El último clásico entre el Real Madrid y el FC Barcelona, que se celebró en el mítico Santiago Bernabéu, se volvió una vez más escenario no solo de la rivalidad deportiva, sino también de un fenómeno que parece no encontrar su fin: el racismo. Las imágenes de los incidentes racistas, donde se atacó a jugadores como Lamine Yamal y Raphinha, han dado la vuelta al mundo y han levantado un clamor que trasciende las fronteras del deporte. La pregunta que muchos se hacen es: ¿qué estamos dispuestos a hacer como sociedad para erradicar este lamentable fenómeno?

Un clásico manchado por la intolerancia

¿Quién puede olvidar ese momentazo? Un lanzamiento de esquina se convierte en el telón de fondo para la demostración de lo peor del ser humano. Minutos después de que se iniciara el encuentro, el joven Lamine se transformó en el blanco de insultos racistas. Un seguidor del Madrid, sin ningún pudor, le gritó: «Puto mena» al mismo tiempo que le sugería «a vender pañuelos al semáforo». Ese tipo de comportamiento, lejos de ser una rareza, se ha vuelto demasiado común, como si hubiera un guion no escrito que sigue siendo interpretado una y otra vez en cada partido.

Y seguidamente, el destino puso a Raphinha en el centro de la tormenta. Al celebrar su gol en la misma esquina donde se habían proferido los insultos, desató un nuevo ataque verbal de la tribuna. Desde ese rincón de las gradas, se escuchó: “Hijo de puta, que eres un hijo de puta negro de mierda y un puto mena. A vender pañuelos a los semáforos”. Todo esto durante un evento que debería ser una celebración deportiva.

La reacción de los clubes: ¿un cambio real o solo palabras?

La respuesta inmediata del Real Madrid fue de condena. En un comunicado, el club se mostró firme al anunciar que abriría una investigación para identificar a los responsables. “El Real Madrid ha abierto una investigación a fin de localizar e identificar a los autores de estos lamentables y deleznables insultos”, se leía en el documento. Pero, ¿es esta una respuesta suficiente?

Uno no puede evitar pensar, ¿hasta cuándo se repetirán estos comunicados? ¿No sería mejor actuar antes de que sucedan estos incidentes en lugar de simplemente reaccionar a las consecuencias? Es como si, después de un accidente de tráfico, el gobierno se dedicara a poner señales de advertencia en lugar de mejorar las carreteras.

Por su parte, Vinicius Jr., quien ha sido víctima de ataques racistas en múltiples ocasiones, reaccionó nuevamente con apoyo a sus compañeros, expresando su consternación en Twitter. “No hay espacio para estos criminosos en nuestra sociedad”, escribía, reafirmando su compromiso con la lucha contra el racismo. «Lo sé que Madrid y la policía van a hacer las cosas para identificar y punir a los culpables!», decía con una mezcla de esperanza y desasosiego que resuena mucho en estos días.

Otros incidentes en la misma noche

Pero el racismo no solo se limitó al clásico. En el partido entre el Hércules y el Atlético B, Omar Janneh también se enfrentó a la ira de un grupo de aficionados que, tras su gol, lanzaron objetos y gestos racistas hacia él. Algo tan deplorable que solo podemos quedarnos boquiabiertos. La historia se repite en varios estadios de España, como una especie de guion de terror que se representa una y otra vez.

La voz del fútbol: Más allá de las sanciones

La Liga, el departamento de asuntos deportivos españoles, no se quedó atrás. Anunció que denunciaría los insultos racistas a la Sección de Odio de la Brigada de Información de la Policía Nacional. ¡Un pequeño paso adelante, pero un paso al fin y al cabo! “LaLiga denunciará los insultos y gestos racistas recibidos por los jugadores del F. C. Barcelona”, indicaron. Pero, ¿ese tipo de medidas son efectivas?

A esto le llaman esperar para ver. Los que han estado en el terreno de juego saben que las palabras son fáciles, pero las acciones son las que dejan huella. Solo el tiempo dirá si la identificación y posible sanción de los infractores será suficiente para disuadir a quienes se encuentran en las gradas.

La responsabilidad va más allá de las instituciones

A pesar de que los esfuerzos institucionales son el primer paso, el verdadero cambio debe surgir desde la base. Entonces, ¿qué hay de los aficionados? ¿No es responsabilidad de todos los presentes en un estadio? Como dice el dicho, “el silencio también es complicidad”, y cada vez que un hincha decide no confrontar o denunciar a quienes se comportan de manera inaceptable, se convierte en parte del problema.

Como una anécdota personal, recuerdo una vez en un partido local donde un grupo de personas empezó a lanzar insultos homofóbicos. El primer momento se sintió como un haz de luz en un cuarto oscuro cuando decidí alzar la voz y pedirles que se detuvieran. La mirada de sorpresa que recibí fue inolvidable. Pero lo más impactante fue escuchar a otros aficionados unirse en la defensa. En ocasiones, un solo acto de valentía puede desencadenar una reacción en cadena.

La cultura del «Mejor no hables»

Desafortunadamente, el contexto social en España y en muchos otros rincones del mundo ha hecho que esta cultura del «mejor no hables» se vuelva habitual. Las personas prefieren mirar hacia otro lado por miedo a la reacción. Pero, ¿y si alzar la voz puede hacer la diferencia? ¿Qué tipo de legado queremos dejar? Un estadio lleno de luces, emoción y los mejores jugadores del mundo, o uno donde la sombra del racismo siga acechando.

El camino hacia un futuro inclusivo

En medio de esta situación, que a veces puede parecer desesperanzadora, hay un matiz de optimismo. Hombres y mujeres como Vinicius, que se niegan a dejar de luchar por la igualdad, aseguran que no todo está perdido. El hecho de que organizaciones como LaLiga y el CSD tomen cartas en el asunto muestra que, aunque la batalla será larga, algo se está moviendo.

  • La educación es clave: Si los aficionados y las instituciones comienzan a abordar este problema desde el origen, tenemos la oportunidad de criar a una nueva generación que resista las tentaciones del odio.
  • El deporte como unificador: El fútbol, ese querido deporte que trasciende fronteras y conecta a personas de diferentes culturas, puede desempeñar un papel crucial para fomentar la inclusión y la diversidad.

Conclusión: Un llamado a la acción

Así que, en resumidas cuentas, cuando veamos un partido de fútbol la próxima vez, recordemos que no solo somos espectadores, sino actores que pueden influir en la historia. Después de todo, cada uno de nosotros tiene el poder de gritar en la multitud: «Esto no somos nosotros». Armémonos de valor, y ¡despertemos la consciencia colectiva! Al final, un mundo más inclusivo y justo no es solo un ideal. Podría bien convertirse en nuestra realidad si actuamos juntos.

Y la próxima vez que un aficionado se atreva a lanzar un insulto racista, recordemos que tenemos el poder de hacer que su voz se pierda en el eco de nuestro rechazo. Porque en el gran escenario del fútbol, todos queremos ver juego limpio, y ese juego comienza en cada uno de nosotros.