La educación ha recorrido un largo camino desde la época en que los profesores se limitaban a dictar lecciones y los estudiantes a tomar apuntes. Hoy en día, la innovación y la creatividad son el pan de cada día en las aulas. Y aunque muchos educadores se esfuerzan por hacer sus clases más atractivas para los alumnos, no todos los métodos son bien recibidos.

Uno de los ejemplos más recientes de esta búsqueda de un enfoque diferente en la enseñanza se ha vuelto viral en redes sociales, y es que, ¿quién hubiera imaginado que un simple examen podría desatar tantas risas y críticas al mismo tiempo? Hablemos de la historia de Oturko, un joven estudiante que se encontró con una peculiar sorpresa al recibir su nota. ¡Sí, una sorpresa que vincula la educación con el juego!

El incidente de Oturko: ¿un método educativo o una broma de mal gusto?

Oturko compartió en X (la red social antes conocida como Twitter) una foto de su resultado de examen. En lugar de recibir una notita con su calificación habitual, se encontró con una pegatina para rascar, como esas que vemos en los boletos de lotería o en esos anuncios que dicen «rasca y gana» que siempre nos prometen unas vacaciones en el Caribe… ¡siempre y cuando tengamos buena suerte!

Así es: en letras rojas y con un enorme “necesita mejorar” sobre el resultado, su profesor había optado por un falso rasca y gana para comunicarle que su nota era un 3.85. La reacción de Oturko fue inmediata: «¿Acaban de ponerme un rasca y gana para un 3’85? Voy a abrir los informativos del medio día», expresó en un tono que oscilaba entre lo frustrante y lo cómico.

Ahora te pregunto, querido lector: ¿cuántos de nosotros no hemos sentido ese estómago revuelto al recibir una nota menos de lo esperado? Si alguna vez te has encontrado en una situación similar, probablemente te sientas más identificado con Oturko de lo que te gustaría admitir.

La viralidad del «rasca y gana»: entre risas y críticas

La publicación de Oturko no tardó en hacerse viral. Más de 243,500 visualizaciones y una lluvia de comentarios le siguieron. Algunos internautas se tomaron la situación con humor y aportaron comentarios como “has rascado y no has ganado, así es la vida” o “con un profesor así, sería más fácil desembarazar un nido de arañas que pasar un examen”.

Sin embargo, no todos los comentarios fueron en tono de broma. Algunos usuarios criticaron el enfoque del profesor, dejando claro que las bromas en el salón de clases pueden tener un impacto negativo en la autoestima y motivación de los estudiantes. “¿Pero qué falta de respeto es esta? Ni educación ni respeto por parte del docente”, decía uno de los críticos.

Aquí me gustaría hacer una pausa. Entendemos que la intención detrás de este enfoque podría ser motivar a los estudiantes a aprender de manera divertida, pero, sinceramente, ¿no se llega a un punto en que jugar con las emociones de los chicos es un poco arriesgado? A veces, un examen ya es suficiente estrés sin añadirle el factor sorpresa de un raspador.

La delgada línea entre lo divertido y lo perjudicial en la educación

La experiencia de Oturko plantea una serie de preguntas importantes sobre las técnicas de enseñanza utilizadas hoy en día. ¿Dónde trazamos la línea cuando se trata de innovación educativa? Es innegable que la educación debe evolucionar, pero también hay un tiempo y un lugar para los métodos tradicionales.

He recordado mis años en la escuela secundaria cuando un maestro decidió “divertirnos” con una trivia sobre historia. La premisa era buena (porque, vamos, a nadie le gusta memorizar fechas), pero resultó ser un desastre porque el maestro se olvidó de explicar cómo se llevaría a cabo. Acabamos todos tan confundidos que yo, en vez de aprender sobre la historia, terminé recordando el nombre de una canción famosa. A veces, innovar puede desencadenar lo que llamo “la ley del boomerang”: el intento de ser creativo vuelve para golpearte.

La importancia de la empatía en la enseñanza

La enseñanza no se trata solo de impartir conocimiento, sino también de entender y conectar con los estudiantes. La empatía juega un papel crucial en este proceso. Un buen educador no solo conoce el contenido que enseña, sino que también comprende a sus alumnos y reconoce cómo se pueden sentir al respecto. En este sentido, la idea de Oturko y su rasca y gana podría resultar menos sobre innovación y mucho más sobre la falta de consideración hacia el bienestar emocional del estudiante.

Apostar por la conexión emocional en el aula es esencial, y los profesores deben preguntarse constantemente: “¿Cómo se sentirán mis alumnos al recibir esta calificación? ¿Cómo puedo motivarlos sin hacerlos sentir menos?” Y, no sé tú, pero creo que no hay nada peor que recibir una nota y sentir que has sido objeto de una broma.

Lo que los educadores pueden aprender de esta situación

Lo interesante de situaciones como la de Oturko es que nos permiten reflexionar sobre lo que realmente significa ser un buen educador. Aquí hay algunas consideraciones que los docentes podrían llevarse de este curioso incidente:

  1. Conocer a los estudiantes: Comprender sus emociones, fortalezas y debilidades debería ser una prioridad. Una buena comunicación permite a los educadores transmitir las notas de manera más constructiva.

  2. Técnicas de enseñanza variadas: Aunque el rasca y gana puede haber parecido divertido, buscar métodos que realmente conecten con los estudiantes y fomenten el aprendizaje debe ser el objetivo.

  3. Revisión de la cultura de evaluación: Las calificaciones deben servir como herramientas de crecimiento, no como mecanismos de desmotivación. Reflexionar sobre cómo se presentan y se comunican las notas es crucial.

  4. Tomar en cuenta el contexto: Algunas veces, el estrés de un estudiante puede ser tan grande que una simple calificación se convierte en un golpe duro. Ser consciente del contexto emocional de los alumnos es fundamental.

  5. Incorporar el humor de manera cuidadosa: Humor en el aula puede ser excelente para aliviar tensiones, pero como en todo, hay que medir dónde y cómo se usa para no caer en lo insensible.

Reflexiones finales

El caso de Oturko y su humorística pero también frustrante experiencia con el rasca y gana nos deja ver que la enseñanza es un arte complejo, que requiere más que creatividad: demanda sensibilidad e introspección. Si bien puede ser tentador elegir métodos llamativos, a veces lo más eficaz es optar por el enfoque más clásico pero reconfortante.

Es importante recordar que todos hemos sido estudiantes en algún momento. Quiero decir, ¿quién no ha deseado que un examen al menos venga con una pequeña data humorística? Sin embargo, lo que Oturko nos enseña es que, a menudo, lo mejor es ser claros, directos y, sobre todo, empáticos.

Así que, educadores del mundo, ¡cuenten sus historias, pero cuiden de cómo presentan las evaluaciones! No se olviden de que cada rasca en los corazones de sus estudiantes cuenta, para mejorar, para aprender y, potencialmente, para inspirar. Hay todo un mundo de métodos entre la seriedad de la evaluación y la risa del juego. Encontrar el equilibrio perfecto es el verdadero arte de la enseñanza.

¿Y tú, cómo manejas la comunicación de las calificaciones en tu aula? ¿Alguna anécdota graciosa que compartir? ¡Quiero saber de tus experiencias!