La Comunidad Valenciana se encontró, una vez más, en el ojo del huracán, pero no por su clima soleado y sus playas de ensueño. No, esta vez la historia gira en torno a una serie de decisiones que, a la luz de los recientes acontecimientos meteorológicos, han levantado muchas cejas y, como no, una que otra crítica. En un episodio que parece sacado de una película de desastres, el 29 de octubre se desencadenó una DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) que dejó una huella de caos y confusión. Pero, antes de que entremos en detalles dramáticos, permíteme reflexionar sobre lo que realmente sucedió y cómo los relatos de este día se entrelazan con nuestra vida cotidiana.

El día que el cielo decidió llorar

Si eres de los que creían que los meteorólogos eran unos exagerados, piénsalo de nuevo. La DANA del 29 de octubre fue un verdadero recordatorio de que el clima se puede poner incómodo, y la naturaleza no pide permiso. Pero, más allá de las lluvias y el viento, lo que ocurrió en el ámbito político y administrativo es casi tan revelador como el fenómeno en sí. Porque, seamos honestos, a veces el verdadero drama se desarrolla en las salas de juntas, no en las calles inundadas.

Desconvocatorias y decisiones tardías

El hecho de que varias entidades gubernamentales en la Comunidad Valenciana desconvocaran reuniones el 28 de octubre puede parecer un acto de responsabilidad. Sin embargo, la CanCat, el sindicato libertario CGT, denunció que la Conselleria de Medio Ambiente, Infraestructuras y Territorio, liderada por Vicente Martínez Mus, canceló una reunión con representantes sindicales justo antes del día fatídico. Y aquí es donde se pone más intrigante.

Imagina que tienes una reunión crucial, tus colegas ya están en camino y, de repente, te dicen que ya no se va a llevar a cabo. Pero eso no es todo; los motivos dados por el director general de Medio Natural y Animal, Luis Gomis, fueron para «evitar desplazamientos por carretera». ¿Acaso no es eso una forma casi sarcástica de decir «mejor quédate en casa»? Es como si tu jefe hubiera cancelado un viaje a la playa porque… bueno, se espera lluvia.

Y, como si el universo estuviera jugando a hacer chistes oscuros, el mismo día que los agentes ambientales estaban siendo instruidos a permanecer en sus oficinas lejos de los peligros del cambio climático, el presidente provincial, Carlos Mazón, continuaba con su agenda habitual, sin un asomo de preocupación. ¿Acaso estaba esperando que el clima le enviara una notificación antes de tomar medidas?

Las circunstancias no favorables de la gestión

La Agencia Valenciana de Seguridad y Respuesta a las Emergencias había declarado un nivel rojo de alerta por tormentas. Pero incluso con esa advertencia, el signo de interrogación sobre la eficiencia de la administración se convertía en una exclamación el mismo día de la DANA. ¿Cómo es posible que las alarmas sonaran para algunos, mientras otros estaban de juerga?

Además, el director general de prevención de incendios forestales, Rosa Touris, había dado instrucciones a su personal de no salir al campo, pero eso no impidió que los eventos siguieran en marcha. La Universidad de València decidió suspender clases justo un día antes, una decisión que Mazón criticó. De hecho, el mismo presidente se encontraba en el lugar equivocado en el momento equivocado; un almuerzo con la famosa periodista Maribel Vilaplana mientras que muchos ciudadanos estaban lidiando con la incertidumbre y, en algunos casos extremos, la desesperación.

Un caos que podría haberse evitado

Es inevitable preguntarse, ¿podrían haberse tomado decisiones más acertadas para manejar esta situación? Si los funcionarios hubieran mostrado un enfoque más preventivo, quizás la percepción del público sobre la competencia de estos líderes hubiera sido menos desafiante. La realidad es que, el 29 de octubre, una concatenación de eventos desafortunados reveló que la planificación y la reacción rápida son claves durante emergencias.

Imagina que tú y tus amigos deciden hacer una excursión en un día nublado. Todos dicen que está bien hasta que llega una tormenta. ¿Te quedas a esperar bajo un árbol o decides ponerte a resguardo? En este caso, el Gobierno Valenciano parecía haber optado por ser valientes y quedarse bajo el árbol, con marcas de relámpagos dibujadas en su frente.

El fenómeno de la inacción

Hay que decirlo con claridad: la inacción puede ser tan dañina como aquellos que actúan sin pensar. Cuando te enfrentas a una alerta extrema y decides continuar con el día como si nada estuviera pasando, es como si estuvieras jugando un juego de cartas con el destino y esperando ganar sin saber cómo se siente el mazo.

La lógica detrás de estas decisiones parece haberse perdido entre la burocracia y el deseo de no alarmar a la población. Pero, seamos sinceros, la falta de acción no es lo que la gente quiere escuchar cuando las lluvias torrenciales están en camino. Aquí hay algo que recordar: la prevención es mejor que la cura, una frase común que, aunque a menudo ignorada, nunca ha sido más cierta.

Conclusiones de un día de tormenta

Todos hemos tenido días difíciles en el trabajo, pero es en esos momentos críticos donde se mide la verdadera capacidad de liderazgo. ¿Se puede realmente culpar a todo un consejo de ministros por un día catastrófico? Claro, sería fácil, pero lo que se necesita es un análisis más profundo y crítico. Y aunque el clima puede ser caprichoso, los líderes son responsables de su gente.

Al final, lo que queda claro es que la gestión de emergencias no es solo para los días en que el sol brilla y todo parece ir bien. Requiere un enfoque proactivo, una comunicación clara y, sobre todo, la capacidad de priorizar la seguridad de los ciudadanos sobre cualquier otro interés.

La próxima vez que escuches sobre emergencias meteorológicas en la Comunidad Valenciana, recuerda este episodio. La DANA fue una experiencia que dejó mucho que desear en términos de respuesta, pero que puede ser la oportunidad perfecta para aprender y mejorar.

Después de todo, ¿quién quiere ser el presidente que se sentó a almorzar mientras le daban la bienvenida a una tormenta de proporciones épicas? La respuesta es clara: nadie.

Así que espero que todos, desde los ciudadanos hasta los funcionarios, tomen nota. La próxima tormenta, nos lo agradecerá.