La política es un campo en constante evolución, a menudo orquestado por personajes carismáticos cuyas actuaciones podrían fácilmente rivalizar con un espectáculo de Broadway. Hace poco, mientras tomaba un café y leía sobre la reciente cumbre de la extrema derecha en Madrid, me di cuenta de lo verdaderamente surrealista que puede llegar a ser la política contemporánea. Aquí estamos, en pleno siglo XXI, y en lugar de discutir sobre tecnologías limpias o la igualdad de género, nos encontramos hablando de íconos como Donald Trump y Viktor Orbán en la misma oración. ¡Vaya espectáculo!

La cumbre, organizada por el grupo de extrema derecha más numeroso en el Parlamento Europeo, no solo combinó discursos incendiarios, sino que también sirvió como una plataforma para dar la bienvenida a la llegada de Trump al poder. Aquí es donde la trama se complica: mientras los líderes europeos en esta cumbre buscaban mostrar su apoyo al magnate estadounidense, en mi mente solo resonaba una pregunta retórica: ¿realmente creen que el mundo puede funcionar con políticas que han sido probadas y fracasadas en el pasado?

Un cóctel explosivo de ideologías

La cumbre no solo fue una reunión de viejos amigos. Fue una demostración de fuerza que café-moriría en el corazón de muchos liberales. Con 19 millones de votos en toda Europa, estos líderes están apostando a que su no tan sutil llamado al nacionalismo y sus críticas a las élites resuenen con un electorado ya cansado de las promesas vacías. Por su parte, Santiago Abascal, quien preside formalmente el grupo Patriots, sirvió como el anfitrión. Sin embargo, la verdadera estrella fue Viktor Orbán, el primer ministro húngaro, quien comenzó su discurso hablando sobre los «sufrimientos» que todos debían enfrentar. ¡Como si fuéramos parte de alguna especie de club de dolor!

Mi primera reacción fue recordar ese momento awkward—quiero decir, incómodo—de ir a una reunión familiar en la que todos parecen estar compitiendo por ver quién tiene la historia más trágica. Orbán, con casi 15 años en el poder, se erigió como el maestro de ceremonias de las quejas sobre la «invasión de inmigrantes» y la corrupción de los «ideales cristianos». Su retórica fue lo que postergó mis esperanzas de un mundo un poco más tolerante.

Orbán: el faro de la extrema derecha europea

“Soy un laboratorio de la política conservadora”, afirmó Orbán. Aquí me encontré reflexionando: ¿qué tipo de experimentos está conductando? ¿Pruebas de cómo dividir aún más a sus ciudadanos? Orbán se destacó no solo por ser el político más aplaudido de la jornada, sino por demostrar que el modelo de Trump era lo que toda Europa necesitaba adoptar. ¡Un aplauso para el futuro!

El discurso de Orbán fue una mezcla potente, donde el orgullo cristiano se combinó con el rechazo tanto a las élites políticas como a los migrantes. ¿Y qué tal el control del sistema judicial? Pues eso fue convenientemente ignorado. La narrativa era clara: el pueblo de Europa estaba atrapado en las garras de una tecnocracia que los oprimía.

La voz que resuena: Marine Le Pen

No podemos olvidar a Marine Le Pen, quien ha hecho un arte de ser la figura de la resistencia en la política francesa. Finalmente, después de años de estar en la sombra de otras figuras, Le Pen ha emergido como uno de los faros de esperanza para aquellos que buscan un cambio radical. “¡Las élites han fracasado!”, proclamó con un gallito en la voz. Esa frase fue casi un eco en la sala, resonando con el descontento generalizado hacia las políticas de la UE. Quiero decir, no sé ustedes, pero a veces me siento un poco Le Pen cuando las cosas no van bien en la oficina y mi jefe intenta darme consejos sobre cómo organizar mejor mi tiempo. ¡Y pensar que hay gente que creería que dicha retórica puede cambiar el mundo!

Le Pen quiso recordar a todos que la creatividad y el talento europeo no deberían caer en manos de «tecnócratas». No obstante, mi pregunta es: ¿realmente están ofreciendo una alternativa viable? Después de todo, hablar sobre valores culturales elevados es fácil; implementar cambios para que se sientan verdaderos puede ser la parte complicada.

Un coro de voces: Wilders, Salvini y la inmigración

El evento en Madrid no fue solo una pasarela para las figuras prominentes. Geert Wilders, de los Países Bajos, también tuvo su momento de gloria. ¡Y qué presentación! Gritando sobre la “invasión islámica” y lecciones de historia sobre España, su mensaje era claro: aquí hay soluciones. Es interesante cómo estos líderes tienden a señalar a otros; ¡es como se tratara de uno de esos sketch cómicos donde todos se apuntan con el dedo! La historia nos ha enseñado que la división nunca ha llevado a la unidad.

Matteo Salvini, por su parte, se presentó en un tono casi conciliador—un cambio notable si recordamos sus años de ser considerado un “duro” en Italia. Dijo, “menos UE y más libertad”. Un lema que sonó maravillosamente, pero ocultaba un trasfondo que recordar. Mientras tanto, el recuerdo de sus días de bloquear a refugiados flotaba en el aire.

La narrativa de la imposición

No importaba qué político subía al escenario; todos tenían una narrativa similar: preservar las “tradiciones” a toda costa. Pero, ¿qué pasaría con las nuevas tradiciones? ¿El reconocimiento de los derechos de los migrantes o la integración cultural? Este tipo de preguntas parece estar ausente en sus ideales. Sin embargo, entre toda la cacofonía, hay un mensaje que podríamos sentir flotar en el aire: un deseo profundo de recuperar un sentido de identidad que muchos sienten que se ha perdido.

El fenómeno del populismo: un inesperado regreso

Estar en el aquí y ahora es un privilegio, pero muchos no pueden evitar mirar con nostalgia hacia tiempos que sienten que se han desvanecido. Este fenómeno de la extrema derecha resuena profundamente con muchos, especialmente en un mundo que se siente cada vez más incierto y cambiante. ¿Es este retorno de ideologías más arcaicas un reflejo de malos tiempos? La cumbre de Madrid, con su altavoz para estas ideas populistas en un escenario global, parece ser la respuesta a esa inquietud.

A medida que naufragamos por la vasta ola del populismo, pregunto: ¿será este un ciclo que terminará en el olvido o se consolidará como una nueva era política? Las últimas noticias de un mundo dividido sugieren que, en lugar de encontrar una solución duradera, estamos ante un conflicto constante: un tira y afloja entre deseos humanos y la dura realidad de la política.

Reflexiones finales: ¿hacia dónde vamos?

Al cerrar este capítulo sobre la cumbre de Madrid del grupo de extrema derecha, recordamos que la política siempre ha sido un teatro y, a veces, hasta un circo. A pesar de todos los discursos adornados, lo que realmente se necesita es diálogo genuino, comprensión y, sobre todo, una idea clara de hacia dónde queremos ir como sociedad. Mientras tanto, me quedo con mi café y la esperanza de que el futuro pueda tener un giro inesperado que nos lleve a caminos más cálidos y generosos. Después de todo, ¿no es realmente el propósito de la política hacer que nuestras vidas sean un poco mejores?