¡Hola, aficionados a la fiesta! Hoy nos adentraremos en un tema que ha generado tanto fervor como controversia: la corrida de toros del pasado 15 de septiembre en la Plaza de Las Ventas. Pero antes de que empiecen los abucheos o aplausos, déjenme aclarar que, aunque yo también disfruto de una buena corrida, no soy un experto taurino. Soy más bien el aficionado que va a la plaza buscando emociones, esperando ver esas faenas que ponen a todos de pie, y a veces, solo encuentra toros que parecen más modelos de pasarela que verdaderos animales de pelea.
Toros guapos, pero desangelados
Si la belleza fuera el criterio principal, la corrida de aquel día podría haber sido un concurso de toros guapos. Desde el primero de Concha y Sierra, que era una estampa que dejaba sin aliento a cualquiera, hasta el elegante sexto de Salvador Gavira, estos toros estaban mejor presentados que muchos de nosotros en nuestra primera cita. Pero, como suele ocurrir en el mundo del toreo, la apariencia no lo es todo. Cuando los toros salen a la arena, no basta con ser guapos; se requiere un poco de carácter y, lamentablemente, esos toros estaban más desganados que yo un lunes por la mañana.
Los aficionados, con el gusanillo en el estómago por las expectativas, se encontraron con un espectáculo de toros mansos, distraídos y descastados. El tercer y cuarto toro fueron, tal vez, la única excepción, pero incluso ellos no lograron encender la llama de la emoción como se esperaba. En mi experiencia, hay pocas cosas más frustrantes que sentarse en la plaza con ganas de ver un espectáculo y encuentras un ‘papelón’ insufrible. ¡¿Por qué no puede ser un día de esos gloriosos donde los astados se enfrentan a los toreros como verdaderos guerreros?!
La opinión del público: ¿exigencia o desmesura?
Ah, el público torista, esa combinación de fieles seguidores y críticos de la operación de vomitar peluquería y moda. En momentos como este, no puedo evitar recordar una anécdota personal. Una vez, durante una corrida en mi ciudad, un aficionado comenzó a pedir que devolvieran a un torero por haber matado un toro al primer intento. Ese día me di cuenta de que la pasión en las corridas no solo involucra a los toreros, sino también a aquellos que están en los tendidos, gente que podría dar clase maestra sobre exigencia. Venían a ver lucha y coraje, no lo que parecían accesorios de una tienda de mascotas.
Aquel día en Las Ventas, se escucharon protestas e incluso pitos, algo poco habitual, y la verdad, un poco molesto. ¿Realmente era para tanto? Algunos applaudiendo al toro más deslucido de la tarde como si hubiera hecho un malabarismo en un circo, solo para fastidiar a Amor Rodríguez, que fue víctima de su propio destino.
Rafael de Julia: un oasis en la tarde
Sin embargo, entre tanta desilusión, surgió un rayo de esperanza de la mano de Rafael de Julia. Su experiencia como profesor en la escuela taurina de Madrid se hizo evidente en su actuación. Imagínense un maestro que regresa al escenario después de una larga ausencia, como esos alumnos que se reencuentran con sus compañeros en una reunión de antiguos estudiantes y sorprendidos de que todos sigan viéndose igual: ¡sí, exactamente igual, pero con un poco más de canas! De Julia trajo consigo una mezcla de nostalgia y buen gusto, y lo demostró en el cuarto toro, el único que logró despertar algo de emoción en la tarde.
Su faena fue medida, hilvanada y con detalles técnicos que deleitaron al público. Esa vuelta al ruedo, aunque no tuvo oreja, fue un recordatorio de que en el mundo del toreo, la calidad muchas veces supera a la cantidad. ¿Quién no ha disfrutado de una buena siesta después de haber recibido una mala crítica en su trabajo? Así me sentí al ver a De Julia, que a pesar de la presión, logró destacar donde otros fracasaron.
Ángel Sánchez y Amor Rodríguez: Luchadores en aguas turbulentas
Ahora bien, hagamos un poco de introspección. ¿Qué pasa cuando un torero llega a la plaza con la presión de dejar una huella y se encuentra con un toro que parece haber tomado un par de tranquilizantes el día anterior? Ángel Sánchez no tuvo suerte con su primer toro. En lugar de ser el héroe del día, se vio forzado a enfrentar la frustrante realidad de un toro deslucido y aburrido. La reacción del público no se hizo esperar y se empezaron a escuchar comentarios en voz alta desde el tendido, como si fueran comentaristas de un partido de fútbol.
Por otro lado, Amor Rodríguez llegó con grandes esperanzas pero, como a tantos, le tocaron los peores lotes. Eso es tan agotador como esperar en una fila para comprar una entrada y terminar viendo una película decepcionante. La presión aumenta y cada fallo se convierte en un asunto de vida o muerte. En su caso, los tres avisos dados al presidente al final de su faena fueron una señal clara de que no había sido un día de suerte, y eso es algo con lo que todos podemos identificarnos, ¿verdad? Todos hemos tenido días en los que nos sentimos torpes y como si el universo conspirara en nuestra contra.
Un vistazo a los ganaderos y sus toros
A lo largo de esa tarde, se lidió un festival de seis ganaderías que presentaron toros bien presentados, cada uno con su propia historia, aunque no todos lograron dejar huella. Desde la espectacular presencia del primero de Concha y Sierra hasta el último, de Salvador Gavira, que resultó ser un manso e inválido. Todos bien presentados, pero claramente, la naturaleza no les otorgó el carácter necesario para dar espectáculo.
Podemos pensar también en el papel de los ganaderos, ¿qué procesos siguen para preparar a sus toros para este tipo de eventos? ¡Es una verdadera lección de dedicación! Sin embargo, a veces, uno debe preguntarse, ¿importa más la apariencia externa que el corazón que llevan dentro?
Por cierto, hablando de ganaderías, he recordado un momento cualquiera de mi vida de torero frustrado en el que, tras un largo tiempo en el gimnasio, decidí desafiarme a mí mismo a hacer una corrida, solo que esta vez, el único recibiendo los golpecitos fue mi propio orgullo. ¡Un desastre, pero qué manera de aprender de mis errores!
Conclusión: ¿qué nos llevamos de esta corrida?
Al final del día, la corrida del 15 de septiembre fue una mezcla de emociones. Aunque en términos de faenas y espectáculo no fue exactamente memorable, siempre habrá momentos que rescatar: risas, abrazos con amigos, y el disfrutar de una cerveza bien fría mientras comentas la actuación de todos. Es parte de la magia de las corridas de toros, ¿no creen?
La pasión y la historia que envuelve a la fiesta nacional siguen vivas, aunque algunas tardes no cumplan con nuestras expectativas. Pero eso es lo que hace que cada corrida sea única, para bien o para mal. ¡Así que ya saben, el próximo evento en la plaza podría ser un torero emergente que lleve a todo el mundo al delirio! Mientras tanto, sigamos disfrutando de la belleza y la complejidad de este fascinante mundo.
La próxima vez que vayas a una corrida, recuerda: no todo lo que reluce es oro, pero cada toro tiene la capacidad de sorprenderte. ¡Hasta la próxima, amigos!