¿Recuerdas esa vez que de un día para otro decidiste salir a la playa y terminó lloviendo a cántaros? Tal vez fue un día como cualquier otro, pero la naturaleza, en su infinita sabiduría, decidió que no era el momento adecuado para tomar el sol. Ahora imagina que ese chaparrón se transforma en un verdadero diluvio. Eso es exactamente lo que sucedió en la Comunidad Valenciana durante la DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) que golpeó España el 29 de octubre de 2024.

Con más de setenta víctimas mortales y lluvias que sobrepasaron los 500 litros por metro cuadrado en solo ocho horas, este evento ha dejado una huella imborrable en la memoria colectiva de muchos. La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) ya lo ha catalogado como uno de los peores temporales de lluvia e inundaciones en la región desde las históricas ‘gotas frías’ de 1982 y 1987. Pero, en lugar de sumirnos en la tristeza, vamos a explorar lo que realmente ocurrió detrás de este fenómeno, las implicaciones y, por supuesto, las lecciones que podemos aprender.

Qué fue la DANA y cómo ocurrió

Primero, es esencial entender qué es una DANA. Este fenómeno, que puede sonar a nombre de algún personaje de una serie de televisión, se refiere a una depresión atmosférica que se forma en niveles altos de la atmósfera. Cuando esta depresión se encuentra con un ambiente húmedo y condiciones climáticas propicias, se convierte en el cóctel perfecto para la tormenta. Horas y horas de precipitaciones incesantes. La Aemet había emitido avisos desde el fin de semana anterior, advirtiendo sobre la posibilidad de un evento meteorológico catastrófico. Sin embargo, como si la madre naturaleza tuviera algo en contra de la previsibilidad, la realidad superó las estimaciones más optimistas de todas.

El experto meteorológico Jorge Olcina mencionó que las previsiones no fueron suficientes y que, de hecho, deberíamos haber considerado un aviso negro (el más peligroso). ¿Por qué no se hizo? Esa es una pregunta que probablemente quedará en el aire, como muchas otras relacionadas con la gestión de emergencias y la predicción del clima.

La primera noche de desastre

Imagina salir de tu casa un lunes por la mañana y, al regresar, encontrar tu barrio cubierto de agua. Eso es lo que muchos residentes de Valencia experimentaron durante las primeras horas de la DANA. Las lluvias torrenciales rapidamente transformaron las calles en ríos imponentes. La Asociació Valenciana de Meteorologia (Avamet) se refirió a la situación como una «barbaridad» histórica. ¿Un escenario digno de una película de catástrofes? Sin duda, pero esta es la realidad que enfrentaron miles de ciudadanos.

Las redes sociales se inundaron de mensajes y fotos de la devastación. «Parece un apocalipsis zombi«, comentó uno de los habitantes de Chiva mientras compartía imágenes del caos. Y no es de extrañar, considerando la magnitud de las inundaciones y la rapidez con la que el desastre se desató.

Por otro lado, Aemet tuvo que desmentir rumores en línea sobre su radar meteorológico supuestamente inoperativo. En realidad, el radar estaba funcionando, pero, al parecer, la naturaleza decidió jugar a los dados y nos superó a todos. Nunca subestimes la capacidad de la tormenta para desencadenar una reacción en cadena de eventos inesperados.

Meteorología 101: ¿Por qué no se vio venir?

Ahora, hablemos un poco de ciencia. ¿Por qué fue tan difícil prever esta catástrofe? Francisco Martín León, meteorólogo de Meteored, nos da la clave: Sistemas Convectivos de Mesoescala. Este término un tanto académico describe un tipo de tormenta que puede ser devastadora. En resumen, se trata de grandes grupos de tormentas que se asocian entre sí para crear una serie de condiciones meteorológicas de alto impacto.

En este caso, las lluvias que se acumulaban en varias localidades hicieron que, de repente, las predicciones se tornaran en realidad. En unas pocas horas se registraron cifras abrumadoras: entre 300 y 600 litros por metro cuadrado en ciertas áreas. Comparado con tu día de playa lloviendo, esto es más como si alguien decidiera abrir de golpe todas las compuertas de un embalse.

¿Cuándo se vuelve la predicción meteorológica un arte?

La realidad es que, aunque los sistemas de predicción han mejorado notablemente, aún hay limitaciones. Intenta hacer una predicción exacta sobre el clima: es más difícil que acertar en la lotería. Pero, más allá de la tecnología, es nuestra responsabilidad como sociedad aprender a escuchar y tomar en serio las advertencias meteorológicas.

La importancia de la respuesta ante desastres

Los que sabían sobre la situación no se cruzaron de brazos. Las autoridades pidieron desesperadamente que las personas no salieran de casa. A pesar de ello, los eventos de esa noche fueron realmente abrumadores. Un equilibrio precario de acción y reacción, si se quiere.

El caso del desbordamiento de la presa de Forata en Yátova es un ejemplo perfecto de cómo las infraestructuras pueden ser puestas a prueba en naturales. La presa evacuó un caudal de 900 metros cúbicos por segundo. Para ponerlo en perspectiva, eso es como si quisieras llenar tu piscina de atrás con una manguera de bomberos. No te recomendaría hacerlo en un día de lluvia, por cierto.

¿Qué se puede hacer para prevenir futuros desastres?

La tragedia de la DANA debe servir como un revulsivo para mejorar los mecanismos de respuesta ante desastres en España. Las clases deberían haberse suspendido antes, y las comunidades deben estar preparadas para actuar de manera rápida y efectiva. En países como Estados Unidos, por ejemplo, cuentan con protocolos que incluyen la suspensión de actividades antes de una tormenta devastadora. ¿Por qué no podemos implementar algo similar? Es necesario.

Reflexiones finales

La DANA se llevó consigo no solo vidas, sino también una lección contundente sobre los poderes de la naturaleza y nuestra fragilidad. Es crucial que, como sociedad, aprendamos de estas situaciones para minimizar el impacto en el futuro. Las promesas de tecnología avanzada y el progreso científico deben ir acompañadas de una gestión adecuada y comunicativa ante desastres.

Por último, recordemos ser empáticos. Cada una de esas setenta vidas perdidas lleva consigo historias, sueños y a personas queridas. En medio del desastre, hay que recordar la importancia de apoyarse mutuamente y compartir recursos y esperanza. Porque después de la lluvia, siempre sale el sol. ¿No es así?