En la actualidad, cuando pensamos en los barrios marginados, a menudo nos vienen a la mente imágenes de abandono, violencia y desesperanza. Pero, ¡espera! No todo está perdido. A veces, detrás de las sombras y del sonido de las sirenas, nos encontramos con historias de lucha, perseverancia y el deseo de cambiar la narrativa. Esta es la situación del Polígono Sur, un barrio sevillano que, en estos días, parece estar en el ojo del huracán debido a la violencia entre clanes rivales y la delincuencia que amenaza la paz de sus habitantes.
La reciente declaración de José Antonio Bretón, Comisionado del Polígono Sur, no solo ha puesto de manifiesto la problemática de seguridad, sino que también nos obliga a preguntarnos: ¿qué podemos hacer como sociedad para revertir esta situación?
Los ecos de las balas en el Polígono Sur
Recientemente, Bretón compartió su preocupación en una entrevista con Canal Sur Radio, donde calificó la situación de «alarmante». Habló sobre cómo el 90% de los residentes, personas humildes que solo buscan vivir en paz, son víctimas del conflicto entre clanes que se enfrentan a mano armada. Lo que muchos desconocen es que, a pesar de que se trata de un problema en un punto específico de Sevilla, su efecto se siente en toda la ciudad.
Y es que, cuando escuchamos sobre balas que se disparan en nuestras comunidades, una pregunta surge inevitablemente: ¿estamos mirando la realidad con la suficiente atención? Cuando era joven, recuerdo un vecino que siempre decía: “el problema de uno es el problema de todos”. Nunca pensé que esas palabras resonarían tanto en mi vida adulta.
El dilema del armamento sofisticado
Bretón destacó algo que a menudo se ignora: no se trata solo de pistolas. Parece que los clanes han accedido a armas mucho más sofisticadas, aumentando peligrosamente el riesgo para aquellos que intentan llevar una vida normal. Imagina estar sentado en tu sala, disfrutando de una tarde tranquila, cuando de repente oyes el estruendo de un disparo.
“Nunca pensé que esto podría pasarme”, dirá el vecino que pierde la vida en un tiroteo. Ese es el problema: la violencia se ha desterritorializado, y cualquier persona, cualquier familia en el Polígono Sur, está al acecho de una bala perdida. ¿Es justo que en una ciudad hermosa como Sevilla, haya áreas donde la vida se convierta en un juego de azar, donde lo más esencial, nuestra seguridad, dependa de la suerte?
La lucha por la seguridad
Una de las preocupaciones más sinceras que expresó Bretón fue sobre la eficacia de las fuerzas policiales en la lucha contra la delincuencia. Reflexionando en voz alta, se preguntó si la cantidad de efectivos es suficiente para abordar un problema tan complejo. A veces parece que estamos pidiendo a un grupo de bomberos que, en vez de apagar incendios, se conviertan en rescatistas de un mundo en llamas. Esto plantea la siguiente pregunta: ¿qué se necesita realmente para cambiar la situación?
Este dilema me recuerda a las películas de acción, donde un héroe solitario lucha contra el sistema opresor. Sin embargo, en la vida real, la lucha contra la criminalidad no es cuestión de una sola persona, sino de un esfuerzo conjunto entre las autoridades, las entidades del tercer sector y, sobre todo, la comunidad misma.
El papel de la comunidad
“¡La comunidad es el primer eslabón en la cadena de solución!”, gritaría un activista social.
Pero, ¿cómo puede una comunidad tan debilitada y dividida enfrentar a clanes criminales? La respuesta radica en la unión y el empoderamiento. La crisis de seguridad ha creado un ambiente en el que la colaboración se hace esencial. Proyectos comunitarios, talleres de formación y actividades recreativas pueden ser herramientas vitales para reconstruir el tejido social.
