El reciente evento electoral en Bolivia, donde siete millones de bolivianos se enfrentaron a una papeleta de votación repleta de nombres desconocidos, ha sido un verdadero espectáculo digno de una novela de suspenso. ¿Te imaginas tener que elegir entre varias personas que no tienes la más mínima idea de quiénes son? ¡Literalmente como una ruleta rusa pero con boletas! Esta fue la realidad el domingo pasado, cuando se celebró la elección de magistrados de las altas cortes judiciales. Al igual que siempre, Bolivia se encontró en un cruce de caminos, tratando de decidir si se avanza hacia una nueva era de justicia o si estamos atrapados en el mismo viejo juego.
La Elección que Nadie Pidió
Cada seis años, según la Constitución boliviana, los ciudadanos están obligados a votar para elegir a 26 altos cargos de la Justicia. Estos incluyen magistrados para el Tribunal Constitucional Plurinacional, el Tribunal Supremo de Justicia, y otros. Lo que debería ser un proceso democrático y participativo se ha convertido en una charada donde cualquier ciudadano puede sentir la misma perplejidad que siento cada vez que intento entender el último avance de la tecnología.
La participación fue alta, cercana al 70%, pero ¿realmente refleja eso un genuino interés por el sistema judicial? O más bien, ¿es simplemente un reflejo de la obligatoriedad del voto en el país? Recuerdo mi primera vez votando, cuando entré en la cabina y vi una lista de candidatos que parecía el rollo de papel higiénico de un baño público. La confusión fue tal que empecé a pensar: «Si alguna vez clasifican una elección por la cantidad de votos en blanco, yo soy el campeón mundial».
La Campaña de los Desconocidos
Los candidatos de esta elección no tuvieron la oportunidad de hacer campaña electoral. Ni carteles, ni discursos, ni bailes en el parque. La idea detrás de esto era que el foco estuviera en las propuestas académicas de cada uno. Lo que me lleva a preguntarme, ¿qué tipo de propuestas académicas puedes esperar de alguien cuyo principal logro parece ser haber sobrevivido a la burocracia administrativa?
Sin embargo, la realidad fue otra. A pesar de las prohibiciones, ¡sorpresa!, algunos candidatos buguearon el sistema y usaron las redes sociales para promocionarse. Nada como un buen meme para captar la atención del electorado. Mientras tanto, los ciudadanos se preguntaban si realmente estaban eligiendo a alguien o si solamente estaban haciendo un ejercicio de rellenado de boletas.
En la parte más triste de esta historia, muchos de los ciudadanos se sienten desconectados de los procesos judiciales, lo que plantea la pregunta: si no conocen a los candidatos, ¿quién realmente puede confiar en ellos?
Un Voto entre Desconocidos
La tendencia a votar en blanco o nulo fue evidente. Como en las elecciones pasadas, donde los votos nulos y blancos alcanzaron cifras alarmantes, se puede anticipar que esta vez será igual. ¿Cuál es la solución para que la gente se sienta motivada a participar en lo que se considera uno de los pilares de la democracia?
Ah, pero aquí viene el truco: las listas de candidatos eran preparadas por los partidos políticos y muchas veces llegaban filtradas por WhatsApp, como si se tratara de una tendencia viral de TikTok. La duda persiste: ¿estamos eligiendo jueces adecuadamente o simplemente estamos validando una lista impuesta?
La Justicia en la Encrucijada
La obligación de manera obligatoria de los ciudadanos a votar parece más un tipo de «doble extorsión» que un acto de celebración democrática. Esto ha sido señalado por varios expertos, incluyendo al expresidente de Bolivia y ex presidente de la Corte Suprema de Justicia, Eduardo Rodríguez Veltzé. En sus críticas, argumentó que lo que en realidad estamos viendo es un “suprapoder” que interfiere en los procesos judiciales de manera insidiosa.
Luis Arce, actual presidente de Bolivia, también admitió que existen “muchos problemas” en el sistema, palabras que son como música para mis oídos, porque, en toda sinceridad, es muy poco lo que se ha hecho para remediar la situación. Sin embargo, es fácil caer en la trampa de la inactividad, y preguntarse: si no conseguimos resolver estos problemas, ¿qué alternativa nos queda?
La Historia es un Ciclo
Volviendo al pasado reciente, las elecciones judiciales anteriores, en 2011 y 2017, fueron facilitadas por el Movimiento al Socialismo (MAS), el partido que antes dominaba el panorama político. Sin embargo, con su reciente división, los escombros ideológicos han dejado un vacío que otros actores políticos están ansiosos por llenar. ¿Hay alguna forma de que el sistema judicial pueda independizarse y funcionar para el pueblo?
La realidad es que el Poder Judicial ha ido mutando en un grupo corporativo autosuficiente, que se enfoca en sus propios intereses. Armando Ortuño, un analista político, destaca que el fenómeno es sintomático de un desgaste institucional donde lo que se privilegia es el poder y no la justicia. Es fácil caer en un síndrome que todos conocemos, pero que pocos admiten: el ataque de la apatía.
Un Futuro Poco Claro
A la espera de los resultados, surge una pregunta candente: ¿lograrán los nuevos magistrados hacer algo diferente? ¿O se convertirán en parte del mismo engranaje que ya no opera para el bienestar del ciudadano común? La elección fue una mezcla de emoción y frustración, un día donde el electorado estaba atrapado entre el deber y la incertidumbre.
Se especula que el Tribunal Constitucional ha sido un obstáculo más que una solución, y la reciente elección ha quedado marcada por esas decisiones legales que prácticamente han prorrogado a algunos jueces en su cargo. La lucha entre Arce y Morales, aunque lo evitemos, se siente en el aire, como un tango que nunca termina con un buen finale.
Reflexiones Finales
En conclusión, la reciente elección de magistrados en Bolivia puede que haya sido una oportunidad única para reinventar un sistema judicial que ha estado plagado de escándalos e ineficiencias. Sin embargo, la realidad demuestra que el deseo de cambio no siempre se traduce en acciones efectivas. Las elecciones han dejado claro que, aunque puede que haya nuevos rostros, el viejo juego sigue en marcha.
Así que, mientras esperamos los resultados, quizás deberíamos reflexionar sobre nuestra propia relación con el sistema. Después de todo, ¿realmente sabemos lo que estamos haciendo cada vez que marcamos una boleta? La respuesta a esta pregunta podría ser el primer paso hacia una participación significativa y auténtica.
Y al final del día, en un mundo lleno de incertidumbres, lo único que realmente importa es que estamos aquí. Con nuestras voces, nuestras decisiones, y una dosis de humor sobre el absurdo que a veces vivimos. Justo como estar en una sala de espera en una clínica, donde todos esperan algo, pero sin saber realmente qué. ¡Salud por ello!
¿Estás listo para la próxima aventura electoral? ¡Yo sí! Pero mientras tanto, me reclamo a mí mismo el derecho a escoger el café que mejor se adapte a mi sufrimiento… digo, a mi día. ¿Ya lo haces tú también?