¿Alguna vez te has preguntado qué se siente al retozar en la cancha, apuntando a ese pequeño y escurridizo balón mientras el sudor corre por tu frente? Si la respuesta es no, ¡déjame contarte! A mis 72 años, he aprendido que el deporte es mucho más que un simple pasatiempo; es un camino hacia el bienestar y la felicidad. Sí, lo has leído bien: ¡tengo 72 años! Y aunque muchos pensarían que ya es momento de calzarse las pantuflas y ver la vida pasar, he decidido abrirme a nuevas experiencias. ¿Te atreverías a saber cómo el tenis se convirtió en un aliado insospechado en mi vida?
Un nuevo comienzo en el mundo del tenis
La primera vez que me enfrenté a una cancha de tenis, debo admitir que no sabía qué esperar. Recuerdo con claridad mi primera lección. Era un día soleado, el cielo parecía pintado de azul infinito y el olor a césped recién cortado era simplemente irresistible. Mientras el instructor, un joven enérgico, comenzaba a dar las instrucciones, yo me sentía como un pez fuera del agua. ¿Cómo podía yo, a mi edad, seguir el ritmo de estos jóvenes fit? ¡Qué disparate, pensaba!
Pero aquí está la parte interesante: la aptitud física no es una cuestión de edad, sino de intención, voluntad y, sobre todo, compromiso. A partir de ese día, decidí que el tenis no sería solo otro pasatiempo, sino un punto focal en mi vida.
El tenis como una hoja de ruta hacia la salud
A medida que compartía mis avances con amigos y familiares, la mayoría simplemente sonreía con una mezcla de apoyo y incredulidad. «¿En serio, abuelito? ¡Tú jugando al tenis!», decían con un guiño, como si me estuvieran animando a jugar al bingo en lugar de golpear una bola con una raqueta. Pero yo estaba decidido a demostrar que, a cualquier edad, es posible mantenerse activo y saludable.
Decidí establecer una rutina semanal: jugaba al tenis cuatro veces por semana. Pero no me detuve ahí. Empecé a incorporar ejercicios de fuerza, entrenamiento por intervalos y, ¡sí! yoga. Nunca subestimes el poder de estirarte como un gato a primera hora de la mañana. Mis 20 minutos de estiramiento no solo me preparan para las canchas; me ayudan a enfrentar el día con una sonrisa.
Más que un juego: comunidad y amistad
Una de las cosas que no anticipé fue la comunidad que se formó alrededor del tenis. Al principio, pensaba que solo sería yo y mi raqueta, pero pronto me di cuenta de que hay un mundo entero de jugadores apasionados, jóvenes y mayores, que comparten esa misma intención. En cada sesión de práctica, encontraba risas, amistades, y hasta un sutil sentido de competencia.
Una historia que me gustaría compartir es la de un compañero de equipo que conocí en las clases. Le llamamos «el viejo lobo de mar». Él tiene 80 años, y jugar al tenis lo mantiene joven de espíritu. Un día, después de un intenso partido, decidió compartir su secreto con nosotros: «El tenis no solo me mantiene en forma; también me hace sentir vivo». Las palabras de un sabio, realmente. Me di cuenta, en ese momento, que el deporte no solo sana el cuerpo, sino también el alma.
Rumores sobre la inmortalidad: una broma que se volvió realidad
Ahora, aquí viene la parte divertida. Una vez, al terminar un partido, un grupo de jugadores más jóvenes me miró y comentó: «¡Con tanto ejercicio vas a alcanzar la inmortalidad, abuelo!». En lugar de enojarme, decidí sacarles una sonrisa. Les respondí: «Bueno, solo si tengo una raqueta en la mano, porque trato de ser ‘eternamente joven’ en la cancha». Las risas fueron un recordatorio de que, en el fondo, nos unimos todos, independientemente de la edad.
La importancia de cada movimiento
Si hay algo que he aprendido de mis días en la cancha, es que cada movimiento cuenta. Desde el momento en que agarro la raqueta hasta el instante en que golpeo la pelota, cada acción tiene su significado. Los ejercicios de fuerza se han convertido en un pilar fundamental en mi rutina, ya que no solo mejoran mi juego, sino también mi capacidad para realizar actividades cotidianas. Imagina llevar tus bolsas del supermercado o jugar con tus nietos sin quedarte sin aliento. ¡Ese es el poder del compromiso!
Pero claro, no todo es color de rosa. A veces, las lesiones son parte del juego. Recuerdo que una vez me torcí el tobillo y pensé que ahí terminaba mi aventura en el tenis. Pero, como buen tenista de corazón (o al menos, eso espero), decidí que eso no me detendría. Había comprado una buena cantidad de vendas y ungüentos, y me armé de valor para volver a la cancha tan pronto como me recuperara. La lección aquí: la resiliencia es clave.
Motivación que viene del corazón
Si bien el tenis ha sido excepcional para mí, la verdadera motivación surge de no querer ser solo un espectador de la vida. Hay algo muy poderoso en ver tus propios progresos, en notar cómo tu reflejo se vuelve más fuerte cada día. A veces miro hacia atrás y no puedo evitar sonreír. ¿Quién diría que a los 72 años estaría escribiendo sobre el tenis?
Un futuro brillante en la cancha
Si bien los días de gloria en la cancha pueden estar lejos de ser los mejores, el futuro se ve brillante. Pienso en cómo el tenis puede seguir siendo un compañero constante en mi vida. Con cada año que pasa, cada vez disfruto más de los pequeños momentos: conectar con otros jugadores, compartir historias y, por supuesto, esos gloriosos golpes de derecha.
En cuanto a la competición, me he abierto a la idea de participar en un pequeño torneo local. No porque crea que pueda ganar, sino porque quiero ser testigo de cómo la comunidad se une en torno a este hermoso deporte. Puede que no tenga la agilidad de un joven deportista, pero tengo algo que no pueden comprar: experiencia.
Reflexiones finales sobre el tenis y la vida
Así que, ¿qué aprendí de mi experiencia con el tennis? Aprendí que nunca es tarde para comenzar algo nuevo. Que el ejercicio no es solo un medio para un fin; es una forma de vida, una declaración de intenciones.
Sé que muchos de ustedes quizás se estén preguntando, «¿Qué me impide intentar algo nuevo?” Es posible que veas la vida con un lente que se ha ensuciado con el tiempo. Pero, al igual que yo, ¿no querrías limpiarlo un poco e ir a jugar un set o dos? Recuerda, cada pequeño esfuerzo cuenta. ¡Así que levanta esa raqueta y empieza a jugar!
Con el corazón lleno de pasión y la raqueta lista para golpear, solo me queda una cosa qué decir: ¡nos vemos en la cancha!