El 8 de marzo de 2017, un día que debería haber sido de celebración y empoderamiento, se convirtió en una pesadilla para 41 familias guatemaltecas. En el trágico incendio del Hogar Seguro Virgen de la Asunción, que dejó a 41 niñas muertas y a 15 heridas de gravedad, la sociedad guatemalteca se enfrenta a una dura realidad: la justicia se mueve a un ritmo lamentablemente lento. ¿Cuándo aprenderemos a priorizar la vida y el bienestar de nuestros jóvenes?

El oscuro trasfondo de la tragedia

Para aquellos que no están familiarizados con el caso, permítanme ponerlos al día. El fuego asoló el refugio destinado a niñas en situaciones vulnerables, donde se supone que debían encontrar seguridad y protección. En su lugar, se encontraron atrapadas en un entorno que falló en cuidarlas. ¿Puede haber algo más desgarrador que el grito de una niña pidiendo ayuda, un grito que lamentablemente fue ahogado por el humo y las llamas?

El juicio que sigue a esta calamidad ha sido calificado como un tortuoso recorrido por el sistema judicial guatemalteco. Desde enero del año pasado, ocho funcionarios del gobierno están siendo juzgados. Sin embargo, la justicia ha ido al paso de una tortuga coja, con solo una o dos audiencias por semana, lo que nos lleva a la inquietante conclusión de que es posible que no tengamos una sentencia hasta mediados de 2025. Sí, has leído bien, ¡2025! A este paso, la paciencia de la sociedad guatemalteca se va a convertir en un arte en sí mismo.

Pero aquí viene la parte que realmente me hace hervir la sangre: las decisiones que llevaron a ese día fatídico no surgieron de la nada. Son el resultado de años de negligencia y desinterés por parte de aquellos en posiciones de poder. La educación, la seguridad, el apoyo emocional y el amor son derechos básicos que todas las niñas, sin excepción, merecen.

Un sistema que se tambalea

El sistema judicial guatemalteco se presenta como un laberinto en el que muchas víctimas (y sus familias) se encuentran atrapadas. En un país donde la corrupción y la impunidad a menudo marcan el paso, es difícil no sentir que las víctimas son las últimas en la fila. La lentitud del proceso solo alimenta el sentimiento de abandono. Hay una frase que dice que «la justicia retrasada es justicia denegada», y en este caso, parece más verdad que nunca.

Mire, yo mismo he estado allí. He visto cómo se pueden desgastar familias mientras esperan por justicia, y la impotencia es un sentimiento desgarrador. Es como esperar la llegada de un autobús que nunca llega, solo para descubrir que la ruta fue cancelada. ¿Cómo se supone que uno vive con eso?

La cobertura mediática: ¿héroes o villanos?

Es interesante cómo los medios de comunicación han tratado esta tragedia. A veces, parecen convertirse en los salvadores, enfocándose en las historias de las niñas, recordándonos sus nombres y sus sueños. Otras veces, pueden ser considerados villanos, cuando la historia se convierte en una mera nota de pie de página, a medida que otras noticias parecen eclipsar el dolor persistente de estas familias.

Aunque el fenómeno de la «muerte por olvido» es algo común, el caso del Hogar Seguro debe servir como un recordatorio constante. Las niñas eran personas, con historias, esperanzas y sueños. Recuperar su narrativa es un acto que todos, incluidos los medios, deben asumir con responsabilidad.

La voz de los sobrevivientes

Las 15 niñas que sobrevivieron al incendio deben ser escuchadas y su valentía, reconocida. Ellas son parte del relato que no solo debe hablar de dolor, sino también de resiliencia. ¿Quiénes son ellas? ¿Qué desean para su futuro? Cada una de ellas tiene una historia, una lección que enseñarle al mundo.

Quizás, en algún rincón de su corazón, guardan la esperanza de que la tragedia servirá de algo. Tal vez anhelan que el sistema cambie, que puedan ayudar a otras niñas. Recuerdo una vez haber hablado con una joven sobreviviente que me dijo: «La vida me enseñó que aún en las sombras, siempre hay un rayo de luz. Mi luz es el deseo de ayudar a otras a encontrar su camino.» ¡Eso es un verdadero acto de valentía y amor!

¿Y ahora qué?

Para abordar la pregunta que muchas personas se hacen: ¿qué se puede hacer al respecto? La respuesta no es sencilla, pero aquí están algunas reflexiones que pueden ayudar a comenzar.

  1. Educación: Es vital que el sistema educativo guatemalteco incluya materias que se centren en derechos humanos, empatía y prevención de la violencia. Educar a las nuevas generaciones es uno de los mejores antídotos contra la indiferencia.

  2. Activismo: Ahora más que nunca, necesitamos una voz colectiva que hable por las víctimas. El activismo no solo es necesario durante las elecciones, sino que debe ser una práctica continua. ¡Es hora de salir del sofá y unirse a una causa!

  3. Responsabilidad: Los funcionarios responsables de la seguridad de estas niñas deben rendir cuentas. Hacer eco de sus nombres, demandar respuestas y exigir una reforma al sistema es esencial.

  4. No olvidar: Mantener viva la memoria de las niñas es crucial. ¿Cómo? Compartiendo sus historias, asistiendo a vigencias y, lo más importante, manteniendo la conversación abierta. La única forma de prevenir más tragedias es recordar a aquellas que perdimos.

En mi vida he aprendido que el cambio es posible, pero requiere esfuerzo. Conversando con amigos e incluso conocidos de paso, he visto cómo los pequeños gestos pueden propiciar grandes movimientos. Así que, por favor, no subestimes el poder de una conversación. Si alguna vez te has sentido impotente, recuerda que hay fuerza en los números.

Reflexiones finales

A medida que seguimos adelante, no debemos permitir que el eco del dolor se disuelva en el aire. Las voces de las 41 niñas caídas y de las sobrevivientes deben resonar en cada rincón de Guatemala y en el mundo.

Cuando miramos hacia el futuro y nos preguntamos qué legado queremos dejar, la respuesta es clara: queremos un legado de justicia, empatía y protección. Las niñas del Hogar Seguro Virgen de la Asunción no solo merecen ser recordadas, sino que su historia debe ser un llamado a la acción para todos nosotros. Así que, ¿qué pasará después? Depende de cada uno de nosotros.

Así que la próxima vez que te encuentres en una conversación sobre la justicia, los derechos humanos o el bien común, recuerda que un cambio puede comenzar con solo una palabra, una acción o incluso una sonrisa. La pregunta ahora es, ¿estás dispuesto a ser parte del cambio?