una maestra del pueblo de La Nestosa, que sorprendió a todos con un pronóstico descabellado de 12-1 en un partido entre el Athletic de Bilbao y el Barcelona. Y lo mejor de todo: ¡acertó! Se llevó una fortuna digna de un cuento de hadas.
¿No es maravilloso cómo una predicción loca puede transformarte de la noche a la mañana en la reina del bar? Con esos ojos brillantes llenos de ilusión, Salvadora debería haber sido la heroína de la historia, mostrando a todos que las mujeres también pueden tener su lugar en el mundo de las apuestas deportivas.
De la gloria a la burocracia: la llegada de Hacienda
A medida que la quiniela ganaba popularidad, también comenzaba a convertirse en un negocio que movía grandes sumas de dinero. Ya en 1931, se vio obligada a cotizar a Hacienda. Y aquí es donde todos nos reímos un poco, porque ¿quién quiere lidiar con la burocracia, especialmente cuando se trata de dinero?¡En la época de la Gran Depresión, la APUESTA se convirtió en el salvador de muchos!
En vez de ver la quiniela como un simple juego, se empezó a considerar un sistema de ayuda económica para los más necesitados. Desde marineros hasta trabajadores de fábricas, todos tenían su boleto y, aunque sea por un momento, soñaban con cambiar su suerte. ¿No te suena familiar? Es un principio que parece trascender generaciones.
La sombra de la guerra y los cambios de la dictadura
Todo esto llegó a su fin con la llegada de la Guerra Civil. La falta de recursos y la presión del régimen de Franco suspendieron cualquier tipo de juego. Sin embargo, Peral nuevamente mostró su lado altruista. En lugar de dejar que la quiniela muriera, decidió utilizar el sistema para beneficiar al Sanatorio de Santa Clotilde, asegurándose de que el espíritu de las apuestas siguiera vivo bajo un nuevo manto.
Pero por supuesto, en los años posteriores, el bar La Callealtera fue poco a poco relegado al olvido. Si hubieras visitado el lugar en los años 70, habrías encontrado un ambiente casi de museo, con recuerdos de los primeros boletos de quiniela. Pero, como en todo buen cuento, incluso los lugares pueden tener su gloria y luego ser olvidados.
La leyenda perdura: el Eco de La Callealtera
Hoy, la historia de La Callealtera es un testimonio de cómo un pequeño bar cambió la forma en que los españoles viven y sienten el fútbol. Aunque el bar ahora está vacío, su legado persiste, en cada boleto de quiniela que se desgrana y en cada partido jugado.
Así que, la próxima vez que estés en un bar, riéndote y discutiendo sobre el fútbol, acuérdate de Manuel y su ingenio. ¿Quién sabe? Tal vez en esa conversación, estés creando la próxima gran revolución de las apuestas deportivas, en un rincón que todavía guarda historias por contar. ¡Salud por eso!
Y tú, ¿te atreverías a concursar en una quiniela con esos resultados locos? A estas alturas, ¡quién no quiere soñar un poco!