La noticia de la muerte de Juan Mariné, el venerado director de fotografía y restaurador, ha resonado en el corazón de todos los amantes del cine. Con 104 años a sus espaldas, nos dejó este lunes, dejando un vacío en la cinematografía española que será difícil de llenar. A partir de hoy, el Tanatorio de la M30 de Madrid acogerá sus restos mortales, donde amigos, colegas y admiradores podrán darle el merecido adiós a una figura que ha sido faro y guía en la historia del cine.
Pero, más allá de la tristeza de su partida, debemos celebrar su vida y su contribución al cine. Así que, antes de empezar a llorar sobre la leche derramada, hagamos un recorrido por la vida y obra de este titán del celuloide.
Un inicio brillante en la cinematografía
Imagina ser un niño de solo 4 años, ver una proyección de los primeros cortos de Charles Chaplin y pedirle a tu madre que te inscriba en la escuela antes de tiempo, solo para poder leer los carteles de las películas mudas. Eso es exactamente lo que le sucedió a Juan Mariné. Desde un edad temprana, su corazón estaba destinado a la magia del cine. La historia nos dice que a los 13 años ya estaba en el set de rodaje de El octavo mandamiento, entregando cámaras de cinematografía en un rodaje y poniendo en marcha su amor por la proyección.
¿Quién podría imaginar que ese niño que jugaba con proyectoras se convertiría en un restaurador que haría resurgir películas olvidadas? Mariné nos enseñó que el cine es más que simple entretenimiento; es un legado cultural que debe preservarse.
Un pionero en la restauración cinematográfica
A lo largo de su carrera, con más de 150 películas en su filmografía, Mariné no solo era conocido por su ingenio detrás de la cámara, sino también por su obsesión por preservar el patrimonio cinematográfico. La Academia de Cine destaca su compromiso de conservar y restaurar obras que parecían destinadas a desaparecer en las sombras. ¿Te imaginas el infierno de perder una joya cinematográfica por negligencia? Mariné nunca lo permitiría.
Con un enfoque meticuloso, Juan ideó máquinas como una copiadora óptica y una máquina de lavar negativos que lo ayudaban en su consultorio fílmico conocido popularmente como el «sub-Mariné» en la ECAM. Ahí, sumergido entre rollos de film e inventos propios, trabajaba diariamente para rescatar del olvido aquellas historias que, de no ser por su dedicación, nunca habríamos tenido el placer de ver.
Esto me hace reflexionar: ¿Qué pasaría si no hubiera personas como Mariné en el mundo? ¿Quién se encargaría de salvar del olvido las historias que cuentan quiénes somos realmente?
Una trayectoria llena de luz
El recorrido de Mariné no estuvo exento de dificultades. Durante su vida, vivió experiencias traumáticas que nos recuerdan la complejidad del mundo en el que se desarrolló su carrera. Afiliado al sindicato CNT, tuvo que enfrentar la crueldad de la guerra civil, y su experiencia como fotógrafo de guerra le permitió plasmar momentos históricos en un celuloide que, más tarde, se convertirían en invaluables documentos visuales. Desde el entierro de Buenaventura Durruti en 1936 hasta su internamiento en campos de concentración, la historia personal de Mariné es un testimonio de resiliencia y compromiso con su arte.
Sin embargo, fue su trabajo en producciones cinematográficas donde realmente brilló. Te preguntarás, ¿quién no haría lo que hiciera falta por trabajar junto a iconos de la industria como Orson Welles? Aunque tuvo la oportunidad de quedarse en Hollywood, decidió no hacerlo, prefiriendo contribuir al desarrollo del cine español. ¿No es admirable decidimos a quién servir?
Mariné trabajó en producciones icónicas como «Historias de la televisión», «El astronauta», y «La gran familia», dejando su sello en cada fotograma que capturó. Su dedicación y pasión hicieron que su trabajo no solo fuera reconocido por su calidad técnica, sino también por el corazón que ponía en cada proyecto.
Mariné y su legado
La Academia de Cine le otorgó el Goya de Honor 2024, un reconocimiento que no solo aplaude su carrera, sino que celebra su profundo impacto en la cinematografía nacional. “Hoy despedimos a una figura clave en la historia del cine español”, fue el mensaje resonante desde la Academia. Y qué verdad es. ¿Cuántos de nosotros no hemos sido inspirados por sus obras?
Su legado trasciende el tiempo y se siente en cada rincón donde se proyectan películas. Gracias a su vida dedicada al cine, futuras generaciones podrán disfrutar y aprender de las obras que él se esforzó en restaurar. A veces me pregunto: ¿cómo sería nuestra cultura cinematográfica sin la labor de nuestros restauradores? Sería un desierto, sin lugar a dudas.
La humildad de un maestro
A pesar de su estatus y la distinción de haber sido el primer director de fotografía en ingresar a la Academia de Cine, Mariné se mantenía humilde y accesible. Muchos alumnos lo acogieron como un mentor, no solo por su vasta experiencia, sino también por su habilidad para hacer que la técnica cinematográfica fuera una experiencia divertida y accesible. ¿Quién no querría aprender de alguien que inventó el Formato Mariné y lo utilizó para transformar la manera en que se entiende la luz en la fotografía?
Su vida es un testimonio de que la verdadera grandeza se encuentra en la dedicación y el amor por lo que hacemos. Juan Mariné no solo elevó el cine; también lo cuidó, lo protegió y nos lo devolvió renovado.
El impacto emocional de su muerte
La noticia de su fallecimiento ha causado una auténtica oleada de emociones en la comunidad cinematográfica y entre los amantes del cine. Sabemos que su ausencia se sentirá, no solo por su innovadora labor, sino también por su magnética personalidad. Hemos perdido a un verdadero amigo, un guerrero del cine, cuya vida nos recordaba la importancia de cuidar de nuestro patrimonio cultural.
Al ver cómo recibimos estas noticias, me resulta pertinente reflexionar: ¿cómo podemos dar visibilidad a su legado en un mundo cada vez más dominado por contenido efímero? Quizás pinta un retrato de una constante lucha por recordar y preservar lo que realmente importa.
Un legado que seguirá brillando
Mariné no solo fue parte de la historia del cine español; él fue historia en sí mismo. Su vida, un intrincado tejido de lucha, dedicación y amor por el cine, nos ofrece lecciones que deben ser atesoradas. A menudo me pregunto: ¿qué nos enseña su vida sobre nuestro papel en la preservación de lo que más valoramos? Si bien él ha partido, su legado es interminable.
Desde sus primeros pasos en el cine hasta su trabajo constante en la restauración, la vida de Juan Mariné es un ejemplo claro de cómo el amor por una causa puede cambiar la narrativa de generaciones.
Así que, mientras nos despedimos de Juan, recordemos no solo su arte, sino también su espíritu indomable. El cine, como él demostró, no es solo un momento en la pantalla; es un viaje lleno de luz, sombras, risas y, sobre todo, emoción. Después de todo, el cine nos conecta a todos, y la luz que Mariné dejó atrás sigue iluminando el camino para los que vendrán.
Gracias, Juan, por tu luz y por enseñarnos a ver más allá del celuloide. Hasta siempre.
Espero que este artículo sobre Juan Mariné combine todos los elementos que has dado: información relevante, un tono personal y emotivo, humor sutil, y una sólida estructura que despierte el interés del lector.