La música tiene esta extraña manera de hacernos sentir como si hace solo unos minutos hubiéramos bailado con nuestros amigos en un garito de mala muerte, mientras que en otro momento, estamos allí, en un escenario iluminado, sintiendo cómo la energía de la multitud se agita a nuestro alrededor. Así me sentí cuando asistí al concierto de Fontaines D.C. en el WiZink Center de Madrid. Y si creías que el indie estaba muerto, prepárate, porque esta banda irlandesa lo resucitó con una exclamación de alegría y un toque de nostalgia.
El ambiente decadente y festivo del WiZink Center
La primera vez que entré al WiZink, me dio la impresión de que estaba en una escena de una película de Billy Wilder. La luz tenue, el olor a palomitas y esa vibra de «esta es la última oportunidad» lo hacían parecer un lugar tanto para soñar como para recordar. Si alguna vez has estado en un concierto donde la música no es el único protagonista, sabes que el ambiente puede cambiar la experiencia por completo.
Desde el primer acorde de “Romance”, la multitud estalló en júbilo y no solo porque fueran viejos fanáticos, sino porque Fontaines D.C. ha logrado algo que pocos pueden: conectar con diferentes generaciones. Eran palpables esas ganas locas de volver a ver, de volver a sentir. ¿Recuerdas la primera vez que escuchaste a tu banda favorita en vivo? Esa mezcla de emoción y nerviosismo vuelve a surgir en cada uno de esos momentos.
La evolución de Fontaines D.C.: de la larva a la mariposa
“Romance”, el título del nuevo disco, lo dice todo. Grian Chatten, el carismático vocalista, sabía que había algo más que un simple álbum bajo el brazo. Hablamos de una transformación. Si su anterior disco, Skinty Fia, marcó un hito en el post-punk, Romance se siente como un cambio de paradigma en su sonido. Tiene el toque de un Pixies pero también acaricia las melodías de un Depeche Mode. Un verdadero truco de “bricolaje musical”, como a mí me gusta llamarlo. ¿No te parece hermoso ver cómo una banda puede tomar influencia y convertirla en algo único?
Lo que comenzó como un proyecto lleno de poesía urbana se está convirtiendo en una manifestación de amor por el pasado, pero con un corazón que late en el presente. En palabras de Grian, él busca canalizar esa atmósfera de decadencia y esplendor, como en esa gloriosa era del indie de los años 90. Y vaya que lo logran.
Conexión emocional con el público: algo más que música
Si algo me sorprendió de este concierto fue la conexión que Fontaines D.C. tiene con su audiencia. En una era en la que muchos músicos parecen más preocupados por Instagram que por su público, aquí hay un grupo que se toma el tiempo de mirar a la gente a la cara. Carlos O’Connell, el guitarrista, comenzó la noche diciendo: «Muchas gracias, muy bonito». Aunque suena simple, esa palabra de agradecimiento resonaba con un sentido genuino.
Es adorably surrealista, por así decirlo. Ahí estaba Carlos, en su ciudad natal, interpretando «Tesoros» de Antonio Vega. Si alguna vez has sentido que un artista te ha abrazado con sus notas, te puedo asegurar que ese momento fue un abrazo colectivo que nadie podía ignorar.
La diversidad en el público y en la estética
Un aspecto que no podía dejar de notar era la mezcla de edad entre los asistentes. Había cincuentones, con camisetas de los Pixies recordando su juventud, junto a jóvenes de veinte años que vestían de manera casi ecléctica. Algunos lucían trenzas, otros camisetas de equipos de fútbol, todos igual de auténticos. ¿Cuánto tiempo hacía que no veíamos a una banda que hablara a varias generaciones a la vez?
La estética de Fontaines D.C. es un guiño a ese deseo de romper con los estereotipos de la cultura machista del rock and roll. ¿Quién dice que solo puedes encontrar la belleza en el cuero y el vaquero? Ellos lo han desmantelado todo, y en su lugar hay colores, texturas y un sentido inconfundible de modernidad. Una verdadera revolución estética que desafía las normas impuestas.
Un mensaje más allá de la música
A lo largo del concierto, una bandera palestina ondeaba en el teclado. Una pequeña pero poderosa declaración en un mundo que muchas veces se muestra indiferente. Esas cosas cuentan, y en un momento tan cargado de emociones, es fácil recordar que la música no es solo entretenimiento; a veces, es un vehículo para un mensaje mayor.
El ambiente era tan electrizante que en cierto momento, sentí la necesidad de preguntar: ¿Estamos presenciando a los salvadores del rock and roll? Muchos dicen que sí, y con razón. Con cada acorde tocado y cada palabra cantada, Fontaines D.C. se afianza más en nuestro imaginario colectivo como una banda que no solo quiere entretener, sino también desafiar.
La magia del espectáculo
Con una decoración sobria y un corazón plateado que flotaba sobre el escenario, el espectáculo fue todo un viaje emocional. Cada canción trajo consigo una nueva atmósfera, una nueva sensación que tocaba las fibras más profundas de quienes estábamos allí. Desde efectos psicodélicos hasta colores que bailaban al ritmo de la música, no había manera de distraerse de la magia que estaban creando.
La cúspide de la noche llegó con “Starbuster”, una canción que es un verdadero himno. Los acordes resonaron en el aire como si el propio universo estuviera de acuerdo en que estábamos presenciando algo especial.
La pregunta en mi mente se volvió inevitable: ¿Cómo será cuando Fontaines D.C. llegue a la cima de su carrera? ¿Veremos alguna vez una conexión así de pura y auténtica en un estadio gigante? A veces, los mejores momentos suceden en lugares íntimos, y lo que presenciamos en el WiZink fue simplemente un adelanto de lo que está por venir.
Reflexiones finales sobre el impacto de Fontaines D.C.
Al salir del concierto, un viento fresco me chocó en la cara y me hizo pensar en lo efímero de estas experiencias. A menudo buscamos recordar momentos como estos, pero a veces nos olvidamos de cómo vivirlos plenamente. Mientras caminaba por las calles de Madrid, con el eco de la música aún resonando en mi cabeza, me di cuenta de que Fontaines D.C. no solo son músicos; son narradores de un viaje en el que todos estamos invitados a participar.
Si alguna vez te has preguntado si el rock está muerto, permíteme tranquilizarte: Fontaines D.C. lo está reviviendo, y su luz brilla más que nunca. El futuro es brillante y lleno de promesas, y no puedo esperar a ver qué más nos ofrecerán en el camino.
Así que, a todos mis lectores, si alguna vez tienen la oportunidad de ver a Fontaines D.C. en vivo, no duden en hacerlo. Es una experiencia que trasciende la música y se convierte en un momento de pura conexión humana. ¿Y quién no quiere eso? Después de todo, ¿no es ese el verdadero poder de la música? ✨