Recientemente, nos hemos visto sacudidos por una noticia que, aunque trágica, debe ser explorada y discutida. En Vigo, un juzgado ha iniciado el procesamiento de un ex director de una asociación vinculada al Opus Dei, acusado de abusos sexuales a menores. Si bien este escándalo no es nuevo para muchos, el contexto actual y lo que de él se desprende es digno de profundizar. Así que, agárrate que esto podría ser un viaje bastante turbulento.

Un caso que provoca indignación y reflexión

Diciembre de 2022 trajo consigo el informe «Para dar luz» de la Conferencia Episcopal, donde se incluían varios casos de abusos dentro de la organización, cuatro de sacerdotes y tres de laicos. La noticia del abuso en Vigo, que fue confirmado por el Diario.es, añade una capa más de complejidad y dolor a esta situación.

¿Qué sabemos del acusado?

El implicado en esta tragedia es un laico vinculado al Opus Dei, quien desempeñaba el rol de coach y asesor espiritual. Me hace recordar cuando éramos jóvenes y pensábamos que un coach era simplemente alguien que nos motivaba a mejorar. Pero, ¿qué sucede cuando esa figura de confianza se convierte en la antítesis de lo que representa? Es desgarrador.

El Opus Dei ha pedido perdón «por lo sucedido» y ha reconocido la gravedad de la situación. Esto no es un simple comunicado vacío; es una admisión de culpabilidad en un sistema que parece no tener fin cuando se trata de escándalos de esta magnitud. Su auto-retrato de «tierra de oportunidades» se derrumba con cada nuevo caso que emerge.

La administración del Opus Dei se ha apresurado a proporcionar apoyo a la víctima y a su familia, pero, ¿es eso suficiente? ¿Cuántos casos más deben salir a la luz antes de que se realicen cambios significativos dentro de la estructura de poder de la organización?

Un homenaje a las víctimas olvidadas

Hablando de situaciones difíciles, les quiero contar una historia personal. Hace un par de años, conocí a un joven que había sido víctima de un abuso dentro de un entorno religioso. La forma en que deportó la traición y el dolor fue desgarradora. Lo que más me impactó fue su fortaleza; cada día era una lucha, no solo con el recuerdo del abuso, sino también con la incredulidad de quienes lo rodeaban. Siempre me quedó claro que los relatos de las víctimas no son solo historias, son gritos de auxilio y búsqueda de justicia.

Como sociedad, necesitamos ser sinceros en la manera en que abordamos estos temas. La risa que solía escuchar en relación al Opus Dei, con sus sempiternas festividades y estructuras aparentemente inquebrantables, se ha desvanecido. Hoy, la repulsa que siento es palpable. Porque, ¿cómo es posible que sigamos permitiendo que esto suceda?

La respuesta del Opus Dei

El comunicado del Opus Dei, que asegura haber actuado rápidamente al tener conocimiento del abuso, me genera sentimientos encontrados. Se ha manifestado que la organización colaboró con las autoridades y se puso en contacto con la familia de la víctima para ofrecer apoyo. Pero, una vez más, ¿esto es lo mejor que pueden hacer? Las palabras son solo eso, palabras, si no se acompañan de acciones concretas.

Las reacciones de la comunidad

La reacción de la comunidad ha sido intensa. La incredulidad se ha transformado en furia. El Vicariato del Opus Dei, ves prisionado entre sus creencias y la cruda realidad de sus acciones, ha encontrado un eco de voz en personas como Gareth Gore, un periodista que ha descrito las prioridades del Opus Dei como una relación peligrosa con el poder, donde “la fe es secundaria”.

A lo largo de la historia, muchas organizaciones religiosas han enfrentado similares relatos de traición y abusos. En este contexto, podemos preguntamos: ¿será este el momento de un cambio profundo en las estructuras de poder dentro del Opus Dei y otras organizaciones afines?

Un llamado a la acción

Independientemente de nuestras creencias personales, es fundamental que como comunidad nos unamos en la lucha por la justicia de las víctimas. Este caso en Vigo y otros que han salido a la luz deben estar en el centro de nuestra discusión. No podemos permitir que se conviertan en meras anécdotas olvidadas. Algunas voces han señalado que es hora de que se realicen cambios profunda dentro del sistema educativo, religioso y judicial, para proteger a los más vulnerables.

Aprender del pasado

Pero no todo debe ser desencanto y enojo. Hay lecciones que aprender de estas situaciones. Reflexionando sobre la historia de este joven que conocí, queda claro que la vida tiene una forma de enseñarnos sobre la resiliencia. La capacidad de reconstruirse a partir de las cenizas del sufrimiento es un testimonio de la fortaleza humana. Nos debemos asegurar de que estas lecciones no queden atrapadas en su dolor, sino que transformen la forma en que respondemos a futuras injusticias.

Andrea, una amiga mía activista, siempre dice que «la verdadera lucha comienza cuando decidimos no cerrar los ojos». Tiene toda la razón. Al final, cada uno de nosotros juega un papel en esta historia; ya sea apoyando a las víctimas, exigiendo rendición de cuentas o simplemente hablando de lo que está sucediendo.

El papel del Papa Francisco

El mismo día en que se revelaron estas noticias, el Papa Francisco se reunió con Alejandro Arellano, quien es el decano del Tribunal de la Rota. Esto nos lleva a reflexionar sobre el papel que juega la iglesia a un nivel más amplio. Con el desafío sobre la mesa respecto a la gestión de Torreciudad, un santuario icónico y un símbolo del poder del Opus Dei, es evidente que la organización enfrenta un momento crucial.

¿Qué significa esto para el futuro?

¿Veremos una transformación real en el seno de la institución? O, ¿será simplemente un intento de controlar el daño hecho a su imagen? El tiempo lo dirá, y es el deber de todos nosotros seguir preguntando y demandando respuestas.

Conclusión: El camino hacia adelante

No existe una solución mágica para erradicar el abuso y la manipulación en estructuras de poder, pero es crucial que continuemos la conversación. Necesitamos crear espacios seguros para que las víctimas se expresen, que se sientan escuchadas y apoyadas.

La historia del abuso en Vigo es solo la punta del iceberg. La valentía de aquellos que se atreven a hablar y a luchar por sus derechos es una luz en medio de la oscuridad. Debemos seguir apoyando a quienes padecen esta realidad y exigir justicia, no solo para las víctimas de hoy, sino para todas las que vendrán.

Y, a todos los que lideran instituciones con base en la fe, les digo esto: la verdadera fe se mide por la forma en que tratamos a los más vulnerables, no por nuestra cercanía al poder. Al final del día, cuando se apagan las luces y se cierran los portones, ¿qué legado dejaremos para las futuras generaciones?

Así que, ¿qué dices? ¿Te unes a la conversación?