La historia de la Fundación Andaluza Fondo de Formación y Empleo (Faffe) es un relato de intrigas, nepotismo y decisiones que pueden hacer que más de uno se rasque la cabeza y se pregunte: «¿Esto es legal?». Por no hablar del humor involuntario que surgen de los mensajes de correo electrónico que parecen sacados de una serie de comedia en lugar de una entidad pública. Acompáñame en este recorrido por los pasillos de una institución que, aunque extinta, sigue dando que hablar.

Una fundación con horas contadas

En las últimas semanas de la Faffe, el ambiente era tenso. Entre corrillos de empleados, murmullos de incertidumbre y un “¿qué pasará con nosotros?” generalizado, no era de extrañar que la organización estuviera buscando reforzarse con nuevas contrataciones. Pero, además de salvar su piel, se trataba de los últimos coletazos de un organismo que ya tenía su funeral programado.

En abril de 2011, justo cuando el fin era inminente, el departamento de Recursos Humanos dio la bienvenida a un nuevo administrativo. Aunque su llegada no era un hecho excepcional, el contexto era lo que hacía a esta incorporación especial: se formalizó mientras los directivos se despedían de su querida fundación.

Imagina eso por un momento: recibes un email que te dice que tienes un nuevo compañero, y a la vez, que la empresa está cerrando. “¡Bienvenido! ¡Por favor, recordad no encariñaros demasiado con la silla que ocupas!”, podría haber sido un comentario sarcástico adecuado en esa situación. Pero no todo era humor, claro. Muchas personas se enfrentaban al temor de perder su empleo, un sentimiento que desde luego hoja de ruta en la Faffe.

Los últimos fichajes de la Faffe

En los últimos meses de la Faffe, entre septiembre de 2010 y abril de 2011, se dieron una serie de contrataciones a gran escala. En total, ¡46 personas! Técnicos, administrativos y personal de apoyo invadieron las oficinas de la organización como si fueran las últimas galletas en una bolsa. A algunos les hizo reír la inocente ironía de saltar al mercado laboral justo cuando otros estaban siendo despedidos.

Se dice que el 26 de abril de 2011, justo tres días antes de que el Gobierno de Andalucía certificara que la Faffe no iba a sobrevivir, se firmaron contratos de última hora. Pero el escenario era más preocupante de lo que parecía; ahora quienes eran desempleados serían los que asesorarían a otros desempleados. “¿Quién necesita un curso de formación en empleo en un lugar donde estamos a punto de cerrarlo?” es una pregunta que se me ocurre y seguramente muchos se hicieron en aquel momento.

Los nuevos fichajes aparecieron en centros de empleo a lo largo de toda Andalucía, donde se esperaba que gestionaran el desempleo mientras ellos mismos eran parte de un funcionario que carecía de sentido.

La gestión del despido: un arte que se perdió

El 29 de abril de 2011, el patronato de la fundación acordó su extinción. El acto simbólico que representa el cierre de tópicos importantes de la historia reciente de la política andaluza. Mientras tanto, se aseguraban que ninguno de los 1.664 empleados quedase en el limbo del desempleo gracias a la subrogación. Eso, por lo menos, carga algo de responsabilidad cuando las decisiones del pasado se vuelven puñales cargados de ironía para el futuro.

El acuerdo que garantizaba la conservación de sus condiciones laborales fue celebrado como una victoria, aunque algunos, como diría mi abuela: “A río revuelto, ganancia de pescadores”. Muchos de estos trabajadores fueron absorbidos por el Servicio Andaluz de Empleo (SAE). Sin embargo, la naturaleza de este último acuerdo no dejaba de tener algo de humo en el aire.

Contratos y auditorías: el juego de la legalidad

La investigación conducida por PricewaterhouseCoopers resaltó un problema preocupante: centenares de contratos firmados a última hora en una situación insostenible. Se dio un “colectivo de trabajadores cuya primera contratación se produjo en fechas muy cercanas a la subrogación” que comprometía las bases del sistema. Un signo del “todo vale” en un clima laboral cargado de indecencias y favoritismos.

Las consecuencias de estas decisiones se observan hasta hoy. La auditoría concluyó que a pesar de que se había dado de alta efectiva a la plantilla «de modo ajustado a Derecho», había un aire de ilegalidad si se miraba desde otro ángulo: un sistema que lentamente crea diferencias salariales y laborales de forma permanente.

Nepotismo en la Faffe: ¿de qué lado estás?

Los hallazgos recientes de la Guardia Civil arrojan más sombra sobre Faffe. Se encontraron correos que demuestran una red de nepotismo en la que los favoritismos marcaban la pauta. Según los correos electrónicos, directivos solicitaban la incorporación de personas por el hecho de ser amigos, familiares o incluso por afinidades políticas. “¿Le gustaría enviar su currículum por correo o por favor, hágamelo llegar con la promesa de una cena?” es lo único que me falta escuchar.

Una de las situaciones más surrealistas fue un correo enviado por Antonio Jiménez Cuenca, director de Recursos Humanos de la Faffe, en el que encargaba la contratación de amigos, parientes y aliados de política, recordándoles que tenían que destruir el correo después de utilizarlo. Claro, ¡porque no hay nada mejor que dejar evidencia de que le has hecho un favor a tu primo en una entidad pública!

Un largo camino hacia la justicia

El final de la Faffe y su legado dejado atrás de despilfarros y rencillas políticas empieza a parecerse a un melodrama. Fernando Villén Rueda, el líder en sus días de gloria, fue condenado por otros delitos que han dejado el escándalo en el enfoque de todos: ¿cómo se puede pagar con fondos públicos por servicios indeterminados en prostíbulos? Tantas preguntas para una única respuesta: los sistemas corrompidos no pueden sostenerse por mucho tiempo.

Además, se enfrenta a una acusación más: haber enchufado a un exalcalde del PSOE que, como muchos otros, tendría un trabajo que no precisaba de su presencia. La pregunta es simple: “¿Te imaginas cobrar 4.000 euros al mes por no hacer nada?” Esa es la versión moderna de la suerte, pero en lugar de dejarla al azar, se parece más a una danza con una banda sonora muy inapropiada.

Reflexiones finales: ¿qué futuro para la gestión pública?

La historia de la Faffe es un recordatorio de que las instituciones y fundaciones deben ser vigiladas de cerca. Las decisiones tomadas por cualquiera de nosotros pueden transformarse en epílogos graciosos o terribles tragedias. Sin embargo, lo que queda claro es que el des control administrativo, el nepotismo y el uso indebido de recursos son una señal de que necesitamos una transformación radical en la forma en que se manejan nuestros activos públicos.

En conclusión, la historia de la Faffe no solo revela fallas en la administración pública andaluza, sino que su narrativa resuena con el deseo universal de justicia, equidad y sobre todo, de un cambio. Al final del día, no somos más que actores en el escenario de la vida, y su legado, aunque muchas veces oscuro, puede convertirse en luz si decidimos cambiar la trama.

¿Y tú, qué piensas sobre este tipo de situaciones? ¿Qué acciones consideras que deberían llevarse a cabo para que no se repitan?