Málaga, ese hermoso rincón de la Costa del Sol que habitualmente evoca imágenes de playas soleadas y tapas sabrosas, ha sido sacudida por un fenómeno que la mayoría de nosotros ya hemos llegado a conocer: la DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos). Pero antes de sumergirnos en los efectos de esta inusual tormenta, permíteme compartir una anécdota personal.

Recuerdo una vez que, tras un paseo por el litoral, decidí detenerme en un chiringuito a disfrutar de un espeto de sardinas. Mientras saboreaba la comida y creía estar en el paraíso, el cielo se oscureció en cuestión de minutos. ¡Adiós, playa! ¡Hola, inundación! Así que, sin más remedio, terminé empapado y con un grifo de agua (mejor dicho, un aguacero) justo encima de mi cabeza. Ese fue mi primer encuentro con el caos urbano ocasionado por fenómenos meteorológicos. Sin embargo, lo que ocurrió recientemente en Málaga, el 9 de octubre de 2023, fue mucho más que una simple lluvia.

El desbordamiento de un fenómeno natural

Pasadas las doce del mediodía, aquella mañana, Málaga entera aprendió lo que significa estar bajo la bota de la naturaleza. Videos que circulaban como espuma en las redes sociales mostraban cómo una inundación afectaba a las calles. Según el consejero de la Presidencia de la Junta de Andalucía, Antonio Sanz, se registraron 757 incidencias solo en la provincia, ¡757! Y uno no puede evitar preguntarse: ¿realmente estamos preparados para esto?

Al principio, la mayoría de las llamadas de emergencia provenían de Vélez-Málaga y Coín. Podrías imaginarme en ese momento, viendo cómo las balsas de agua se convertían en ríos urbanos, reflexionando sobre la variable naturaleza del clima. ¿Deberíamos haber construido más desagües, o acaso la madre naturaleza simplemente decidió que era tiempo de un desfile de “maratón de agua”?

La AEMET y sus advertencias

La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) había pronosticado la llegada de la DANA, pero como suele pasar, siempre hay quienes piensan que «a mí no me tocará». Y así, cuando las luces de alerta empezaron a parpadear, algunos todavía estaban disfrutando del día soleado, ajenos a la tormenta que se avecinaba. A la hora del almuerzo, las selfies en la playa se intercambiaron rápidamente por imágenes de calles convertidas en ríos. Como quien cambia de estación musical para evitar el mal momento… Pero, ¿hay algo más irónico que querer mojarse en una ola y terminar nadando en un charco en medio de la ciudad? Qué época esta.

Evacuaciones y daños

En Benalmádena, la situación se tornó crítica cuando 15 personas fueron evacuadas debido al derrumbe de un muro en la Urbanización Don Marcos. E imaginar una casa desmoronándose por agua y barro… Es como llevar ese viejo dicho del “me he caído en un pozo” a un nivel completamente nuevo. Por otro lado, el Ayuntamiento de Málaga también decidió actuar, desaloja a las viviendas cercanas al río Campanillas por el riesgo de desbordamiento. Un momento de empatía para aquellos que se vieron obligados a dejar su hogar, lo que puede ser emocionalmente desgastante.

En un giro cómico-amargo, el caos también afectó al transporte público. Los servicios ruteros y de metro se suspendieron, dejando a miles de personas atrapadas en el limbo, entre querer desplazarse y tener que contemplar la vida desde el sofá. Mientras tanto, el servicio ferroviario tampoco se libró de la tormenta, con la correcta lección de que a veces, la naturaleza tiene sus propios planes.

El costo humano: atención en centros de salud

La vida no se detiene -debería, pero no lo hace- y los centros sanitarios enfrentaron su propio reto. Si bien en la mayoría de ellos no se registraron daños significativos, sí hubo que trasladar algunas urgencias. Ver a los médicos y enfermeros navegar por el agua para llegar a su trabajo es un relato heroico digno de una película de acción. O al menos, un buen guion de comedia. Uno podría imaginarse al doctor haciendo malabares para no mojarse los zapatos en medio del caos. Pero, más allá de la comedia, está la seriedad del asunto: el bienestar de la comunidad.

