La pregunta es simple pero de gran peso: ¿puede España alcanzar el objetivo del 2% del PIB en defensa para 2029? Pero, como muchas cosas en la vida, la simplicidad a menudo oculta una complejidad abrumadora. Así que, abróchate el cinturón y acompáñame en este análisis sobre la situación actual de la defensa en España, los compromisos con la OTAN y por qué esto podría ser una cuestión mucho más complicada de lo que parece.
El contexto del gasto en defensa
Primero, hagamos un poco de historia. España se ha comprometido a incrementar su gasto en defensa como parte de su membresía en la OTAN. Sin embargo, a pesar de las promesas, el gasto ha sido relativamente bajo y ha aumentado de manera muy gradual. En un análisis reciente, se mencionó que, aunque la ministra de defensa ha afirmado que cumplirán con el porcentaje en 2029, hay escépticos que ven esto como una promesa vacía. ¿Por qué? Bien, porque a lo largo de los años, el aumento ha sido escaso: del 1% al 1,28%.
Recuerdo cuando decidí hacer una dieta a principios de año. Lleno de determinación, prometí perder 10 kilos en tres meses. Spoiler: no lo logré. Así que, cuando escucho a los líderes políticos prometer metas lejanas, mi pequeño dilema personal me hace levantar una ceja. ¿Podrá España, en realidad, llevar el gasto de defensa a dos cifras apropiadas en un futuro cercano?
El dilema actual: necesidades contra compromisos
Un compromiso grave
Una de las preocupaciones principales es que, si España no cumple con sus compromisos, las repercusiones podrían ser significativas. Como un grupo de amigos que siempre contribuye a la cena, pero un día uno de ellos decide no aportar, eventualmente puede que se le excluya de las decisiones sobre qué restaurante elegir. La OTAN es un club, y aquellos que no pagan su cuota a menudo son los que terminan sentados en la esquina en las reuniones.
Recientemente se destacó que la falta de cumplimiento podría llevar a decisiones que afecten el reparto de roles dentro de la OTAN. Y si miras lo que ocurrió en el gobierno de Donald Trump, por poner un ejemplo, supimos que no hay un comentario más adecuado que «¡Hola, amigo! Paga la cuenta o no podrás disfrutar del buffet libre.»
¿Te imaginas la escena? Una especie de cumbre de la OTAN, con líderes internacionales discutiendo sobre quién cumplió y quién no. ¡Y España en el lado opuesto del salón esperando a que le pasen el pan!
La trampa de la fiscalidad y el gasto público
Visto de otra manera, el incremento del gasto en defensa requerirá una planificación fiscal seria. El crecimiento del gasto en defensa no se puede hacer chasquear los dedos. Se necesitarían reformar los impuestos o cortar gastos en otras áreas. Algunas decisiones recientes, como el concierto catalán, han puesto más presión sobre la economía, limitando aún más el acceso a recursos.
Esta situación me recuerda a cuando decidimos ir de vacaciones, pero nos pasamos con el presupuesto de cenas elegantes. Al regresar, miramos al banco y decimos: «¿Cómo pasó esto?» La realidad es que, en todo gasto, deberíamos considerar los ingresos. Así que, amig@s, ¿realmente estamos preparados para cortar en otras áreas?
La percepción internacional
La imagen del «socio no fiable»
La percepción de que España es un socio no fiable puede tener consecuencias mucho más allá de no cumplir con los compromisos de defensa. Esto podría afectar la disponibilidad de información vital proveniente de servicios de inteligencia internacionales. ¿Y si no nos cuentan lo que realmente sucede en ese nuevo territorio conflictivo donde no tenemos influencia? Como diría el sabio, «el que no da, no recibe». Y aquí hay que recordar que la información es poder.
Además, la falta de credibilidad podría afectar la posición de España en futuros acuerdos internacionales. De manera irónica, podríamos encontrarnos excluidos de la conversación importante, igual que ese amigo que siempre llega tarde a la mesa de café.
¿Hacia dónde vamos?
El camino hacia 2029: decisiones difíciles por delante
Ahora bien, de cara a la próxima década, ¿qué debemos hacer? Por un lado, las promesas deben ser respaldadas con acciones concretas. Esto significa que el Gobierno tendrá que tomar decisiones difíciles, y de momento esto se perfila como un gran desafío. De alguna manera es familiar; a todos nos ha tocado decidir entre comer un helado o mantener la dieta para esa boda en tres meses. A veces, las decisiones no son sencillas.
Cuando escuchamos a Pedro Sánchez hablar de cumplir con la OTAN, muchos se preguntan si habrá una verdadera diferenciación entre palabras y hechos. Como lo mencionaron analistas, los discursos del Gobierno pueden sonar aceptables en eventos nacionales, pero tienen que ser sólidos en foros internacionales. La diplomacia no se limita a sonrisas; se basa en compromisos que, si no se cumplen, tienen consecuencias.
Mirando hacia el futuro: optimismo o pesimismo
La pregunta que algunos podrían hacerse es: «¿Vale la pena?» Puede que no parezca mucho ahora, pero las decisiones que tomemos hoy pueden determinar el rumbo de España en la OTAN y hacia su imagen internacional. Aquí hay que mantener un equilibrio entre cumplir con la defensa y los otros compromisos sociales y económicos del país. ¿Te imaginas que tenemos que sacrificar (de nuevo) las cenas, pero esta vez por el bien del país?
Conclusión: damos la talla o no
Así que, volviendo al inicio, ¿logrará España alcanzar ese ambicioso 2% del gasto en defensa para 2029? La respuesta está en tus manos, en las de los responsables de la toma de decisiones, en la fiscalidad y, sobre todo, en la voluntad política de convertir las palabras en acciones. La historia nos enseñará a mirar hacia atrás y evaluar si, realmente, éramos el amigo que siempre paga la cena o el que a veces, por la vergüenza, se hace ‘el olvidadizo’.
Ahí lo tienes: un viaje por la complejidad del gasto en defensa en España, adornado con humor y una pizca de empatía. Para ser un país fuerte, debemos tomar decisiones fuertes y consistentes. Ahora, ¿qué pensaría el vecino si se enterara de que no estamos dispuestos a gastar en defensa? Quizá es una pregunta mejor dejar en el aire mientras buscamos la dirección adecuada burlándonos juntos de nuestros despistes económicos.