El 29 de octubre de 2023, una dana (Depresión Aislada en Niveles Altos) asoló Valencia, provocando la muerte de 216 personas y dejando una huella de dolor y desolación en la comunidad. A medida que las aguas se retiraban, comenzaron a surgir las preguntas: ¿qué salió mal? ¿Podríamos haber hecho algo diferente? Y, más importante aún, ¿estamos preparados para enfrentar futuras crisis de esta magnitud?

En este artículo, exploraremos no solo los detalles de esta tragedia, sino también las lecciones que se pueden extraer de un evento como este, la falta de previsión y cómo la política puede influir en la gestión de crisis. ¡Acompáñame en este viaje!

El escenario: Valencia bajo agua

Recuerdo una vez, en un viaje a la playa, cuando empezó a llover y, como buen optimista, pensé: «Solo será un chaparrón». Sin embargo, lo que comenzó como unas pequeñas gotas se convirtió rápidamente en un torrente que terminó por arruinar el día. Así es como muchos de los valencianos se sintieron al ver la dana acercándose. La previsión meteorológica anunciaba lluvias, pero ¿quién pensaba que podría ser tan catastrófico?

La dana del 29 de octubre fue una tormenta que tomó a muchos por sorpresa. Se reportaron precipitaciones históricas que inundaron calles y hogares, dejando a su paso no solo daños materiales, sino pérdidas humanas devastadoras. Desde entonces, la exigencia de responsabilidad ha sido un eco que resuena con fuerza entre los partidos de oposición, quienes apuntan directamente hacia el Gobierno del PP, liderado por Carlos Mazón.

¿Quién es el responsable?

La pregunta del millón, ¿verdad? Con el luto aún fresco, los partidos de la oposición han exigido que sea Mazón quien asuma la responsabilidad por la gestión de la crisis. Pero, como diría mi abuelo, a veces es más fácil señalar con el dedo que buscar soluciones efectivas. Entonces, ¿realmente se puede culpar únicamente a una persona por la falta de acción ante un fenómeno natural impredecible?

Por un lado, claro que se necesita liderazgo en tiempos de crisis. Pero también hay un sistema completo detrás de la gestión de emergencias. La planificación, la capacitación de los equipos de respuesta y la inversión en infraestructura adecuada son solo algunos de los pilares que debería sostener la administración en estas circunstancias.

La política y sus altas mareas

Es innegable que la política juega un papel crucial en la gestión de crisis. A menudo, los políticos deben navegar en aguas turbulentas, y no solo por las tormentas naturales. Las decisiones se toman entre presiones de todo tipo: la oposición busca oportunidades para criticar, los ciudadanos exigen respuestas rápidas y los medios de comunicación están listos para arrojar luz sobre cualquier error.

Durante la primera semana tras el desastre, los partidos de la oposición no tardaron en alzar la voz. Exigieron no solo explicaciones, sino también una revisión exhaustiva de los protocolos existentes. Sin embargo, es fundamental preguntarnos: ¿toma la política decisiones a corto plazo por miedo a perder popularidad, en lugar de buscar soluciones sostenibles a largo plazo?

Imagina que eres un político y, al mismo tiempo, un padre. Un día, junto a tu hijo, decides ponerle un paracaídas a tu perro por si alguna vez se sube al techo. Es un poco exagerado, ¿no? Sin embargo, el día que el perro se escapa y se sube al alero, esa pequeña medida podría ser la diferencia entre un susto y una tragedia.

Lecciones de un desastre

  1. Inversión en infraestructura: Este desastre resalta la necesidad urgente de invertir en infraestructura resiliente. Drenajes adecuados, sistemas de alerta temprana y planificaciones urbanísticas que tomen en cuenta el cambio climático son solo algunos de los aspectos que deben revisarse y mejorarse.

  2. Coordinación interinstitucional: La gestión de emergencias no puede depender de un solo organismo. La coordinación entre diversas instituciones —gubernamentales y no gubernamentales— es esencial para asegurar una respuesta eficaz.

  3. Educación y sensibilización: Las comunidades deben estar preparadas para actuar tanto antes como durante una crisis. Aunque no podemos predecir un desastre natural, sí podemos educar a la población sobre cómo prepararse y reaccionar ante una emergencia.

  4. La importancia de escuchar a los expertos: A menudo, cuando las cosas se complican, es fácil dar la espalda a los expertos en el campo. Sin embargo, es fundamental valorar y escuchar a aquellos que están capacitados para ofrecer soluciones informadas durante una crisis.

  5. Transparencia: La claridad y la honestidad en la comunicación durante y después de una crisis son vitales. La población necesita saber lo que está sucediendo y qué medidas se están tomando para abordar la situación.

La esperanza en medio del caos

A pesar de la trágica pérdida de vidas y el sufrimiento humano, las crisis también pueden desencadenar una ola de solidaridad y esfuerzo comunitario. Es un momento en el que todos pueden unirse y prepararse para ser parte de la solución.

Mis propias experiencias durante desastres menores me han enseñado el valor de la comunidad. Tras una tormenta en mi barrio, vi a gente salir de sus casas para ayudar a sus vecinos. Desde llenar cubos de agua hasta preparar alimentos, la solidaridad puede brillar en los momentos más oscuros.

Los afectados por la dana han demostrado que hay esperanza en medio del dolor. Las colectas, ayudas y esfuerzos comunitarios se multiplican para brindar apoyo a quienes más lo necesitan.

El futuro: ¿Preparados o esperando lo inevitable?

Después de un desastre, uno podría pensar que ahora estaremos mejor preparados. Sin embargo, la falta de acción tras cada crisis es un tropiezo recurrente. Mirando hacia el futuro, debemos preguntarnos: ¿realmente estamos haciendo nuestra tarea? Se requiere un compromiso real y sostenido de todos los niveles de gobierno y de la comunidad.

Es fácil hablar de las lecciones aprendidas, pero el verdadero desafío es llevar esas lecciones a la práctica. Después de una serie de fiascos en la gestión de crisis, es importante no caer en la complacencia.

Reflexiones finales

La tragedia del 29 de octubre nos enseña que, aunque los desastres son inevitables, la forma en que respondamos ante ellos no tiene que serlo. La pregunta es: ¿estamos dispuestos a aprender y a actuar?

Para ser honestos, es fácil criticar desde la barrera. Pero también necesitamos involucrarnos, dirigir la mirada hacia nuestras comunidades y preguntarnos: ¿qué puedo hacer yo para prevenir una tragedia similar en el futuro?

Hoy, más que nunca, necesitamos un cambio. Necesitamos involucrarnos en la conversación, apoyar a nuestros líderes a que hagan lo correcto y, sobre todo, ser parte activa del proceso de transformación hacia una mejor gestión de crisis.

Y tú, ¿estás listo para ser parte de la solución? ¡Hagámoslo juntos!