El efecto dominó en la vida cotidiana

Como si se tratara de un efecto dominó, los efectos de la DANA no fueron localizados. En el Hospital Axarquía, por ejemplo, algunos profesionales enfrentaron problemas para llegar, causando retrasos en consultas y quirófanos. Me gustaría preguntarte: ¿cuántas veces hemos dejado pasar una cita médica porque nos «da pereza»? Pero, ¿qué pasaría si te enteraras de que las circunstancias lo han hecho imposible, dejando al médico con ganas de hacer su trabajo?

A partir de este evento, la importancia de una buena comunicación se hace evidente. Los médicos que no pudieron llegar al trabajo se pusieron a teletrabajar, mostrando que, en estos tiempos modernos, la tecnología puede ser salvadora. Sin duda hay que dar un aplauso a los que gestionan la atención telefónica, especialmente cuando los profesionales de salud están dedicados a dar la mejor atención posible a quienes realmente la necesitan.

Reflexiones y moralejas ante desastres naturales

¿No es fascinante cómo una lluvia puede cambiar por completo nuestro día a día? Lo que comenzó como un día aparentemente normal se transformó rápidamente en una experiencia de vida o muerte para algunos. Pero, ¿qué aprendemos de todo esto? Primero, la preparación es fundamental. Es una pista que llevamos años ignorando. Pero también hay un segundo aspecto y es que, sin importar la gravedad de la situación, siempre existe ese espíritu de comunidad que se enciende. Esa camaradería en tiempos de crisis es lo que hace que nuestros corazones palpite más rápido.

Saltando a la acción: el papel de emergencias

Quiero rendir homenaje a todos los equipos de emergencia que trabajan incansablemente durante situaciones críticas. En este caso, el Servicio Provincial del Centro de Emergencias Sanitarias (CES 061) activa sus equipos de respuesta. Podemos imaginarlos como los superhéroes del día, preparados para enfrentar cualquier eventualidad. Mientras tanto, los demás profesionales de la sala de coordinación se aseguran de que todo el mundo reciba la atención necesaria.

Me gusta pensar que si las crisis tuvieran un “paseo por el parque”, este sería uno de esos días en que nos damos cuenta de lo valiosas que son nuestras vidas y relaciones.

La reconstrucción y la mirada hacia adelante

A medida que las aguas comenzaban a retirarse, la ciudad de Málaga se encontró en un dilema: reconstruir lo perdido o dejar que pasara la tormenta. Al final, las personas resilientes se levantan tras las tormentas, buscando salir adelante. Las historias de comunidad solidaria surgen en tiempos como estos y, finalmente, eso es lo que hará que la ciudad se eleve una vez más.

Así que, si te encuentras deambulando por Málaga en los próximos días, observa con antorchas encendidas por las manos de aquellos que la llaman hogar. Escucha sus historias, ten una buena risa sobre lo que han vivido, y recuerda que, en este viaje común, somos todos parte de la solución.

Conclusiones (y una sonrisa)

La lluvia puede habernos confundido, la DANA puede que haya dejado su huella, pero hay algo que podemos afirmar: nada nos quitará la alegría que trae consigo la comunidad y el apoyo mutuo. Al final, la vida se trata de aprender a bailar bajo la lluvia, incluso si esa lluvia no estaba en nuestros planes.

Así que la próxima vez que veas un pronóstico de lluvia, recuerda: el clima, al igual que la vida, puede ser impredecible. Pero, con cada bache, también viene la oportunidad de reírnos, aprender y, sobre todo, unirnos para enfrentar cualquier desafío. ¿Quién está contigo en este viaje? Siempre habrá alguien listo para compartir un espeto de sardinas después de la tormenta.