En un mundo donde los titulares de noticias tienden a enfocarse en el último escándalo, la eurodiputada de Podemos e exministra de Igualdad, Irene Montero, ha destacado, una vez más, la urgente necesidad de hacer frente a la violencia machista con acciones concretas y no solo con palabras efectistas. A través de su reciente llamado a la autocrítica y a actuar en función de principios éticos y feministas, Montero ha puesto en la mesa un dilema que no solo afecta a las mujeres, sino a toda nuestra sociedad. Así que, ¿qué podemos aprender de sus declaraciones y cómo podemos actuar para ir más allá de las meras reacciones?

Un contexto que sigue siendo preocupante

La conversación sobre la violencia machista no es nueva, ni está cerca de ser tan solo un tema de debate académico. Muchos de nosotros, quizás, hemos escuchado, o incluso hemos sido parte de conversaciones donde se discute sobre la protección de los agresores. Es como si tuviéramos un ojo que ve, pero un corazón que no siente. ¡Qué irónico y perturbador, verdad? Irene Montero no ha dudado en señalar que hay «espacios de poder que siguen protegiendo a agresores sexuales», una realidad que ha sido durante demasiado tiempo un escándalo latente en nuestra sociedad. Esta afirmación resuena en un momento en que la voz de las mujeres está tomando cada vez más fuerza, pero también encuentra resistencia en aquellos que se benefician del silencio.

La importancia de actuar cuando nadie mira

Montero mencionó que «lo que tiene que pasar es que cuando conocemos un caso de violencia machista, actuemos por principio ético, por principio feminista». ¿No es esta una verdad que todos deberíamos asumir? El cambio no debería surgir únicamente de una presión mediática o de un escándalo, sino que debería ser parte de nuestro ADN. En un mundo donde todos estamos interconectados, ¿por qué no unir nuestras voces para romper el ciclo de la impunidad?

Empecé a reflexionar sobre esto el otro día mientras vivía una experiencia mundana: comprando en el supermercado. En la fila para pagar, escuché a dos mujeres hablar sobre cómo una amiga suya había sido víctima de acoso y cómo lo habían manejado (o más bien, lo habían dejado pasar, como un mal día de lluvia). En un instante, me di cuenta de la importancia de tener conversaciones difíciles. ¿Nos convertimos en cómplices de la cultura del silencio al no alzar la voz?

De la denuncia a la protección de las víctimas

La cuestión de la protección a las víctimas es crucial y debe ser abordada desde todos los ángulos. Montero ha mencionado que «cuando se conoce un testimonio de violencia sexual, se mira para otro lado, no se actúa». Esta falta de acción puede ser un reflejo de la cultura patriarcal que aún permea en muchos ámbitos. La cultura de la violación no es únicamente un contexto de denuncia, es una problemática que se enfrenta a la** cultura del silencio**. Desde el ámbito académico hasta el mundo corporativo, la impunidad se ha convertido en un comodín que a muchos les parece conveniente.

¡Y qué difícil es confrontar esa verdad! La primera vez que conocí a una sobreviviente de violencia sexual, me sentí impotente. Me preguntaba si mis palabras realmente ayudarían o si, al abrir la boca, solo aumentaría su dolor. Sin embargo, lo que realmente importa es la valentía de contar esas historias y el deseo de transformar el dolor en acciones constructivas para otros.

La responsabilidad de los partidos políticos

En sus recientes declaraciones, Montero también hizo hincapié en la complicidad de ciertos partidos, señalando que formaciones como el PP son cómplices de esta cultura. ¡Vaya momento para la política! Entre debates y acusaciones, parece que el bienestar de las víctimas se pierde en la retórica. Pero aquí es donde debemos recordar que las acciones hablan más que las palabras. ¿Qué les impide a los políticos actuar en el interés de las víctimas? ¿Acaso es más fácil seguir con la narrativa del status quo?

A medida que se acercan las elecciones, es crucial para los votantes exigir a nuestros representantes que tomen una postura clara sobre este tema. La violencia machista no debe ser un tema que se mencione solo en tiempos de crisis; debe ser una prioridad constante. En este punto, la conexión entre la política y el activismo social es vital. La pregunta es: ¿están nuestros políticos listos para dar la cara y hacer el trabajo duro?

