Las inundaciones son un fenómeno natural que parece tener un talento innato para arruinar planes y, en ocasiones, hasta vidas. Muchos hemos estado allí: las sombras de un cielo gris oscuro, el sonido de la lluvia golpeando el cristal como si estuviera tratando de entrar a nuestras casas. Y mientras algunos de nosotros simplemente miramos la lluvia caer desde la comodidad de nuestro sofá, hay quienes han tenido que lidiar con la devastación que puede causar este tipo de tormentas. Hoy, vamos a explorar cómo Europa ha aprendido a lidiar con las inundaciones a lo largo de los años, especialmente a partir de la reciente borrasca Boris, que azotó a varios países en septiembre de 2024. Así que abróchense los cinturones, que esto va para largo y lo vamos a abordar con un poco de humor y sobre todo, mucha empatía.
Un relato sobre inundaciones: De 2002 a 2024
Si uno se sienta a escuchar a Eleonore, una jubilada austriaca que ha sobrevivido a dos de las peores inundaciones de Europa Central, uno podría pensar que ha vivido en una película de terror. En 2002, su comunidad fue devastada por inundaciones que acabaron con la vida de 232 personas en Austria, Alemania y República Checa. Entre el dolor y la desesperación, Eleonore también recuerda cómo aquellos eventos la tomaron completamente desprevenida. “El agua ya había entrado en las casas y nadie nos había avisado”, argumenta con una mezcla de dolor y resignación, como si reviviera aquel día.
Avancemos 22 años más tarde, en septiembre de 2024, donde la historia fue diferente. Gracias a avances en tecnología meteorológica, los austriacos pudieron anticiparse a las adversidades. Imagina que te dicen que viene un huracán y tienes una semana para prepararte —bueno, eso fue más o menos lo que ocurrió esta vez. Las alertas de alto nivel comenzaron a emitirse en anticipación a la borrasca Boris, y aunque las lluvias aún desbordaron algunos ríos, las vidas perdidas fueron significativamente menores. Solo cinco personas fallecieron en comparación con el torrente que dejó 232 muertos en el 2002.
Pero, ¿qué causó esta transformación? ¿Fue simplemente suerte o había una estrategia detrás de todo esto?
La ciencia detrás de las previsiones
Según la hidróloga británica Hannah Cloke, la clave del éxito en la gestión de la crisis de 2024 fue, sin lugar a dudas, la predicción meteorológica precisa. “Hemos aprendido de la experiencia”, dice ella con un aire casi de satisfacción. En comparación con 2002, donde las predicciones estaban limitadas a una o dos horas antes del desastre, ahora existen modelos que pueden prever la cantidad exacta de lluvia que caerá en áreas específicas. Eso es como pasar de jugar a “Adivina quién” a tener todos los detalles de los personajes en una hoja Excel. Afortunadamente, no te van a poner un emoji de tristeza si fallas.
El “confinamiento climático”
Los austriacos, con un humor negro más fuerte que el café, comenzaron a bromear en las redes sociales sobre la situación. ¿A quién no le ha pasado que se siente un poco claustrofóbico cuando le dicen que debe quedarse en casa debido a un mal clima? “Bueno, es como el primer ‘confinamiento climático’”, escribieron algunos. Pero la realidad es que sí, la gente se quedó en casa y se cancelaron eventos masivos, lo que permitió reducir la exposición de muchas personas al peligro.
Mientras tanto, en en República Checa, Jaroslav, un residente que pasó por el desastre en 2002, relata que sabía lo que estaba en juego cuando recibió la orden de evacuar. “(El agua) ya nos había arrastrado una vez, así que cuando llegó la orden, supimos que tendríamos que marcharnos”. En otras palabras, ¡sí aprendieron de sus errores! Pero eso sí, no todos fueron igual de precavidos; algunas personas optaron por quedarse en sus casas, desoyendo las advertencias.
La otra cara de la moneda
Aunque las lecciones parecen claras, no todo fue un éxito en la gestión de las inundaciones. En Polonia, para ser exactos, se notó una significativa falta de coordinación. En la ciudad de Cieszyn, dividida por el río Olza, los vecinos checos comenzaron a evacuar mientras los polacos no tenían idea de lo que sucedía. “¿Cómo es posible que las autoridades no se comunicaran entre sí?”, se preguntaba una residente local tras la tormenta. La verdad es que la comunicación —o la falta de ella— puede determinar el destino de quienes están en peligro.
En este sentido, Marek Stys, de la organización checa People in Need, mencionó que aún con pronósticos precisos, el enfoque en la coordinación era clave para minimizar el impacto. A menudo, la gente se niega a dejar sus casas, incluso cuando se les advierte sobre el peligro que les acecha. Esto es un claro recordatorio de que la desconfianza hacia los mensajes oficiales afecta directamente en situaciones críticas.
Algo para reflexionar: El sistema de alerta
Hablando de desconfianza, Hannah Cloke también señala que el sistema de alerta utilizado en muchos países no es perfecto. En España, por ejemplo, durante la DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) del 30 de octubre de 2024, las alertas llegaron demasiado tarde. «Hubo una alarma que sonó a nivel general en todos los móviles de Valencia sobre las 8.30, pero ya era demasiado tarde porque la gente ya estaba atrapada”, recordaba una residente de la ciudad.
Esto plantea un dilema sobre cómo deben comunicarse las alertas en el futuro. La hidróloga sugiere que no deberíamos tener un sistema binario del tipo “todo está bien” versus “emergencia inminente”. Porque claro, si mantienes a la gente en un constante estado de miedo, eventualmente dejarán de prestarle atención a tus advertencias.
Mejorar el protocolo
Cloke resalta que no se debe depender solo de los mensajes enviados a teléfonos móviles; otros canales también deben intervienen, como medios de comunicación y redes sociales. Es posible que no todos tengamos un smartphone, pero todos tenemos acceso a alguna información, ¿cierto? Y, sin duda, la información clara y precisa debe ser un objetivo a alcanzar.
Lo que es más triste es que muchas de las lecciones aprendidas sobre desastres naturales a menudo parecen caer en el olvido, como si se tratara de la última moda pasajera. Y, mientras tanto, el riesgo de inundaciones sigue presente. En el informe del Centro de Investigación Medioambiental FZ-Helmholtz de Alemania se indica que entre 1980 y 2022, hubo 5,584 muertes relacionadas con inundaciones en 32 países de la Agencia Europea de Medio Ambiente (EEE). ¡Y esto no es ninguna broma!
Reflexiones finales: ¿Qué se puede hacer?
Así que, ¿qué podemos hacer? El primer paso es tomar el aviso del amigo que siempre está dispuesto a recordarnos que no debemos ignorar la información cuando se trata de posibles desastres. Sí, puede que pienses que la alarma es simplemente otro molesto ruido, pero a veces, esa “molestia” puede salvar vidas.
Las comunidades, gobiernos, y sobre todo, las personas individuales, deben seguir aprendiendo de cada desastre natural. No se trata de ser un experto en meteorología, pero debemos confiar en los expertos y entender que la comunicación es clave. Aquí, el escuchar y prepararse puede marcar una gran diferencia.
Así que prepárate, infórmate, y sobre todo, nunca dudes en escuchar las alertas. Porque, como bien dice Cloke, “la gente no debería morir por falta de información.” Con un poco de esfuerzo, una mejor preparación y una comunicación efectiva, podemos hacer que el futuro sea un poco menos aterrador y un poco más seguro, incluso si eso significa lidiar con algunas tormentas de vez en cuando.
¿Y tú? ¿Cómo te preparas ante un peligro inminente? ¡Cuéntamelo en los comentarios!