La vida está llena de giros inesperados. A veces, la realidad supera la ficción y nos encontramos en situaciones que, incluso en nuestras peores pesadillas, no hubiéramos imaginado. Uno de esos giros ocurrió en la Comunidad Valenciana en octubre de 2023, cuando una DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) arrasó l’Horta Sud y Utiel-Requena, dejando a su paso un rastro de caos y dolor. Pero, lo que ha hecho aún más difícil la situación es cómo se manejó la crisis desde el poder, un verdadero laberinto de mentiras y desinformación que tiene a muchos preguntándose: ¿es esto un mal sueño o una realidad política?

El contexto y la llegada de la tragedia

Para entender el alcance de los errores cometidos, primero hay que desgranar el contexto de la tragedia. La consellera, Salomé Pradas, ha estado en la palestra desde que asumió su puesto en el Gobierno de Carlos Mazón en 2023. Antes de eso, su trayectoria siempre estuvo marcada por la política, pero, ¿tenía realmente las habilidades necesarias para gestionar un Departamento tan delicado como el de Justicia e Interior? Eso es algo que muchos se han preguntado.

La noche del 29 de octubre, l’Horta Sud se vio azotada por inundaciones devastadoras. Aquella fecha se convirtió en un punto de inflexión no solo para los afectados, sino también para la gestión política de la crisis. La respuesta a la tragedia fue, como bien sabemos ahora, desastrosa, y no por falta de intentos sino por la más pura falta de gestión sensata.

Pradas, abogada de profesión y consellera “del cambio”, se topó con una situación que estaba lejos de controlar. La alerta masiva a móviles se discutió en una reunión clave pasadas las 18:00, pero la primera notificación llegó a los ciudadanos solo a las 20:12, como si los minutos se hubieran estirado en una cruel burla.

La llegada del caos

Ahora, aquí es donde la historia se torna más surrealista. En medio de una catástrofe que exigía respuestas rápidas y efectivas, tanto Pradas como Mazón, aparentemente olvidaron que la gestión de crisis no se aprende en una maestría online. Mientras los ciudadanos se enfrentaban a las consecuencias de la DANA, ellos estaban más enfocados en sus agendas personales.

Recuerdo una vez que, atrapado en el tráfico, un amigo mío me dijo: “Si no llego a la reunión en 5 minutos, me despido de mi carrera”. Esa tensión, ese apuro es algo que todos hemos experimentado. Pero, ¿acaso un político puede permitirse ese lujo en plena crisis humanitaria? Si la respuesta fuera sí, podríamos estar haciendo un llamado a un cambio drástico en quiénes deciden sobre nuestras vidas en momentos de urgencia.

Una competencia de mentiras

Lo que vino después fue un espectáculo que desafía la lógica. Un intercambio público de acusaciones y desmentidos entre Pradas y Mazón. Esa sensación de estar viendo un mal episodio de “La Casa de Papel”, donde la trama se desmorona casi al instante, fue palpable.

Pradas, en un intento por salvar su imagen, afirmó no conocer sobre el sistema de alertas a móviles… hasta que un audio la desmintió. ¡Oh, la ironía! Sin embargo, el verdadero lleno de jolgorio llegó cuando ella misma negó recibir ayuda de la UME (Unidad Militar de Emergencias), solo para ser grabada diciendo lo contrario. La cara de Mazón, muy posiblemente, habría sido una mezcla de horror y diversión.

Es en momentos así donde uno se pregunta: ¿de verdad este es el nivel de responsabilidad que tienen los que nos gobiernan? ¿Deberíamos tomarnos en serio sus palabras, o estamos mejor riéndonos de la absurda comedia que presentan?

El legado de la incompetencia

El impacto de este episodio no solo se limita a las largas horas de incertidumbre y dolor para los afectados por la DANA. La gestión ineficaz de Pradas ha sido cuestionada por el propio partido al que representa. Las voces de descontento dentro del PP no son simplemente ecos lejanos; son manifestaciones de una realidad que afecta a los ciudadanos. La gente no entiende cómo, a pesar de las advertencias sobre el peligro de inundaciones, el Gobierno fue incapaz de tomar decisiones adecuadas a tiempo.

El PP tiene un historial complicado con su respuesta a las emergencias. Recuerdo claramente el accidente del Metro en 2006, uno de los momentos más oscuros en la historia reciente de la Comunidad Valenciana. Y ahora, con la DANA, la historia parece repetirse, pero en una escala aún más inquietante. ¿Quién realmente puede asumir la responsabilidad de estos desastres? ¿Los que están en el poder o aquellos que los eligen?

Una cultura de falta de responsabilidad

Y aquí es donde la visión se torna más sombría. Pradas, junto con Mazón, han sido lacerados por la crítica. Sin embargo, estos no han mostrado una verdadera asunción de culpa. Es casi como si pensaran que el tiempo se encargará de borrar sus errores. Este tipo de cultura de la falta de responsabilidad resuena en muchas administraciones públicas, elevando el nivel de frustración entre los ciudadanos.

La frase “no hay mal que por bien no venga” suena vacía cuando se habla de vidas perdidas y traumas causados por una falta de decisión y acción. La gente quiere respuestas, no excusas. ¿No es acaso su deber hacerlo?

Un futuro incierto

La tragedia de la DANA no solo debería preocupar a quienes perdieron todo, sino también a todos nosotros, que observamos atónitos cómo se desarrollan estas situaciones. Si los que dirigen no toman medidas efectivas en la gestión de emergencias, ¿quién lo hará? Ahora, más que nunca, es evidente que la política necesita una sacudida.

La pregunta se hace evidente: ¿podemos permitirnos un liderazgo que no solamente abuse de su cargo, sino que también lo haga con completo desprecio por la vida de las personas? La respuesta a esto no reside solo en la política, sino en cómo decidimos, como ciudadanos, empoderarnos ante las injusticias y exigir transparencia y eficacia.

Conclusión: un camino hacia la rendición de cuentas

Como cierre, es importante recalcar que la tragedia de la DANA no debe ser solo un capítulo más en la historia política de la Comunidad Valenciana. Las acciones de Pradas y Mazón —y su falta de responsabilidad— no deben quedar impunes. Si hay un lugar donde se necesita un cambio real, es en la cultura que rodea a la política y la respuesta a emergencias.

La comunidad no puede estar en un constante ciclo de gestión ineficaz, falta de transparencia y desinformación. Necesitamos líderes que sepan actuar con rapidez y que, en lugar de intentar deshacer el nudo de mentiras en el que se han enredado, se dediquen a construir un futuro en el que la vida de las personas es la prioridad.

Al final del día, la pregunta persiste: ¿seguiremos permitiendo que quienes nos representan se rían de nuestras desgracias mientras juegan un peligroso juego de política? ¡El futuro está en nuestras manos!