Más allá de las manifestaciones y el 8M

El Día Internacional de la Mujer no debería ser solo un día de manifestaciones efímeras y discursos inspiradores. Aunque estas acciones son fundamentales para la visibilidad del problema, como sociedad tenemos que convertir cada día en una oportunidad para abordar la violencia machista. Montero fue clara al señalar que «de los problemas que tiene esta sociedad vamos a salir con más feminismo». Entonces, si como sociedad nos unimos en torno a este principio, ¿qué cambios podrían realmente lograrse? ¿Podríamos finalmente ver un cambio cultural que apoye a las víctimas de violencias en lugar de a sus agresores?

Aquí es donde entra la educación. Si bien nos enfrentamos a una batalla cultural, cada vez que hablamos abiertamente sobre la violencia de género, estamos edificando un futuro diferente para las próximas generaciones. He tenido el privilegio de ser parte de varios grupos donde las mujeres jóvenes se sienten empoderadas para hablar. Cada vez que una de ellas comparte su experiencia, es un acto de rebeldía y fortaleza.

La autocrítica como herramienta de cambio

Irene Montero también mencionó la autocrítica como una herramienta para crear un espacio de cambio. La capacidad de mirar hacia adentro y cuestionar nuestras propias acciones es esencial, especialmente para aquellos que ocupan espacios de poder. ¿Quién no ha cometido errores? Sin embargo, reconocerlos y aprender de ellos es lo que realmente define a una persona y a una organización.

Recuerdo haber estado en un panel donde se discutía sobre feminismo y la historia del movimiento. Me di cuenta de que tantas experiencias son compartidas; lo único que se necesita es un espacio seguro donde las mujeres, y hombres aliados, puedan hablar. Como dice el dicho: “La historia no es una simple sucesión de hechos, sino la interpretación de esos hechos”. A medida que reinterpretamos nuestra historia, ¿seremos capaces de deshacernos de los grilletes que todavía nos atan?

Generando hábitos de apoyo

Al final del día, necesitamos generar hábitos que apoyen a las víctimas. Esto incluye desde validar sus experiencias hasta ofrecerles recursos. La comunidad es vital en este contexto. En mi propio camino, he encontrado que el primer paso para alguien que ha sufrido agresión es simplemente escuchar. A veces, lo único que estas mujeres necesitan es un oído compasivo que no les juzgue.

Mirando hacia el futuro

Cada vez que Montero habla, evoca una lucha que va más allá de la política; es un llamado a todos nosotros para hacer un cambio significativo en nuestra forma de pensar y actuar. Al final del día, el deber de crear un espacio seguro para todas las mujeres recae sobre nuestros hombros colectivos. Al igual que cada uno de nosotros, como caballeros de armadura, tenemos la responsabilidad de cuidar el mundo que nos rodea. Es nuestra tarea hacer que cada voz cuente, para asegurarnos de que nunca más se escuche el silencio.

Pero, ¿es suficiente solamente hablar? La respuesta, claramente, es un rotundo no. Mientras continuamos la lucha, es vital recordar que necesitaría al menos cinco de mí mismo (o diez tal vez) para hacer el trabajo que todos debemos hacer juntos. Así que, ¿qué te parece unir fuerzas en este viaje?

Conclusión

Irene Montero ha encendido la mecha de un debate que necesita ser constante. La violencia machista es un tema que no debemos relegar a un segundo plano. Al final del día, tendremos que preguntarnos: ¿qué legado queremos dejar? Si hay algo que todos podemos hacer es actuar; no por quedar bien, sino por la convicción de que un mundo libre de violencia machista es posible. Nuestros hijos y hijas merecen un futuro donde la igualdad y el respeto sean la norma, no la excepción.

La lucha feminista no es solo de las mujeres; es un compromiso que todos debemos asumir. Así que, la próxima vez que se discuta sobre la violencia machista, recuerda que cada palabra, cada acción, cuenta. Y si Irene Montero nos ha enseñado algo, es que este camino se recorre juntos. Porque, al fin y al cabo, todos merecemos un mundo mejor, ¿no crees?