Imagínate una tarde tranquila en tu ciudad, con gente paseando, tomando café y disfrutando de un ambiente agradable. De repente, te llega un mensaje: “¡Un antiguo enemigo se prepara para regresar!”. Así es como se siente Europa hoy en día al considerar la posibilidad del regreso de Donald Trump. Después de cuatro años de su presidencia y más de dos desde que comenzó la invasión a gran escala de Ucrania, es difícil no preguntarnos: ¿qué hemos aprendido realmente?
Un nuevo poder para el viejo continente
Marlene Wind, una figura respetada en la política europea y directora del Centro de Política Europea en la Universidad de Copenhague, ha sido clara en su crítica a la apatía de la Unión Europea (UE). A través de su charla en Madrid y en entrevistas recientes, Wind ha expuesto una realidad incómoda: Europa no está lo suficientemente preparada para un mundo donde Rusia se erige como su principal rival geopolítico y Estados Unidos no es el aliado confiable que solía ser. ¿Y es que realmente hemos llegado a un punto en el que hemos normalizado la locura?
La cuestión es que si bien muchos de nosotros honramos la idea de vivir en un mundo civilizado, la cruda realidad es que los juegos de poder han cambiado, y la UE parece estar fuera de forma, como esos viejos amigos que se resisten a hacer ejercicio y terminan ahogándose en su propia despreocupación. Wind utiliza una analogía poderosa al señalar que Europa está sufriendo un “síndrome de Estocolmo” respecto a Trump. Claro, se siente incómodo decirlo, pero no podemos simplemente ignorar a un joven que fue elegido presidente y que luego fue enormemente controvertido.
¿No te resulta irónico que se espera que la UE tome postura y, sin embargo, los líderes europeos se comportan como los adolescentes que buscan la validación de un grupo de amigos poco confiables?
Entrando en modo zombi
Cuando Wind menciona la «normalización» de Trump, lo hace con un toque de desesperación. ¿Es suficiente decir que su estilo y sus escándalos se han vuelto “aceptables”? A nivel político, en varios países europeos, los líderes que alguna vez fueron críticos han optado por una postura de sumisión, como si la única opción viable fuera esperar a que Trump se siente nuevamente en la Casa Blanca. Pero, ¿realmente eludir la responsabilidad es una manera efectiva de enfrentar una tormenta inminente?
En una era donde la desinformación y las mentiras parecen reinar, Wind advierte que esta normalización es peligrosa. Si de verdad hay una amenaza existencial, no esperemos a escuchar el sonido de las trompetas antes de actuar. Europa necesita entender que no se trata solo de preservar la paz, sino de fortalecer su propia autonomía, una tarea que parece estar fuera de su alcance hasta el momento. A veces siento que estamos caminando hacia un abismo con los ojos vendados, y la clave para evitar caer en él es abrir los ojos juntos.
¡Alerta roja, Europa!
La realidad es que estamos en medio de una crisis, y seguir la mentalidad de “todo está bien” solo nos hace peor. Wind sugiere que deberíamos estar “mucho más alarmados“ de lo que estamos, lo que me recuerda a esos momentos en que descubres que dejaste el fuego encendido en casa. ¿O deberíamos ser menos dramáticos, simplemente preparar nuestras maletas y esperar lo mejor? De todos modos, nuestros líderes deben dejar de enfocarse solo en las metas a corto plazo y empezar a mirar hacia el futuro para construir una Europa más segura y menos dependiente.
Si Trump regresara a la casa blanca, Wind advierte que lo primero que haría sería llamar a Putin, y entonces estaríamos “jodidos”. Es un lenguaje directo, pero a veces, es lo que necesitamos para sacudirnos la modorra. ¿Acaso no deberíamos estar usando estos momentos de crisis para reforzar nuestras capacidades defensivas? Porque al final del día, no hay nada como un poco de preparación anticipada para evitar que los fuegos se salgan de control.
La cultura del populismo y su influencia en Europa
La conversación sobre Trump también toca un punto sensible: el aumento del populismo en Europa. Wind nos recuerda que no todo se puede atribuir al Kremlin, aunque sí han jugado un papel en amplificar ciertos discursos. El hecho es que el pueblo siente una desconexión entre las élites políticas y sus preocupaciones reales. Muchos votantes sienten que sus valores están siendo amenazados. ¿Te suena familiar? Es el eco de muchas quejas que escuchamos a diario, ya sea en el café de la esquina o a través de los murmullos en la oficina.
Las élites a menudo se ven atrapadas en sus nubes de términos políticos y cifras, mientras que los partidos populistas simplifican sus mensajes y conectan emocionalmente con los votantes. ¿Por qué no se dan cuenta de que la conectividad es clave en la política moderna? Si no somos capaces de alcanzar el corazón de la gente, ¿cómo podemos esperar que nos escuchen?
Hacia un futuro incierto pero esperanzador
La conclusión es que la UE necesita urgentemente dar un salto hacia adelante. Wind tiene algo de esperanza en que figuras como Ursula von der Leyen puedan tomar un papel más decisivo como un “comandante en jefe” de Europa. ¡Imagina eso! Pero se necesita mucho más que buenas intenciones para llevar a cabo la acción. La historia nos ha enseñado que la UE ha logrado cosas que parecían imposibles en tiempos de crisis. Sin embargo, como bien dice Wind, los momentos de crisis son también oportunidades para fortalecernos.
Es cierto que los desafíos son abrumadores, y la falta de unanimidad puede hacer que avancemos con lentitud, pero si logramos encontrar maneras de trabajar juntos, podemos sortear a los países discordantes y buscar formas de construir un bloque más unido y efectivo. Después de todo, el verdadero desafío radica en generar un espacio donde América e Europa puedan unirse sin depender completamente del otro.
Finalmente, Wind nos deja con una pregunta inquietante: ¿seremos capaces de desafiar a los nuevos “Orbáns” que están surgiendo en Europa, o dejaremos que el populismo y la polarización se adueñen de nuestros sistemas políticos? Es una cuestión de supervivencia, y como continentes, tenemos que decidir si queremos que nuestros sueños de democracia y unidad sigan ocupando un lugar en nuestras aspiraciones políticas o si preferimos quedarnos sentados, disfrutando de nuestro champán en París mientras el mundo arde.
Así que, lectores, tomemos un respiro profundo y enfrentemos juntos este desafío. Europa tiene mucho que ofrecer, pero depender totalmente de un líder cuestionable no es el camino a seguir. La pregunta es: ¿estamos listos para actuar antes de que sea demasiado tarde, o seguiremos caminando ciegos, como si todo estuviera bien en el horizonte?