La adolescencia es una de las etapas más complicadas de la vida, tanto para los adolescentes como para sus padres. Se dice que es un período de «cambio», pero a veces parece más un episodio de una serie de terror donde los personajes no saben muy bien qué les espera en el siguiente giro de la trama. En este artículo, exploraremos cómo la crianza positiva, un concepto promovido por expertos como Lucas Raspall, puede ofrecer luz y guía en esta emocionante y a menudo turbulenta etapa del desarrollo humano.
¿Qué es la crianza positiva?
La crianza positiva no es simplemente un enfoque de moda; es un marco de referencia fundamentado en la ciencia, que busca mejorar las prácticas parentales y potenciar el desarrollo integral de los niños. Según Raspall, este enfoque no solo se aplica a la infancia, sino que tiene extensiones importantes en la adolescencia, un momento en el que los padres se enfrentan a tsunamis emocionales y caos interno que hacen que cualquiera se pregunte: «¿Dónde está mi manual de instrucciones?».
Recuerdo la primera vez que sentí la tormenta de la adolescencia en casa. Mi hijo, que solía ser un niño dulce y apegado, se convirtió en un adolescente lleno de emociones a flor de piel, desafíos y un lenguaje que a veces no parecía de este planeta. Era como si hubiera activado un modo «extraño» en su versión de vida. La crianza positiva promete que, aunque el camino sea empinado y lleno de baches, podemos construir una relación sólida con nuestros adolescentes.
El camino empinado de la adolescencia
Hablemos de las dificultades. Raspall menciona que la adolescencia es un camino empinado, al borde del acantilado. Esa descripción me recuerda a un paseo que hicimos una vez en familia, en el que el sendero era tan angosto que un paso en falso podía significar un aterrizaje forzoso en un arbusto espinoso. Y así es la adolescencia: un delicado equilibrio entre proteger a nuestros jóvenes y darles la libertad que necesitan para desarrollarse.
Conflictos: ¿la norma o la excepción?
Uno de los conceptos más curiosos de la adolescencia es que el conflicto es prácticamente inevitable. En mi experiencia, este conflicto puede surgir de las más insólitas situaciones: desde la elección de la música en el coche hasta la hora de llegada a casa. Raspall señala que la falta de conflicto puede ser incluso más peligrosa que el que se produzca. Es un claro signo de que el adolescente no está desafiando los valores familiares y, a largo plazo, puede verse afectado en su desarrollo personal.
Pero, ¿por qué es tan importante permitir que nuestros hijos se enfrenten a la autoridad, incluso si eso implica una batalla campal de argumentos en casa? Porque es un proceso educativo natural. Piensa en ello como un trabajo de construcción, donde la adolescencia es el terreno en el que se levantan los cimientos de la madurez. Si no enfrentamos conflictos, corremos el riesgo de criar jóvenes que nunca se atrevan a explorar su identidad ni a tomar decisiones propias. Y, francamente, es un poco desalentador pensar que podríamos haber criado a un adulto que tiene miedo de levantarse y decir «¡Basta!» cuando es necesario.
La importancia de los límites
Un aspecto cardinal en la crianza positiva es la imposición de límites. Raspall sostiene que la ausencia de límites puede ser, de hecho, una forma de maltrato. Cuando pienso en esto, recuerdo las múltiples horas que pasé intentando que mis hijos entendieran que un «tal vez» no es lo mismo que un «sí». Los límites pueden sonar aburridos, pero son esenciales para la seguridad emocional de nuestros jóvenes.
La primera vez que tuve que imponer un límite fue con respecto al tiempo que podían pasar frente a las pantallas. Al principio, pensé que era solo una fase pasajera, pero después de escuchar a mis hijos discutir sobre sus juegos y las tendencias en YouTube, decidí que era momento de actuar. «Un acuerdo de límites», pensé, y lo llevamos a cabo. Y para mi sorpresa, el conflicto que surgió fue un espacio perfecto para conversar, negociar y, en última instancia, educar.
La relación con las pantallas
Ah, las pantallas. ¿Quién no tiene un amor-odio por ellas? Raspall aborda el tema con una honestidad brutal. Las pantallas son parte casi ineludible de la vida de nuestros adolescentes. En Argentina, se estima que seis de cada diez niños tienen un móvil propio a los 9 años, y la media de uso diario entre adolescentes es entre seis y siete horas. Esa cifra es como escuchar que tu amigo acaba de terminar una maratón, pero tú apenas lograste hacer una caminata de 20 minutos.
Una de mis anécdotas más memorables ocurre cuando decidí revisar el móvil de mi hijo. Fue como abrir una caja de Pandora. No solo encontré juegos y memes, sino también la realidad de su mundo social, llena de desafíos que ni siquiera sabía que existían. La clave es la confianza. Si vas a revisar el móvil de tu hijo, es vital que lo hagas desde un lugar de preocupación y cuidado, no de curiosidad malintencionada.
Educación digital: preparando el terreno
La educación digital es crucial. Estamos viviendo un momento en que la información y la interacción en línea pueden ser tan peligrosas como provechosas. En lugar de prohibirles el uso del móvil, debemos enseñarles a utilizarlo de forma responsable. Al respecto, Raspall comparte la idea de que no basta con restringir el acceso. Si un amigo tiene un móvil, entonces tu hijo también estará expuesto a esos contenidos. Así que, ¿por qué no educamos para que tengan las herramientas necesarias para navegar ese mundo en lugar de cerrarle la puerta?
La construcción de la identidad
La adolescencia es un período donde los jóvenes están en continua búsqueda de su identidad. Este proceso puede ser tan confuso como tratar de armar un rompecabezas con piezas que no encajan. Raspall sostiene que este esfuerzo es doble: deben desafiar a sus padres, pero también encontrar su propio lugar en el mundo.
En una de esas largas noches de charla con mi hijo, él me confesó que a veces se siente perdido al tratar de encajar en su grupo de amigos. Me pareció un gran momento para recordarle que todos pasamos por esa fase de querer ser diferentes e igual al mismo tiempo. Después de todo, ¿quién no ha pinchado una burbuja de realidades adolescentes tras un «yo también pasé por algo similar»? Respirar y escuchar es lo que más ayuda.
Cierre: los adolescentes son un trabajo en progreso
Para concluir, la adolescencia no es solo una etapa llena de caos y desafíos; también es un tiempo de oportunidades espléndidas para conectarse y crecer juntos. Siguiendo las sugerencias de Raspall, podemos afrontar esta etapa con mayor empatía, entendiendo que nuestros hijos están en estado de obra. Su desarrollo emocional, social y mental puede parecer desorganizado, pero es parte de su construcción.
Al final del día, la crianza positiva no se trata de ser los «padres perfectos», sino de ser guías presentes, comprensivos y, sobre todo, accesibles. Al igual que un faro en medio de la tormenta, podemos iluminar sus caminos, manteniéndonos firmes y claros poco a poco, mientras ellos navegan por sus propios mares de incertidumbres.
Si estás buscando más recursos y herramientas, te animo a leer el nuevo libro de Lucas Raspall, Desafíos de la adolescencia. Es un manual que probablemente hará que tu travesía como padre o madre sea un poco menos tempestuosa y mucho más enriquecedora. ¿Quién sabe? Tal vez incluso encuentres el consuelo en saber que no estás solo en este caótico viaje. La crianza positiva puede ser la brújula que necesitas.