¿Alguna vez has estado esperando la llegada de algo que deseas con muchas ganas, solo para que el tiempo siga jugando a esconderse detrás de los días? Eso es exactamente lo que sienten los amantes del arte en España con la espera del Salón de Reinos del Museo del Prado. La historia de este esperado espacio ha sido más larga que muchas novelas de Gabriel García Márquez, llena de giros, sorpresas y, por supuesto, retrasos. Así que, acomódate y acompáñame en este viaje a través del tiempo y el arte, con un toque de humor y una pizca de empatía.

Del ardor por inaugurar al tedio de la espera

Para aquellos que no están al tanto, la travesía de la reforma del Salón de Reinos comenzó hace más de ocho años. Desde su adquisición en 2015, se había previsto que este espacio cerrara sus puertas, al menos temporalmente, y comenzara un proceso de transformación que prometía mucho. Sin embargo, como en la vida misma, los planes han sido más flexibles que el yoga de una persona experimentada.

La idea inicial era tener este nuevo espacio en funcionamiento para el bicentenario del Museo del Prado en 2019. Pero y aquí es donde entramos en la parte interesante —aunque un poco frustrante— de esta historia, el retraso se debió a la aparición de restos arqueológicos durante las obras. Quizás los arqueólogos estaban practicando algún tipo de chiste de mal gusto, porque quien los ha buscado entre las ruinas de la historia no ha encontrado solo restos, sino también plazos que se evaporan más rápido que el tiempo en una buena conversación.

Imagínate esto: tú, emocionado por la apertura de un nuevo piso de un museo, y un día, viene un grupo de arqueólogos y te dice que el lugar está lleno de vestigios del pasado. Así, tu entusiasmo se convierte en una mezcla de curiosidad y desesperación. ¿Qué haría yo en esa situación? Tal vez, habría organizado una fiesta de té con los arqueólogos para discutir sobre los grandes hombres y mujeres que nos precedieron en lugar de dejar que los plazos se estiraran como un gato bajo el sol.

Un desfile de plazos y fechas

Pasemos a las fechas, uno de los guiños trágicos de esta travesía. La apertura estaba prevista para 2021, pero el clima político y los cambios de gobierno dejaron su huella, como las marcas de un artista en sus lienzos. El año 2024 se convirtió en la nueva fecha para la apertura. Sin embargo, al igual que en el chiste del niño que lloró lobo, esa fecha ha ido perdiendo credibilidad conforme avanza el tiempo. 2025 se fue volando como un artista avant-garde y, ahora, nos enfrentamos a un nuevo horizonte: 2027.

La noticia reciente indica que la espera se extenderá hasta el segundo semestre de 2027. Esto significa que, en total, habremos esperado 12 años desde que el Prado se hiciera con el Salón de Reinos hasta su apertura. ¡Un verdadero maratón de paciencia que pondría a prueba a cualquiera!

Lo curioso de todo esto es que, mientras nos enfrentamos a incertidumbres temporales, las cifras de visitantes del museo siguen creciendo. ¿No es irónico? Cada vez más personas quieren visitar el museo, pero menos espacios están disponibles. Es como si quisieras organizar una cena y tuvieses a más invitados que platos en la mesa.

Un tributo al arte y la historia

Dicho esto, lo que está en juego es más que un espacio físico. El Museo del Prado no solo es una joya del arte, sino un lugar donde se entrelazan nuestras historias culturales. Con 9.000 metros cuadrados destinados a nuevas exposiciones en el Salón de Reinos, la pinacoteca busca consolidarse aún más en su papel de líder cultural en Europa y, por qué no, en el mundo.

El director del museo, Miguel Falomir, ha enfatizado la importancia de esta expansión, describiéndola como “el principal objetivo estratégico” para el futuro de la institución. Pero, permíteme ser sincero. Muchos de nosotros deseamos desesperadamente ver que el cierre de estos espacios no se convierta en un rincón para la complacencia política.

Un futuro lleno de promesas artísticas

A pesar de todos estos retrasos, el Museo del Prado no se queda de brazos cruzados. Su agenda de exposiciones temporales está repleta de grandes nombres del arte occidental, y aquellos que amamos la cultura nos sentimos privilegiados. El Greco, por ejemplo, será una de las estrellas que iluminará el museo a partir del 18 de febrero. Imagínate rodeado de obras maestras en un ambiente íntimo donde el arte puede tocarte como un viejo amigo.

Y aunque este pasado verano, un poco de mal humor nos invadió al enterarnos que una pintura de El Greco está bajo el embargo debido a la invasión rusa a Ucrania, la oferta sigue siendo irresistiblemente rica. ¿Quién podría resistirse a explorar el mundo de un arte que ha sobrevivido a guerras, crisis y, por último, al tiempo mismo?

El Prado: más que un museo

A medida que nos adentramos en la próxima década, el Prado debe seguir siendo un faro para la cultura. Para mantenerse relevante en un mundo que cambia a la velocidad del rayo, no solo debe enfocarse en las exposiciones, sino también en cómo conectar y atraer a las nuevas generaciones.

¿Quién puede olvidar lo maravillosa que fue nuestra última visita al museo? La emoción de descubrir una nueva obra, la alegría de hablar con un amigo sobre lo que impresiona y la risa compartida ante una escultura que parece tener más vida que una película de Hollywood. Por eso, entre trabajos y prolongadas reformas, es imperativo que el Prado encuentre maneras de alimentar esa chispa de curiosidad en los jóvenes.

Un llamado a la comunidad

Además, propongo un punto para reflexionar: ¿Qué significa el Museo del Prado para ti? Para algunos, es un lugar de recuerdos, un refugio ante la cotidianidad. Para otros, el Prado es simplemente una colección de cuadros. Pero lo cierto es que este museo es más que una simple edificación. Nos recuerda nuestra propia historia. Es como el viejo pariente que siempre cuenta las mismas historias, pero en el fondo no podríamos imaginar pasar por alto.

La reforma del Salón de Reinos debe servir como un recordatorio de que, aunque la modernidad a menudo nos apresura, el arte requiere su tiempo para florecer. Así que, mientras esperamos, animo a cada amante del arte a redescubrir las obras ya expuestas. Si vamos a hablar sobre el arte, hagámoslo con conocimiento de causa, porque la espera puede ser larga, pero el viaje es lo que realmente importa.

Conclusión: la espera puede ser un arte en sí misma

Así que aquí estamos, en medio de una cadena de retrasos, plazos que vuelan y promesas que apenas llegan a la línea de meta. Con cada año que pasa, la comunidad del arte sigue burlándose del tiempo como un viejo amigo. ¿Es frustrante? Definitivamente. Pero quizás, solo quizás, esta espera es un arte en sí misma. Nos da la oportunidad de repensar cómo valoramos lo que está frente a nosotros y lo que espera detrás de puertas cerradas.

Así que, la próxima vez que te encuentres esperando por algo —ya sea un estreno de película, una reforma en el museo o que la vida dé un giro que esperabas— piensa en el Salón de Reinos y en su viaje. Al final del día, lo que realmente importa es el arte que nos conecta, la historia que compartimos y las historias que aún están por contarse. ¿No crees?