El pasado sábado, el Movistar Arena de Madrid se convirtió en el epicentro de un evento que resonará en la memoria colectiva de los asistentes como una noche mágica, llena de música, emociones y un fuerte sentido de comunidad. Fermin Muguruza, un ícono de la música vasca, compartió el escenario con la joven banda Tremenda Jauría, quienes no solo sirvieron como teloneras, sino que también editaron las emociones del público en una velada que prometía, y cumplió, convertirse en histórica.
Un regreso triunfal y un clima electrizante
Desde el momento en que pisé el recinto, sentí que había algo especial en el aire. ¿Alguna vez has entrado a un concierto y te ha invadido esa sensación inconfundible de energía colectiva? Es como si un ejército de fans se uniera a ti en una única celebración de amor por la música. Aunque yo no soy un experto en historia militar, podría decir que esa noche, el Movistar Arena se sintió como un campo de batalla donde solo una cosa importaba: la música.
Antes del que muchos consideran el plato fuerte de la noche, Tremenda Jauría calentó los motores. Recuerdo la primera vez que escuché a esta banda; su energía me atrapó de inmediato. Esos momentos previos al concierto, donde las luces titilan y la multitud comienza a unirse en cánticos improvisados, son pura magia. Parecía que el público estaba dispuesto a dejar atrás las preocupaciones cotidianas, incluso haciendo malabares entre los deberes y el trabajo, solo para estar presente en esta jornada de resistencia artística.
¡Que comience la fiesta!
Cuando Fermin Muguruza finalmente aterrizó en el escenario, las expectativas estaban muy altas. Pero él, con su carisma y entrega, comenzó a romper esas barreras. Tal y como él mismo dijo: «Convirtamos este aquelarre antifascista en una noche que dure años». Todo el mundo sabe que la realidad puede ser dura, pero qué importante es encontrar esos momentos de catarsis en los que nos unimos para celebrar la vida y los ideales que compartimos.
La primera canción, Urrun, que hace referencia al pueblo originario Mapudungun, sentó el tono de la noche. La proyección de imágenes que acompañaba la música era impresionante. Eran imágenes de la lucha —de la vida— en diferentes partes del mundo. Mientras observaba el nombre de Iñigo Cabacas y todos esos rostros que han sufrido, no pude evitar preguntarme, ¿hasta qué punto está la música entrelazada con nuestra historia colectiva?
Una diversidad de sonidos y mensajes
Con cada canción, el viaje musical se tornaba más intenso. Desde Eguraldi lainotsua hiriburuan hasta La línea del frente, cada interpretación era un recordatorio de que la música va más allá de las notas. Había mensajes subyacentes sobre la lucha, la resistencia y la liberación. No puedo evitar recordar el momento en que Fermin hace un guiño a su hermano fallecido, Iñigo Muguruza; una mención que dejó a muchos conmovidos, reflejando que la música puede ser una poderosa catarsis.
La sorpresa llegó cuando Begoña Bang-Matu, una de las pioneras de la música jamaicana en España, se unió al escenario. Su contribución se sintió como una ráfaga de aire fresco, casi como si estuviéramos en una fiesta en la playa, pero una playa militante, donde la alegría y la resistencia coexistían.
El momento cumbre: Hiri gerrilaren dantza
Ahora, hablemos del momento que, si no ha sido el favorito de muchos, definitivamente ha sido uno de los puntos culminantes de la noche: Hiri gerrilaren dantza. En ese instante, el pabellón se transformó en un hervidero de energía, el ambiente era tan vibrante que me hizo recordar mis épocas de juventud, cuando los conciertos eran rituales a los que nunca faltabas. Quien no haya saltado y gritado durante este tema no puede llamarse fan verdadero.
Mientras todos brincábamos y dejábamos atrás nuestras inhibiciones, no pude evitar divagar sobre cómo la música ofrece una poderosa vía de escape. Me pregunté: ¿es esto lo que realmente nos une a todos?
Un legado de lucha y razón
A medida que el concierto avanzaba hacia la recta final, temas como Radio Rahim y El último ska llevaron a la audiencia a reflexionar sobre realidades difíciles, desde la situación en el Congo hasta las luchas en Palestina y Líbano. Aquí es donde la música se convierte en una forma de resistencia. Es potente, es pura, y en ese momento, está la verdad.
Uno de los aspectos que más me impresionó de esta velada fue cómo Muguruza, un artista con más de cuatro décadas de carrera a sus espaldas, ha sabido evolucionar y adaptarse a los tiempos. Fue como ver a un viejo guerrero que no solo lucha sino que también enseña y comparte.
¿Qué es una nueva realidad sin amor?
La noche concluyó, como era de esperar, con todos en el escenario agradeciendo a su público. El cierre fue emocional y, para muchos, una celebración en todos los sentidos. Itziar Ituño, junto a Tremenda Jauría, cerró la noche con Sarri, Sarri, una pieza icónica que hizo que los corazones resonaran en un mismo compás.
Mientras me dirigía a la salida, sentía la adrenalina de la noche aún palpitando en mis venas, pero también me invadió una profunda reflexión. ¿Qué lugar ocupan estos eventos en el mundo actual, donde muchas veces el ruido ensordecedor de la rutina y la deshumanización nos atrapan?
Reflexiones finales: La música como salvación
En definitiva, el concierto de Fermin Muguruza fue más que una simple presentación. Fue una oda a la comunidad, a la lucha y a la persistencia del espíritu humano. Es vital que sigamos encontrando estos espacios de conexión, sobre todo en momentos en los que el mundo parece girar en direcciones inciertas.
La música, al fin y al cabo, es la respuesta. Nos recuerda que detrás de cada melodía existe un propósito, un mensaje, una lucha. Asistir a un concierto como el de Fermin Muguruza es un recordatorio de que, aunque las diferencias pueden separarnos, la música tiene el poder de unirnos en una misma frecuencia.
Así que la próxima vez que tengas la oportunidad de asistir a un evento musical, no dudes en hacerlo. Quizás encuentres un pedazo de tu historia en esa experiencia, tal como yo lo hice aquella noche en Madrid. Después de todo, como dijo Muguruza, ¿quién puede resistir una invitación a celebrar la resistencia?
¿Qué nos dirá la próxima velada musical? Solo el tiempo lo dirá, pero estoy listo para seguir escuchando y aprendiendo de aquellas melodías que siempre resuenan en nuestros corazones.