Cuando uno piensa en los Estados Unidos, es difícil no imaginar un fin de semana en el que miles de aficionados se congregan en un erguido estadio, puestos de cerveza en mano, compartiendo risas y gritos en apoyo a su equipo favorito. Esto, por supuesto, se enmarca en la explosiva narrativa del fútbol americano, donde cada touchdown se vive como una pequeña victoria personal. Pero, ¿qué pasa cuando la política se cuela en este emocionante ámbito? ¿Es posible que los dos se entrelacen sin provocar un caos similar al de una prórroga interminable?
En tiempos de elecciones presidenciales, como el próximo martes electoral, el ritmo de los partidos de la NFL se encuentra en plena efervescencia. Las emociones están a flor de piel, y las esperanzas y tensiones políticas alcanzan su pico máximo. La campaña no solo se entrelaza con el deporte, sino que estas festividades se convierten en un microcosmos de la polarización política que vive Estados Unidos. Pero, ¿realmente los aficionados quieren que la política influya en su amor por el Gridiron?
El tailgate: un templo del fútbol y la camaradería
Permíteme llevarte a uno de esos días de juego. Imagina un tailgate: el aire huele a carne a la parrilla y cebollas caramelizadas. La música suena a un volumen tal que podrías pensar que los altavoces han decidido escuchar a su banda favorita a un kilómetro de distancia. Las risas, las bromas y las discusiones sobre jugadas –y, claro, sobre quién debería ser el próximo presidente– se fusionan en un ambiente vibrante. Es un lugar donde uno podría perderse en la marea de personas vestidas con los colores de los Steelers.
Como alguien que ha asistido a un tailgate en mis años como joven adulto, puedo afirmar que es una experiencia única. Entre tragos de cerveza y montones de hamburguesas, uno siente que pertenece a algo más grande. En ese instante, las diferencias políticas no importan tanto porque, al final del día, todos están allí por la misma razón: amor por el fútbol. Es aquí donde encontramos la frase de Jim Rieker: “Venimos aquí para disfrutar de algo juntos, para unirnos alrededor de nuestro equipo, no para mostrar nuestras diferencias.”
Sin embargo, ¿puede esta unión ser arrollada por las disputas políticas? A medida que avanza el día, y antes de que escuches el eco del pitido inicial, se da cuenta de que su equipo favorito también está en medio de un partido político mucho más grande.
La política como juego estratégico
En el contexto de unas elecciones tan ajustadas como las actuales, el estado de Pensilvania se convierte en un terreno de juego clave. Al ser el segundo estado más grande en términos de población, es innegable que quien conquiste esas tierras ganará un trofeo de suma importancia. Eso explica por qué tanto Donald Trump como Kamala Harris no escatiman esfuerzos para hacerse sentir en cada juego, intentando conectar con los aficionados.
¿Pero qué significa esto para los fans? En una era donde la división ideológica no solo se manifiesta en las urnas, sino también en SportCenters y en las redes sociales, se hace evidente que la lealtad a un equipo puede dividirse aun más entre demócratas y republicanos. La encuesta muestra que los aficionados a la NFL están casi igualmente divididos entre ambos grupos, aunque, curiosamente, parece que el fútbol tiene un aire más favorable hacia los republicanos.
Vale la pena preguntarse: ¿es el fútbol americano un reflejo de la masculinidad y el patriotismo que coloca a sus aficionados en un rincón político? Al respecto, Michael Oriard, un exjugador de la NFL, menciona que hay un «instinto en los aficionados que les lleva a preferir que fútbol y política estén separados». Epifanía o una simple verdad, lo cierto es que la línea entre ambos mundos es delgada.
De la protesta al silencio: el caso Kaepernick
Todo este debate vuelve a surgir especialmente a raíz del controvertido gesto de Colin Kaepernick, quien al arrodillarse durante el himno nacional, desató una saga de reacciones que aún resuenan en el deporte. Algunos aficionados se sintieron traicionados, mientras que otros aplaudieron su decisión. Sin embargo, el resultado fue claro: se enfrentó a una ola de rechazo que finalmente lo negó de la oportunidad de jugar en la NFL. ¿Es posible que la política y el deporte sean tan incompatibles?
