En un mundo donde la tecnología avanza a pasos agigantados y las tendencias cambian más rápido que mi decisión sobre qué canal de televisión ver (¿Youtube o Netflix?), a veces nos encontramos en medio de un mar de objetos que, más allá de su valor material, llevan consigo historias que nos conectan con quienes fuimos y con los que amamos. Y aunque a menudo escuchamos esa famosa frase: “solo son cosas”, yo no puedo evitar buscar un poco más de profundidad en cada trasto que guardo. En este artículo, exploraremos cómo los objetos, incluso en su forma más mundana, pueden contar historias conmovedoras, como la de Avelino y su familia y otros momentos de nuestras propias vidas que hemos compartido con nuestros seres queridos.
El surgimiento de las casas y los hogares
Imagina por un momento la Vigo de los años 40, un lugar donde la vida se enfrenta a la postguerra y las dificultades de la escasez. Aquí, Avelino se encuentra en una encrucijada. Después de la muerte de sus padres, hereda un terreno en medio de la incertidumbre y la necesidad. Su esposa, Erundina, que evidentemente es una mujer de recursos y determinación, siente que han llegado el momento de establecerse. Al final, encontrar un hogar es mucho más que simplemente encontrar un espacio físico; es reconstruir sus vidas y ofrecer a sus hijos un futuro mejor. Ah, la eterna lucha por la casa propia. ¿Quién no ha estado allí?
Me acuerdo de cuando tomé que decisión de mudarme de casa. Era un pequeño apartamento en el que, honestamente, ni mi perro quería vivir porque no había espacio para que corriera. Pero, como Avelino y Erundina, había que avanzar. La búsqueda fue emocionante, un poco como un reality show de casas, pero sin las cámaras y con mi madre dándome recomendaciones cada cinco minutos. A veces, el camino es una aventura.
El costo de construir un hogar
Avelino y Erundina se enfrentan a un verdadero desafío: la construcción se ve complicada por la falta de materiales y el estraperlo que acecha en cada esquina. Aquí es donde aparece un personaje interesante: la vecina Maruxa, quien parece tener un contacto en las altas instancias. ¿Acaso no es curioso cómo esos «contactos» pueden abrir puertas, o mejor dicho, oportunidades? Más de una vez me he encontrado pidiendo ayuda a amigos para algo que claramente no debería manejar sola (como ensamblar un mueble de IKEA).
Pero, volviendo a la historia, tras varios enredos y un contacto en el lugar correcto, logran lo que querían: construir un hogar. Pero el precio a pagar es alto. Aquí es donde nos enseñan que a veces, al perseguir un sueño, es necesario poner en la balanza sacrificios personales. La vida de la familia se convierte en un ciclo interminable de sueños, facturas y alquileres.
Abrazando la herencia sentimental
Cada rincón de ese nuevo hogar está lleno de recuerdos y de la impronta de los que allí han vivido. Desde los juguetes olvidados en el desván hasta la famosa máquina de escribir Remington que, al igual que yo en mi juventud, se sintió un poco anticuada entre tantos dispositivos modernos. ¿No has encontrado alguna vez un objeto que te ha transportado a otro tiempo? Yo aún me acuerdo de encontrar un cassette de cintas de los Backstreet Boys en casa de mis padres y sentir que todo iba a estar bien. Aunque quizás no tanto al recordar que todavía tengo sus pósters en mi habitación (sí, todavía).
A medida que la familia crece y se expande, también lo hace el caos que trae consigo. La casa se convierte en un laberinto de historias vividas, de risas y lágrimas, y los “trastos” se amontonan en un hermoso desorden que narra un viaje extraordinario. Algunas de mis mejores anécdotas de la infancia involucran eso, el desorden acumulado de viejos juguetes y libros, que eran tesoros en mi mundo pequeño. Aunque en su mayoría eran simplemente “cosas”.
Cuando las cosas se vuelven recuerdos
Pasa el tiempo y Avelino se exilia a un mundo distinto, dejando atrás no solo su legado, sino también su máquina de escribir. Aquí, las cosas toman un matiz más emocional. Los objetos pueden llegar a adquirir una carga psicológica increíble. Ese momento perfeccionista en el que, al mudarme, decidí deshacerme de cosas que consideraba innecesarias, fue un verdadero test de fortaleza emocional. Esas cartas, esos recuerdos, esos pequeños pedazos de historia que realmente amamos aunque nos digan que “solo son cosas”.
Lo más difícil, sin embargo, es cuando nuestros seres queridos comienzan a desvanecerse. En el caso de la nieta de Avelino, el regalo de la máquina de escribir se perdió; una vez que alguien entra en nuestra vida y comparte.
El dilema de la mudanza
Ahora, volviendo a mi propia vida, cuando decidí poner a la venta la casa en la que vivía con mi familia, me enfrenté a un dilema: ¿Qué hago con todos esos objetos? Nuevamente, solo eran cosas, pero que simbolizaban tanto. Cosas que hablaban de nuestro día a día, de nuestras luchas familiares y de nuestros momentos de felicidad compartidos. Pero siempre está esa fuerza que nos dice que seguir adelante es más importante que aferrarse al pasado. Así que escuché el consejo de mi marido, quien, desde la sabiduría de los años, decía: “No sufras. Solo son cosas”.
Y es cierto. La vida sigue. Los objetos pueden desvanecerse, pero lo que realmente valoramos son los momentos vividos y la conexión emocional detrás de cada objeto. Si la vida es un viaje, nuestros bienes materiales son solo pasajero, algunas anécdotas en el camino. Cuando miro hacia atrás, me gustaría pensar que mis hijos también verán a través de esos objetos una red de recuerdos que les unirá.
La búsqueda de nuevas oportunidades
Al final del día, como Avelino y Erundina, todos enfrentamos decisiones difíciles que nos empujan hacia nuevos caminos. ¿Qué pasaría si pudiéramos aprender a deshacernos de lo material sin olvidar a nuestras raíces? Esto no quiere decir que debamos despojarnos de todo y abandonarlo, sino más bien reconocer que las verdaderas joyas de la vida son las experiencias y enseñanzas que adquirimos en nuestro camino.
Es como cuando escuchas una hermosa canción de Mercedes Sosa que dice que hay que tomar todo lo viejo y dejar que nazcan “cosas nuevas”. En el fondo, lo que realmente importa es cómo estas “cosas” impactan nuestras vidas.
Reflexiones finales
Si has llegado hasta aquí, te invito a reflexionar sobre tu propia vida. ¿Qué objetos consideras realmente importantes? ¿Cuáles son esos objetos que te han acompañado en el camino? La vida se trata de buscar momentos, de acumular experiencias en lugar de cosas, pero al mismo tiempo, no podemos negar el valor sentimental que ciertos objetos pueden tener.
Así que la próxima vez que te encuentres en tu casa cargada de “solo cosas”, recuérdate a ti mismo que lo que realmente importa son las vidas que han tocado y las historias que han contado. Y quizás, en lugar de deshacerte de ellas, deberías aprender a aceptarlas y dejarlas ir, recordando no simplemente las cosas, sino los momentos que representaron. Al final, el viaje de Avelino y Erundina es una hermosa lección sobre el apego emocional y la búsqueda de un hogar, un hogar que no solo vive en las paredes de la casa, sino en el corazón de aquellos que lo habitan.
Recuerda, ¡son solo cosas! Pero también son las piezas que nos hacen quienes somos.