Al abrir el diario un miércoles cualquiera, uno podría esperar leer sobre el clima, la última moda de la primavera o algún cotilleo sobre las celebridades que nos hacen olvidar los problemas mundiales. Pero ¿qué pasa cuando el encabezado nos lanza a la cara eventos reenfocados en personajes controvertidos como Franco? Recientemente, tuvimos el «privilegio» de asistir a la inauguración del año dedicado a conmemorar el cincuenta aniversario de su muerte, un acto que ha dejado a muchos con más preguntas que respuestas. ¿Celebramos la libertad o, en realidad, lo que estamos viendo es un juego político disfrazado?

Contexto histórico: ¿Qué conmemoramos realmente?

Empecemos por ahí. El año 1975, además de ser el año de la muerte de Franco, es recordado como el momento en que España entró en un complejo proceso de transición hacia la democracia. Pero, seamos honestos, si abrimos el baúl de los recuerdos, resulta que la «libertad» que pregonan muchos es bastante cuestionable. No puedo evitar recordar lo que me contaban mis abuelos: cómo vivieron en una España que era más un campo de batalla ideológico que un lugar de libertad. Las fiestas en un régimen opresor son un susurro de lo que realmente fue la lucha por los derechos fundamentales.

¿La celebración de un «hecho biológico»?

Durante el evento de apertura, celebrado en el Museo Reina Sofía, se nos ofreció una peculiar dramaturgia que parecía más un espectáculo de variedades que una auténtica celebración de los valores democráticos. Escuchar a una exdirectora de El País hablando con otra periodista del diario gubernamental no me dejó otra opción que reírme por lo absurdo. ¿Estamos en un acto de conmemoración o en un juego de «¿Quién tiene más amigos en la prensa?»?

Con un tono casi divertido, el presidente Pedro Sánchez intentó darle una vuelta a la tortilla. Habló de la muerte de Franco como el «inicio del impulso democratizador», como si simplemente cerrar los ojos y decir «¡abracadabra!» hiciera que la opresión y la censura desaparecieran. Y aquí es donde no puedo evitar preguntar: ¿acaso no existe un documental en la plataforma de streaming a la que todos suscribimos que nos pueda dar una lección más veraz al respecto?

Propaganda y el arte de la memoria selectiva

A medida que fui profundizando en el discurso de Sánchez, quedé más intrigado que confundido. La narrativa que trató de tejer se sostiene sobre un concepto de “libertad” que claramente carece de fundamento. Es como si tuviéramos un libro de historia de «elige tu propia aventura», solo que, al girar la página, te das cuenta de que el final no se puede cambiar.

¿Y qué decir de los eventos previstos para este año? Además de los ya mencionados «escape rooms itinerantes», se anuncian aplicaciones móviles y juegos, lo que añade un toque casi… cómico a todo esto. Ciertamente, es fácil reírse de la idea de un evento con sabor a parque de atracciones cuando el trasfondo es tan serio. ¿De verdad creemos que un juego se encargará de reconciliar la historia con las generaciones más jóvenes?

La peligrosa narrativa de la «narrativa sanchista»

El discurso de Sánchez también giró en torno a una advertencia: el regreso del «fascismo» y el «franquismo». Con un tono casi apocalíptico, trató de alertar a los jóvenes sobre la supuesta falta de memoria histórica y cómo una victoria de la oposición podría traer consecuencias catastróficas. Pero, sinceramente, ¿no deberíamos tener más fe en las nuevas generaciones? Si bien es esencial recordar nuestro pasado, es igualmente crucial tener la capacidad de mirar hacia adelante.

Contar con un presidente que se erige en el «guardián de la democracia» trae a la mente una escena de película de ciencia ficción. Con superpoderes que no se originan de la noche a la mañana, la megalomanía parece ser la única consecuencia real de estos fastos celebratorios.

Economías y libertades

Hablemos de otro punto: la situación socioeconómica actual y cómo se relaciona con esta conmemoración. Los problemas a los que se enfrenta la juventud hoy en día, como el acceso a la vivienda, la educación y el empleo, son más urgentes que ever. Así que en lugar de invertir en un «escape room», ¿no sería mejor destinar esos recursos a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos?

Recuerdo haber escuchado a un amigo de la universidad, que siempre afirma que la historia es como una serie de Netflix: a veces emocionante y, otras, un verdadero fiasco. Esta conmemoración de Franco evidentemente se acerca más a lo último. Porque, sinceramente, dedicarnos a recrear un pasado problemático en lugar de construir un futuro mejor no es más que una broma de mal gusto.

La importancia de conocer nuestro pasado

Ahora, no me malinterpreten: conocer nuestra historia es crucial. Sin embargo, el relato debe ser honesto y equilibrado. Por ejemplo, lo que les falta a muchos de estos eventos es una perspectiva crítica. ¿Acaso no sería mejor utilizar el dinero de los contribuyentes para fomentar debates abiertos, exposiciones verdaderas e incluso programas educativos para que todos podamos comprender lo que la historia realmente nos enseña?

Lamentablemente, parece que algunos optan por lo superficial, ignorando que el verdadero aprendizaje proviene de la reflexión profunda y del análisis honesto de las realidades pasadas y presentes.

Reflexionando sobre el futuro

A medida que consideramos cómo celebrar el 50 aniversario de la muerte de Franco, la pregunta que debería resonar en nuestras mentes es: ¿qué lecciones realmente aprendemos? ¿Estamos simplemente conmemorando un «hecho biológico» o indagando en las profundidades de nuestra historia para evitar que se repita?

Para aquellos que aún creen firmemente en este tipo de celebraciones, soy escéptico. La historia tiene forma de complicar las narrativas simples, y aquellos que se sienten tentados a buenaventura en este mundo de milagros olvidan que levantarse sobre las cenizas del pasado requiere una honestidad cruda que, lamentablemente, muchos parecen esquivar.

Conclusión: ¿incluiremos nuestras voces en la historia?

Finalmente, el acto de conmemorar a Franco no es simplemente un recordatorio de su vida y legado, sino que es un símbolo más grande de cómo queremos contar nuestra propia historia como sociedad. La memoria histórica debe ser más que un evento superficial; debe ser un diálogo constante sobre quiénes somos y hacia dónde queremos ir.

Nos estamos enfrentando a una encrucijada histórica, donde los ecos del pasado nos advierten sobre los peligros de olvidar nuestra historia y, al mismo tiempo, la urgente necesidad de avanzar con los tiempos. ¿Seremos capaces de hacerlo? Solo el tiempo lo dirá.

Así que, mientras consideramos las festividades anunciadas, no perdamos la perspectiva. La verdadera libertad no se celebra con juegos o eventos superficiales, sino con nuestra capacidad para confrontar nuestro pasado y construir un futuro donde damos la bienvenida a voces diversas y teorías diversas. ¿No es eso, en última instancia, lo que de verdad significa ser libre?