Recientemente, la catedrática en economía Sara de la Rica y su equipo de la Fundación ISEAK han puesto de manifiesto un problema que muchos prefieren ignorar: el ingreso mínimo vital (IMV) no está llegando de manera efectiva a las personas gitanas que realmente lo necesitan. No es solo un dato frío en un informe, es toda una historia tras un porcentaje alarmante: ¡solo el 29% de los gitanos con derecho a percibir esta ayuda lo están recibiendo! ¿Te imaginas lo que esto significa para la comunidad gitana y, en general, para nuestra sociedad? Vamos a desglosar este complicado pero fundamental tema.

¿Qué es el ingreso mínimo vital y por qué se creó?

El ingreso mínimo vital es una prestación económica destinada a garantizar un nivel mínimo de ingresos a aquellas personas que se encuentran en situación de vulnerabilidad. Se aprobó en 2020, en el contexto de la pandemia. ¿Quién podría haber imaginado que una crisis de salud global también revelaría las falencias de nuestro sistema de asistencia social? La idea era clara: evitar que las familias más desfavorecidas se hundieran aún más. Pero, como estamos viendo ahora, el resultado no es el que esperábamos.

La ministra de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, Elma Saiz, ha reconocido que «hay mucho por hacer para mejorar este sistema». Pero, ¿realmente sabemos cómo se podría hacer esto?

Una verdad incómoda: la percepción errónea sobre la comunidad gitana

Nos enfrentamos a un fenómeno común: los prejuicios. En la sociedad, a menudo se escucha que «los gitanos viven del IMV». Sin embargo, este discurso se basa en una falta de información. Es triste ver cómo los estigmas sobre minorías, basados en creencias erróneas, se perpetúan.

Como alguien que ha tenido la oportunidad de trabajar codo a codo con comunidades marginalizadas, puedo decir que estas afirmaciones son, en su mayoría, producto de la desinformación. Recordando anécdotas pasadas, he visto a grupos enteros corrigiendo la narrativa a través del trabajo, la educación y la interacción con otros. Es fundamental entender que, en lugar de estigmatizar, deberíamos buscar formas de ayudar y empoderar. La catedrática Sara de la Rica enfatiza: «Ofrecer la evidencia sobre la realidad es fundamental para combatir estos mitos».

Las barreras burocráticas que perpetúan la exclusión

Una de las mayores dificultades que enfrenta la comunidad gitana es la complejidad del proceso para acceder al IMV. Para darle contexto, piensen en lo que significa lidiar con trámites burocráticos cuando se está desesperado por ayuda. Un ejemplo gracioso podría ser el típico juego de mesa «Monopoly», pero en lugar de ganar dinero, ¡todos en la mesa están compitiendo por entender el sistema!

En el estudio, se menciona que el periodo medio de tramitación del IMV puede alcanzar los 9 meses y medio. ¿Nueve meses? ¡Eso sería como esperar un niño! Pero, en este caso, no hay alegría al final; solo la triste certeza de que muchos seguirán esperando sin tener los recursos que necesitan. Esto es absolutamente inaceptable.

La desinformación sobre ayudas infantiles: un punto ciego

Además del IMV, existe el Complemento de Ayuda a la Infancia (CAPI), que otorga becas por hijo a familias de recursos escasos. Pero aquí viene el truco: este complemento es ampliamente desconocido entre las personas gitanas, lo que significa que aún menos familias están recibiendo el apoyo que merecen. ¿No deberían estas ayudas ser fáciles de entender y acceder? La realidad es que, aunque existe un conocimiento general sobre el IMV, el CAPI queda relegado en la lista de preocupaciones.

Sara de la Rica y su equipo están clamando por una mejor comunicación sobre estas ayudas. Quizás deberíamos hacer un “roadshow” informativo, pero en lugar de autos, lo haríamos con caravanas gitanas. ¡De seguro atraeríamos la atención que merece!

Trabajando para salir del ciclo de la pobreza

Un tema recurrente en el estudio es la falta de oportunidades laborales. Si bien un 28% de la población gitana que tiene acceso al IMV sí trabaja, la realidad es que muchos lo hacen en condiciones precarias. Como dice Lucía Gorjón, una de las investigadoras, «el 95% de los perceptores del IMV no reciben ofertas de trabajo de los servicios públicos». ¿Quién podría sentirse motivado a buscar empleo en esas circunstancias? El desánimo se convierte en compañero diario.

El hecho de que un 72% de la población gitana no esté trabajando también muestra lo complicado que puede ser entrar y permanecer en el mundo laboral. La alta movilidad de los hogares y la variabilidad de sus ingresos complican todavía más la identificación y la adaptación a esos empleos.

En mi experiencia, he visto cómo el apoyo educativo y la formación adecuada pueden marcar la diferencia. Solo un 22% de los encuestados ha recibido oportunidades de formación, y ese es un dato que debería cambiar, ¡y rápido!

Soluciones propuestas: modernización y simplificación

Para abordar esta crisis de manera efectiva, es imperativo que se modernice la gestión del IMV y se simplifiquen los procesos. Se propone, entre otras cosas, que se universalice la declaración de la renta para todos los ciudadanos mayores de 18 años. Esto sería un paso hacia un sistema más justo y accesible, en lugar de convertirlo en un laberinto burocrático donde el que no tiene asistencia termina perdido.

También se habla de la interoperabilidad de datos entre distintas administraciones, algo que podría hacer milagros en la rapidez del proceso. ¿En serio, necesitamos casi una eternidad para pedir ayuda?

Reflexiones finales: hacia un cambio real

El estudio presentado por la Fundación ISEAK no solo ilumina un problema grave, sino que también nos brinda una oportunidad para reflexionar. Si somos capaces de abrir los ojos y comprender que el IMV no está cumpliendo su propósito, quizás podamos darle a la comunidad gitana la dignidad y el apoyo que nunca debieron haber perdido.

La situación actual es un claro recordatorio de que, a menudo, los que más necesitan ayuda son los que se enfrentan a las barreras más grandes para obtenerla. Las estadísticas pueden ser asombrosas, pero no debemos perder de vista que detrás de cada número hay vidas e historias en lucha.

Así que, la próxima vez que escuches algún mito sobre la comunidad gitana, recuerda que la verdad rara vez es tan simple. Te invito a preguntar, a escuchar y a empatizar. Al final del día, todos somos parte de la misma comunidad, y juntos podemos trabajar por un futuro donde la igualdad y las oportunidades no sean un lujo, sino un derecho.