La vivienda es un derecho fundamental, lo dice la Constitución española y lo repiten legisladores, activistas y la mayoría de las personas bienintencionadas. Pero, ¿qué pasa cuando ese derecho se convierte en una lucha diaria? Hoy vamos a hablar de Mariano, un hombre de 56 años que se enfrenta a la inminente amenaza de un desahucio en su hogar de toda la vida, sin saber cómo va a continuar su vida si lo echan de su casa.

Una situación trágica: la vida de Mariano

Imagina un día cualquiera en el que te sientes en tu salón rodeado de los recuerdos de toda tu vida. Funciona como si se tratara de un viaje al pasado: fotos familiares, objetos que tienen un significado especial, e incluso algunos muebles que han resistido el paso del tiempo, como ese sofá que tus amigos jurarían que tiene más años que tú. Para Mariano, esto es más que un simple salón; es el hogar que ha llenado de memorias durante casi medio siglo.

Sin embargo, su hogar ahora es objeto de una batalla legal, enfrentándose a un segundo intento de desahucio. Su mirada, que refleja el dolor de su angustia, se encuentra con la dura realidad de una notificación judicial que amenaza con cambiar su vida por completo. “Me veo en la calle”, dice con una voz temblorosa y los ojos llenos de lágrimas. ¿A quién no le daría miedo perder todo lo que considera suyo?

La historia detrás del desahucio

La dueña de su piso es Carmen Elzaburu, una mujer de 94 años con una vasta historia familiar y un patrimonio que incluye al menos 13 viviendas y varios cotos de caza. Sí, has leído bien: cotos de caza. Mientras tanto, Mariano vive en su hogar con un esfuerzo diario por mantener la estabilidad. Se enfrenta a problemas de salud graves y cuentas que parecen acumularse como una montaña, ahí a la vista de todos, pero inalcanzables.

A menudo, las historias de alquiler se contrastan con las del gran capital. Pero, ¿qué pasa con las personas como Mariano? ¿Quién se preocupa por transformar los alquileres en una herramienta para ganar dinero en lugar de un espacio para vivir?

Una lucha de vecinos

Lo más conmovedor de la situación de Mariano es la solidaridad que ha encontrado en su comunidad. La Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) ha sido fundamental en la difusión de su caso y han llenado Vallecas de carteles con su imagen. “Vallecas no es vuestro coto de caza” es el lema que les acompaña en su lucha. Gran parte de la comunidad se une a la causa, y no es raro ver a sus vecinos haciendo turnos en la puerta de su casa, dispuestos a impedir el desahucio.

¿No es asombroso cómo la gente puede unirse por un objetivo común en tiempos de crisis? Me recuerda a una vez en la que, para ayudar a un amigo, organizamos una especie de «squad» de amigos para pintarle la casa un fin de semana. Nos ensuciamos más de lo que pintamos, pero lo importante era el esfuerzo colectivo. A veces, la vida necesita de esos héroes anónimos que nos recuerdan que no estamos solos en esta lucha por la vida.

El drama humano de la vivienda

Mariano no es el único en Vallecas enfrentándose a esta situación. Sus palabras resuenan con una tristeza profunda. “Vivo de la caridad”, confiesa, mientras bromea sobre la barra de pan que le dejan sus vecinos en el picaporte. A veces, la ayuda de las personas cercanas es lo único que se tiene en medio de la soledad. La mirada desesperada de Mariano nos recuerda que detrás de las cifras de desahucios hay historias personales, sueños rotos y una realidad desoladora.

Desgraciadamente, la deuda acumulada se convierte en la herramienta que se usa para justificar el proceso de desalojo. Mariano ha intentado, y con frecuencia ha logrado, hacer frente a sus deudas, pero las circunstancias han sido abrumadoras. ¿Por qué, a pesar de su esfuerzo por cumplir con sus obligaciones, se encuentra ahora al borde de la calle?

La legislación tocando de oído

Con las recientes modificaciones en la Ley Estatal de Vivienda, los “grandes tenedores” de inmuebles, aquellos con más de 10 propiedades, están obligados a un proceso de conciliación o intermediación cuando se trata de una vivienda habitual y una persona en situación de vulnerabilidad económica. Sin embargo, si te sientes como Mariano, ¿no es frustrante pensar que tu vida y tus sueños dependen de unas regulaciones que parecen llegar tarde y se aplican de manera desigual?

A veces, es como jugar a ser el héroe de tu propia vida, teniendo que lidiar con un sistema que parece no entender ni tu realidad ni tus necesidades.

La incertidumbre del futuro

Mariano no tiene ingresos, ni beneficios, ni siquiera asistencia social. Su vida ha estado marcada por la fragilidad de un sistema que parece jugar en su contra. “Ojalá que no, pero me veo en la calle”, reflexiona en una mezcla de desesperanza y tenue esperanza. Eso, por supuesto, no significa que no tenga planes de acción. Luchar, como ha hecho desde mayo, es lo que está en su ADN ahora. Cada día es una montaña rusa de emociones, desde la ansiedad hasta los momentos de chispa donde intercalada una broma acerca de la versión de su vida que podría estar viviendo si todo fuera diferente.

Y aquí está el dilema: al final del día, ¿quién escucha a personas como Mariano? ¿Quién se ocupa realmente de su bienestar? Las redes sociales deberían ser el refugio donde se alzan las voces, pero muchas veces quedan atrapadas en un eco sordo.

Un final incierto

Mientras espero saber el desenlace de la lucha de Mariano, me encuentro reflexionando sobre la humanidad y la empatía que podemos intentar cultivar en nuestras comunidades. Las historias como las de Mariano nos recuerdan que no son solo números en una estadística; son vidas que pueden ser cambiadas si todos ponemos un poco de nuestro esfuerzo. Es un recordatorio de que un chiste cotidiano puede brindarle a nuestro vecino el momento que necesita para sonreír, pero también que esa sonrisa puede ocultar una pena tremenda.

Y así, nos encontramos nuevamente en la casa de Mariano, con la incertidumbre latente del que sabe que este jueves puede ser el último día en su casa. ¿Qué será de su vida? La respuesta está en manos de un sistema que, hasta ahora, ha fracasado al escuchar esas historias.

Si hay algo que podemos llevar con nosotros después de leer sobre la vida de Mariano, que no se quede solo en palabras. Porque al final del día, todos queremos un lugar al que llamar hogar. Y mientras sigamos ignorando la lucha de quienes no lo tienen, seguiremos condenados a repetir la historia una y otra vez.

Conclusión: Un llamado a la acción

Así que aquí está el reto: no seamos solo voyeurs de la tragedia y el sufrimiento ajeno. La próxima vez que escuchemos una historia como la de Mariano, hagámoslo personal. Preguntémonos cómo podemos ayudar, cómo podemos hacer escuchadas estas voces y cómo podemos apoyar la lucha por el derecho a la vivienda digna. Porque, al final del día, el hogar es más que un lugar; es donde encontramos seguridad, alegría y paz. Y todos merecemos eso, ¿no crees?