Cuando se habla de películas que giran en torno a la arquitectura, uno podría pensar que la lista es corta. Puede que nos vengan a la mente películas con directores afamados como El manantial, que nos presenta las inquietudes de un arquitecto, pero ¿cuántas veces hemos traspasado el umbral de un cine para encontrarnos con un arquitecto como protagonista principal? Bueno, ¡ha llegado el momento! Con The Brutalist, el director Brady Corbet nos ofrece una película monumental que desafía nuestras expectativas sobre el arte arquitectónico y su impacto en la vida de un hombre. Pero, ¿qué hace que esta película sea tan especial?
Un poco de contexto sobre la arquitectura en el cine
Los arquitectos en el cine, a menudo, no son retratados de la manera más romántica. ¿No les parece curioso? En lugar de ser los héroes de una historia, a menudo son presentados como seres oscuros y torturados, como si la arquitectura en sí misma tuviera una personalidad propia. Tal vez sea porque construir un edificio no es necesariamente un paseo en el parque (a menos que ese parque sea un proyecto arquitectónico, por supuesto). Recuerdo una vez que un amigo mío, arquitecto, me llevó a ver un edificio en construcción y, honestamente, parecía más un campo de batalla que un sitio de creación. La locura del proceso constructivo puede ser un reflejo de lo que puede pasar en la mente de un arquitecto.
La historia de László Tóth
El protagonista de The Brutalist es László Tóth, un arquitecto húngaro cuyo viaje personal es tan intrigante como lo es su carrera profesional. Al salir de un campo de concentración en Europa, Tóth busca reconstituir su vida en Estados Unidos. ¿Podemos imaginar lo que se siente al dejar atrás tanto sufrimiento y no ser aceptado en un nuevo mundo? Muy posiblemente, Tóth experimenta una lucha similar a la de muchos inmigrantes: identidad, pertenencia y, por supuesto, realizar un trabajo que resuene con su pasión.
Brady Corbet, el director, explora estas complejidades en su obra, creando un personaje que, a pesar de ser ficticio, está basado en muchas figuras reales de la arquitectura europea que emigraron a América. Desde Richard Neutra hasta Louis Kahn, estos arquitectos no solo aportaron diseño, sino que también tejieron historias de superación personal.
La Bauhaus: el legado de la formación
El paso de Tóth por la Bauhaus es uno de los detalles más interesantes de su historia. Esta influyente escuela de arquitectura y diseño en el siglo XX marcó un antes y un después en el enfoque del diseño artístico. Me parece fascinante que, a pesar de todas sus experiencias traumáticas, el personaje guarda como un tesoro su formación en esta escuela. Esto me lleva a reflexionar sobre cómo nuestras raíces y experiencias formativas influyen en nuestras elecciones y aspiraciones en la vida. ¿Alguna vez te has encontrado en una situación similar? A veces, cuando miro mis propios trabajos, puedo ver esos ecos de mis estudios y experiencias en la universidad.
Tóth se establece en Pensilvania, donde se negocia el conflicto entre sus ideales arquitectónicos modernos y las expectativas conservadoras de sus clientes. Esta lucha entre la modernidad y la tradición es un tema recurrente, tanto en el arte como en la vida, y es retratada con destreza en el desarrollo de su personaje.
El conflicto: arte y clientelismo
¿Y qué es el arte sin un buen drama? En el caso de Tóth, su vida da un giro cuando recibe un encargo especial: rehabilitar una antigua biblioteca en la casa de un acaudalado industrial. Aquí, es donde las cosas se ponen realmente interesantes. Imagina ser el arquitecto, con tu visión de modernidad y funcionalidad, frente a un cliente que prefiere los esquemas más clásicos y conservadores. Me recuerda a cuando un amigo chef me contó que sus más deslumbrantes creaciones a menudo eran rechazadas por los comensales más tradicionales. “¿Por qué pedir algo nuevo si puedes tener lo de siempre?”, solía decir. Y como cocinero, eso lo frustraba.
Volviendo a la película, esta tensión entre el arquitecto y su cliente culmina en la pérdida del trabajo y la caída en la indigencia de Tóth. Aquí es donde se aprecian los hilos de lo que bien podría ser un homenaje a Howard Roark, el protagonista de El manantial, quien también enfrentó conflictos similares. La lucha por ser fiel a uno mismo frente a la presión del mercado —¡vaya tema!— nos puede hacer sentir identificados en nuestros propios trabajos, ya sean en el ámbito creativo o en otros sectores más convencionales.
La obsesión por la creación
Ahora, el futuro del edificio se convierte en una metáfora de la obsesión por la creación. Tóth se sumerge en su proyecto, visualizando un gran monumento que evocará la memoria de la madre del cliente. A lo largo de la película, se muestra la historia de cómo Tóth intenta plasmar su visión en un diseño monumental, un proceso que se siente tanto íntimo como público.
Me acuerdo de una vez que perdí muchos días de sueño por intentar encontrar el diseño perfecto para una presentación. Al final, todo ese esfuerzo valió la pena, y al presentar mi trabajo, sentí como si estuviera compartiendo una parte de mí mismo. ¿No les ha pasado algo similar?
En esta obsesión, Corbet también prepara el escenario para una narrativa sobre el poder y las relaciones, donde el cliente desea afirmar su estatus social a través del edificio que Tóth crea para él. Aquí, la relación entre creador y financiador se convierte en un campo de batalla repleto de ego y pasión.
Construcción y destrucción: la dualidad de la arquitectura
Durante la construcción del edificio, la lucha entre Tóth y su cliente se intensifica, revelando lo que Corbet describe como la «brutalidad» de la arquitectura. Esto no solo se refiere al brutalismo arquitectónico como estilo, sino también a la brutalidad que puede surgir en las relaciones humanas. Hay algo profundamente poético en cómo la creación puede ser a la vez un acto de amor y una batalla constante.
Como “espectador” de esta historia, uno podría preguntarse, ¿es realmente posible mantener la integridad artística frente a las presiones del mundo profesional? Cada vez que me enfrento a restricciones en el trabajo, siento que esta pregunta resuena profundamente en mí. La película provoca reflexiones sobre lo que estamos dispuestos a sacrificar en pos de nuestra visión.
Reflexión final
The Brutalist no es solo una historia sobre la lucha de un arquitecto en un mundo lleno de adversidades, sino también una narrativa sobre la redención y la búsqueda de la identidad en un terreno fértil de creación y destrucción. El enfoque de Corbet capta el drama humano tan presente en la arquitectura, recordándonos que, en última instancia, somos lo que construimos: tanto en términos de edificios como de relaciones.
Así que la próxima vez que veas un edificio, piensa en las historias ocultas detrás de su existencia. Recuerda que cada lugar tiene un arquitecto, una visión, y por supuesto, un dilema. A veces, solo hay que mirar entre las grietas del hormigón para encontrar la belleza de la historia que se despliega.
Y, por supuesto, ¡no olvides disfrutar del viaje! La vida es como un buen proyecto arquitectónico: hay momentos de luna de miel, pero también habrán días oscuros y grises… Pero, eso es lo que la hace realmente interesante, ¿no crees?