Por ejemplo, se podría organizar una campaña de limpieza del barrio un sábado, donde los vecinos no solo limpian el área, sino que también firman un pacto de convivencia. ¿Qué otra cosa pueden hacer? Quizás, preparar una gran paella para todos, donde cada uno traiga su ingrediente especial y, al final del día, se sienten a compartir. A través de experiencias compartidas, el miedo se convierte un poco más en unidad, y la criminalidad, aunque sea solo un poco, se siente menos presente.
La tentación de las drogas
Sin embargo, no hay que olvidar la tentación de las drogas, que Bretón también mencionó. ¡Ah, el dinero fácil! ¿Quién no ha tenido esa fantasía de que, en lugar de hacer una larga jornada laboral, simplemente podrías convertirte en un magnate de la noche a la mañana? Pero, como bien sabemos, el camino hacia el “éxito” a través de la delincuencia no solo es peligroso, sino que también arruina vidas.
Es alarmante saber que muchos jóvenes ven las drogas como una forma de alcanzar el ascensor social. Lo que aquellos jóvenes no ven es que ese ascensor, a menudo, se detiene abruptamente en su camino —y no en el piso que esperaban—, sino en un lugar donde las alternativas se vuelven cada vez más sombrías. ¿Es realmente un precio que vale la pena pagar?
Un esfuerzo conjunto necesario
La clave aquí radica en hacer un esfuerzo mancomunado. Las instituciones públicas, las organizaciones sin ánimo de lucro y la comunidad deben trabajar codo a codo para ofrecer oportunidades a los jóvenes. ¿Te imaginas una serie de talleres sobre habilidades laborales, donde lo básico se convierta en un aprendizaje divertido, lleno de retos y premios?
Es esencial un cambio de mentalidad que no solo señale el problema, sino que también promueva las soluciones. Es fácil criticar y discutir; mucho más complicado es poner manos a la obra y hacer algo al respecto.
La sobreexplotación eléctrica como un problema añadido
Bretón también comentó sobre las plantaciones de marihuana que han crecido en la zona. No solo traen la violencia, sino que también afectan el suministro eléctrico del barrio. ¿No es curioso cómo un simple cultivo puede llevar a una comunidad a oscuras durante horas? A veces parece que el sistema está hecho para fallar.
Es un ciclo vicioso que afecta a quienes, en realidad, no están involucrados en el tráfico de drogas. Las familias que solo quieren vivir en paz, terminan sufriendo las consecuencias de unas prácticas ilegales que pueden parecer atractivas para algunos, pero que perjudican a la mayoría.
El futuro es ahora
El futuro de Polígono Sur, y de otras comunidades similares, está en nuestras manos. La crítica es fácil, pero la acción es lo que realmente cuenta. La comunidad necesita sentirse empoderada, y para eso, necesitará la ayuda de todos nosotros.
¿Qué podemos hacer? Educar a la próxima generación, apoyar iniciativas que promuevan la convivencia pacífica y ofrecer recursos a todos los que desean cambiar su futuro. El camino es largo, pero la esperanza es el primer paso hacia la transformación.
Esta no es solo la historia del Polígono Sur; es un llamado a la acción para todos nosotros en cualquier lugar del mundo. Si logramos mirar más allá de nuestras fronteras y ver el dolor y el sufrimiento que nos rodea, quizás podamos encontrar una manera de hacer las cosas mejor.
Conclusión
Como bien dijo Bretón, “lo peor que puede suceder es que al final se vea normal lo anormal”. La normalización de la violencia y la delincuencia no solo afecta al Polígono Sur, sino que puede extenderse como una mancha de aceite a otras áreas de la ciudad. La pregunta es: ¿estamos realmente dispuestos a hacer algo al respecto? La respuesta no puede ser simplemente un murmullo indiferente; debe ser un grito que despierte la conciencia de todos.
El cambio comienza ahora, aquí y hoy. Y aunque el camino esté lleno de obstáculos, con esfuerzo, unión y un poco de creatividad, quizás podamos darle un giro a esta historia. ¿Qué dices? ¿Te unes al viaje?