La COP29, la Conferencia de las Partes sobre el cambio climático, ha comenzado en Azerbaiyán, en un momento crítico donde la crisis climática está en el centro del escenario global. El cambio climático no es solo un término que vemos en las noticias; es una realidad que nos golpea en la cara cada día. Desde las devastadoras inundaciones en Valencia hasta los huracanes implacables en el Caribe, los efectos son palpables y requieren una respuesta colectiva. Pero, ¿estamos listos para enfrentar esta amenaza? Vamos a explorar lo que nos han revelado este evento y sus protagonistas.

Un inicio con un fuerte mensaje

El ministro de Ecología y Recursos Naturales de Azerbaiyán, Mukhtar Babayev, no se anduvo con rodeos. En su discurso de apertura, mencionó cómo lo ocurrido en Valencia es un claro recordatorio de las consecuencias del calentamiento global. “Estamos camino de la ruina”, afirmó, abriendo así la puerta a un debate acalorado sobre cómo deben evolucionar nuestras políticas. Si te suena a algo apocalíptico, no es para menos. Cuando una persona es consciente y expresa en voz alta sus preocupaciones, es necesario escucharla.

Una anécdota que siempre me viene a la mente cuando escucho acerca de estas cumbres es un viaje que hice a un par de islas en el Caribe hace unos años. Las playas eran impresionantes, pero el contraste con lo que escuché de los lugareños fue perturbador: “este lugar no será lo que era en una década”, dijo uno de ellos. Y, lamentablemente, tenía razón. Cada vez que el clima se vuelve más extremo, las personas como mi amigo en el Caribe se ven amenazadas.

La necesidad de financiamiento

Uno de los puntos más críticos que se discutieron en la cumbre es la financiación climática. Babayev enfatizó la necesidad de multiplicar los esfuerzos para dotar de fondos a la adaptación y mitigación del cambio climático. “No se trata de un acto de caridad, sino de un compromiso moral”, declaró. Es difícil no sentirse abrumado por la responsabilidad, ya que cada uno de nosotros tiene un rol que desempeñar en esta batalla, tanto a nivel individual como colectivo.

Recuerdo haber leído en alguna parte que el compromiso moral va de la mano con la acción. Imaginen a un grupo de amigos en una cena. Cuando uno se ofrece a pagar, puede que no se sienta cómodo si los demás solo observan. Así sucede cuando los países desarrollados ofrecen ayuda a los más vulnerables: es fundamental que todo el mundo se involucre en este asunto. Si no lo hacemos, todos pagaremos las consecuencias.

Nos encontramos en tiempos difíciles

El enfoque del Secretario Ejecutivo de la CMNUCC, Simon Stiell, no fue menos sincero. Durante su intervención, mostró una foto desgarradora de su vecina Florence cuya casa fue destruida por el huracán Beryl en su país natal, Granada. Una imagen que vale más que mil palabras. Este tipo de narrativas personales nos recuerdan que el cambio climático no es solo un problema abstracto, es un fenómeno que impacta vidas, familias y comunidades enteras.

Hasta aquí, admito que me siento como un narrador de cuentos tristes. El cambio climático es un gigantesco monstruo del armario del que muchos preferiríamos no hablar. Pero, al igual que el monstruo, el cambio climático no desaparecerá simplemente por ignorarlo. ¿Cuántas más historias personales necesitamos escuchar para entender que este es un tema urgente?

La ausencia de líderes

Uno de los temas más relevantes en la jornada inaugural fue la notable ausencia de importantes líderes mundiales. Políticos como Ursula Von der Leyen, Emmanuel Macron y Joe Biden no asistieron a la cumbre, lo que generó un ambiente de inquietud. ¿Es que realmente no comprenden la gravedad del problema? Tal parece que prefieren delegar en otros en lugar de asumir la responsabilidad de estar presentes.

Recuerdo una ocasión en una reunión de trabajo donde noté que algunos colegas tan solo se rascaban la cabeza sin aportar nada. Esa sensación de vacío y de falta de acción es desesperante. Pero a la vez me pregunto: ¿es posible que lleven las manos atadas por políticas internas o simplemente están demasiado ocupados? El cambio climático demanda un liderazgo decisivo.

La dura crítica de António Guterres

Con su inconfundible estilo directo, el Secretario General de la ONU, António Guterres, no dudó en señalar la insuficiencia de los planes climáticos presentados por los países. Su afirmación de que “ningún país está a salvo” es aterradora pero, al mismo tiempo, profundamente humana. Me recuerda a esos momentos en los que tomamos decisiones por nuestra salud o bien estar, pero a veces, el miedo a lo desconocido nos detiene.

Algunos podrían pensar que estas cumbres son solo discursos vacíos y promesas nunca cumplidas. Sin embargo, Guterres se convirtió en la voz de la urgencia, instando a los asistentes a actuar y responsabilizarse directa e inmediatamente. “¿Escuchan ese tic-tac?” preguntó, haciendo referencia al incesante avance del tiempo frente a la crisis climática. Imaginen que cada uno de nosotros cuenta los segundos que nos quedan para actuar. Esa es la trascendencia de lo que está en juego.

El futuro: una cuenta atrás

Como dijo Guterres, estamos en la cuenta atrás final para limitar el aumento de la temperatura global a 1.5 grados. Tal objetivo parece un sueño lejano, especialmente cuando observamos incendios forestales en Canadá, huracanes devastadores, y la tendencia de desastres naturales en diferentes partes del mundo. Sin embargo, el cambiar el rumbo no es imposible; requiere un enfoque colectivo y un cambio en nuestras prioridades.

Es muy fácil sentirse abrumado y adorar a nuestro sofá como refugio ante esta crisis. Vamos, yo también he estado ahí, encerrado en mi burbuja de confort. Pero, ¿cuánto tiempo más podemos permitirnos mirar hacia otro lado sin que las repercusiones nos afecten directamente?

La llamada a la acción

El mensaje final de Guterres resonó con firmeza: “solo ustedes pueden cumplir con las ambiciones y acciones climáticas nacionales”. Está claro que solo hay un camino hacia adelante, y es a través de la acción. Las decisiones que tomemos hoy no solo impactarán nuestras vidas, sino también el futuro de las próximas generaciones. La misión es clara y, aunque podamos sentir el peso en nuestros hombros, cada esfuerzo cuenta.

Te lo prometo: cada pequeño gesto que hagas tiene su eco en el vasto océano de acción climática. Puede ser simplemente optar por el transporte público, reducir el uso del plástico, o incluso participar en foros comunitarios para levantar la voz. Todo suma.

Conclusiones

La COP29 en Bakú podría ser un punto de inflexión. Lo que suceda en las próximas semanas definirá nuestro camino hacia un futuro sostenible o hacia una catástrofe impulsada por la falta de acción. Pero no quiero sonar pesimista. Si hay algo que he aprendido a lo largo de mis años de observación en estos eventos es que la comunidad puede crear cambios reales. La movilización social, las elecciones responsables, y un compromiso auténtico pueden calar hondo en la agenda global.

Así que la pregunta sigue en pie: ¿qué haremos nosotros, como individuos y como sociedad, para garantizar que la historia que contemos en el futuro no sea un cuento de horror, sino un relato de resiliencia y unión ante la adversidad? La respuesta está en nuestras manos. ¡Hagamos que cuente!