Por supuesto, la NFL no es el único ámbito donde la política ha influido en el deporte. El baloncesto, especialmente la NBA, ha visto a figuras prominentes como LeBron James hacer declaraciones políticas abiertamente. Aquí, el enfoque es diferente. LeBron no teme mencionar su opinión ni manifestar solidaridad con movimientos sociales, lo que muestra un enfoque de marketing y de relaciones públicas completamente diferente.
Pero, ¿no sería ideal que los deportes pudieran ofrecer un alivio de la política? Como dice Chad Danner, un aficionado de gran porte, “El fútbol es un tesoro americano, quiero que sea para todos”. Entonces, aquí se queda la interrogante: ¿hay un espacio para la política en este santuario del deporte?
Oportunidades de campaña: transformar a los aficionados
Los esfuerzos políticos en el mundo del fútbol alcanzan nuevas alturas al enfocarse en vincularse con los fans de maneras creativas. Tanto Harris como Trump han empleado una variedad de estrategias diseñadas para conectar emocionalmente con los aficionados a la NFL. Desde tradiciones del tailgate hasta comerciales en los intervalos, el fútbol americano ha valido su peso en oro como una plataforma de campaña potente.
Para los demócratas, “reapropiarse” del fútbol podría ser un juego decisivo en esta elección. La idea es crear una conexión emocional, especialmente con figuras como Tim Walz, gobernador de Minnesota y antiguo Coach Walz, presentándose así para apelar a la noción de que, al igual que en el fútbol, todos juntos podemos ser un equipo, y los demócratas son el mejor equipo en esta situación. ¿Funciona esta estrategia en la vida real o es solo un diseño de marketing?
Una respuesta clara es complicada. Por un lado, pueden conseguir un par de entusiastas que los sigan, pero, por otro lado, el elefante en la habitación es que muchos aficionados, como Michael Oriard menciona, aún prefieren que el fútbol y la política estén separados. ¿Las estrategias de campaña seguirán llevando a la política directamente a las zonas de tailgate, donde la cerveza y la camaradería son la norma?
Refugiándonos en el juego: el futuro del fútbol y la política
A medida que se acercan las elecciones, es evidente que el fútbol americano continuará siendo una interesante arena de discusiones políticas. A medida que los estadios comiencen a llenarse y millones se amontonen frente a sus pantallas, la pregunta no es si la política hará su entrada en el mundo deportivo, sino más bien cómo los aficionados decidirán lidiar con ello.
Este es el punto en el que los amantes del fútbol deben decidir. ¿Darán la bienvenida a comentarios políticos en el campo de juego, o tomarán el camino de la indiferencia y seguirán disfrutando de sus equipos sin distracciones externas? De alguna manera, esto nos invita a reflexionar sobre el futuro del deporte en una sociedad marcada por la polarización.
En conclusión, el dilema del fútbol y la política nos recuerda que incluso en los momentos más unificadores, la sociedad siempre tiene sus diferencias. Al final del día, el amor por el fútbol puede ser la única constante que nos une. Porque, después de todo, no hay nada más estadounidense que disfrutar de un buen partido mientras se descorcha una fría cerveza. Este podría ser el comienzo para que el fútbol americano sirva como un puente, no solo entre aficionados, sino también entre posiciones políticas, fomentando el diálogo en lugar de la disensión.
Así que, la próxima vez que estés en un tailgate, recuerda: si bien el fútbol es el alma de la reunión, la política no está tan lejos; y aunque puede ser difícil, quizás ese sea el verdadero espíritu de la democracia.
¿Y tú, qué piensas? ¿Crees que el fútbol y la política deberían mantenerse separados? ¡Déjame tus comentarios!