En un rincón de Madrid, donde la historia se entrelaza con el presente de maneras que a veces nos dejan confundidos, se libra una guerra menos explosiva, pero no menos intensa. Hablo de la lucha por los nombres en las calles, un campo de batalla entre memoria histórica y la ** «concordia»** que algunos pretenden imponer.
Este debate ha vuelto al centro de la conversación política, gracias al cambio de nombre de la Avenida de la Memoria a Avenida de la Concordia, impulsado por una alianza entre el PP y Vox. Pero, ¿qué significa realmente este cambio? ¿Estamos ante un intento de borrar la historia o simplemente de matizarla? Permíteme llevarte a través de este laberinto de memoria, política y (por qué no) un toque de humor.
Un poco de historia
Antes de sumergirnos en los detalles del presente, retrocedamos en el tiempo. La zona que conecta la Ciudad Universitaria con el barrio de Moncloa no es solo un espacio urbano; es un símbolo de aquellas épocas tumultuosas. Durante la Guerra Civil, fue el escenario de la resistencia del frente republicano frente a las tropas franquistas. Años más tarde, el dictador Franco levantó el famoso Arco de la Victoria, un monumento que no solo celebraba su llegada al poder, sino que también era un recordatorio del sufrimiento de muchos.
En 2017, durante un aire de cambio, la entonces alcaldesa Manuela Carmena decidió renombrar este arco como Arco de la Memoria y la carretera que lo conecta con la Nacional 6 como Avenida de la Memoria. Este gesto fue un paso hacia el reconocimiento de la historia que muchos preferirían olvidar. Pero, como demuestra la reciente modificación, la memoria en España es un tema delicado, un tema que continúa generando controversia y debate.
Un cambio de nombre… ¿por qué?
El reciente cambio hacia la Avenida de la Concordia ha sido visto por muchos como una burla. La portavoz de Más Madrid, Rita Maestre, lo expresó claramente: “Sin memoria no hay concordia”. Pero, ¿por qué deberíamos preocuparnos tanto por el nombre de una calle? Después de todo, donde tú y yo vamos a trabajar o a estudiar no debería depender de esos detalles, ¿verdad? Bueno, la verdad es que el nombre de una calle puede afectar la percepción de un lugar y representar lo que la sociedad valora.
Algunos argumentan que el nuevo nombre es un intento de «cerrar heridas». Y aquí es donde el sentido del humor se cuela. Si la concordia depende de cambiar un nombre, entonces tal vez una nueva calle llamada Avenida del Buen Rollo podría ser la solución a todos nuestros problemas. Pero, en la vida real, cambiar un nombre no cambia la historia. No borra los recuerdos ni deja de lado el dolor que muchos han sufrido.
Las dimensiones políticas del cambio
Nunca es solo un cambio de nombre. Como mencioné, los motivos detrás de la propuesta son también de índole política. La relación entre el PP y Vox es un tango que ya ha dado mucho de qué hablar en los últimos años. Con el pesimismo a la vista de un crecimiento de la extrema derecha en España, muchos se preguntan si este cambio es un guiño calculado para atraer a ese sector del electorado.
Francisca Sauquillo, que fue parte del Comisionado de Memoria que abolió los nombres franquistas en 2017, se muestra desconcertada por este nuevo cambio. No puede evitar preguntar, “si lo que quieren es concordia, ¿por qué no empiezan por cambiar el nombre de las calles de Madrid que tienen nombres franquistas?”. Y es que, aunque han habido esfuerzos para renombrar edificios y avenidas, muchos símbolos del pasado siguen en pie, recordándonos que la lucha por la memoria y la justicia no ha terminado.
La clave está en los detalles: Mecanismos del cambio
Otro aspecto importante de esta historia es cómo se llevó a cabo este cambio de nombre. En un giro un tanto teatral, el delegado del distrito de Moncloa-Aravaca, Borja Fanjul (PP), presentó la propuesta en un pleno extraordinario urgentemente convocado. Esto ha dejado a muchos preguntándose si el proceso fue verdaderamente transparente.
Más Madrid ha presentado un recurso porque consideran que este tipo de decisiones no deberían tomarse «de manera urgente». ¿No es interesante cómo en la democracia, el proceso parece ser a menudo más importante que el mismo resultado? Y hablando de eso, ¿a quién no le ha pasado alguna vez que ha cambiado de opinión sobre algo importante… justo después de tomarse un café?
La reacción popular
El cambio de nombre no ha pasado desapercibido, y la reacción de la ciudadanía ha sido diversa. Algunos celebran la nueva nomenclatura como un signo de reconciliación y movimiento hacia el futuro. Otros, en cambio, lo ven como un intento de establecer una narrativa que minimiza el sufrimiento del pasado.
En mis conversaciones con amigos y conocidos, he notado que el tema de la memoria histórica despierta pasiones. Muchos comparten memorias familiares de tiempos oscuros, unos alrededor de una mesa, donde, como es habitual en estas discusiones, acaban todos hablando al mismo tiempo. Y ahí, entre risas y debates acalorados, el pasado nunca se olvida del todo.
Recapitulando: ¿Concordia o confrontación?
Sobre la mesa está la cuestión de si la propuesta de cambiar el nombre de la avenida es una búsqueda genuina de concordia o un intento de acallar voces en un contexto político complicado. Rita Maestre es clara al decir que «la concordia no se impone». Es un punto válido. La concordia debe surgir del entendimiento, de un diálogo genuino.
La memoria es un aspecto vital de nuestra identidad cultural, y si no se reconoce, siempre quedará una brecha. Quizás la respuesta no sea tan sencilla como un cambio de nombre. Tal vez los verdaderos cambios provienen del deseo de aprender del pasado y crear una base sólida para el futuro.
En conclusión, la renombrada Avenida de la Concordia es un reflejo del complejo y complicado proceso de la memoria colectiva. Nos muestra que, aunque las calles puedan cambiar de nombre, las historias que viven en esas calles siempre permanecerán. ¿Te imaginas si las calles pudieran hablar? Seguramente contarían relatos mucho más ricos que un simple rótulo.
Recuerda, la próxima vez que pases por la Avenida de la Concordia, piensa no solo en el nombre, sino en lo que representa. Y si aún te quedas confundido, ¡siempre está la opción de caminar por otra calle y dejárselo a la historia!