La violencia de género es un tema que nos golpea con una dureza a menudo inquietante. Las estadísticas son frías, pero las historias detrás de cada número son cálidas, humanas y desgarradoras. En este contexto, el caso de Amparo Montalvá, quien fue asesinada el 7 de junio de 2022 en Alzira, Valencia, se convierte en un símbolo de la lucha que aún queda por delante en materia de igualdad y protección de las víctimas.

¿Por qué no nos conmueve más?

Debo confesar que, a veces, la naturaleza repetitiva de las noticias sobre violencia de género puede llevarnos a una especie de anestesia emocional. ¿Cuántas veces hemos leído la misma historia? A menudo, términos como “crimen pasional” se convierten en eufemismos que restan gravedad al problema. Pero, ah, aquí está la trampa: cada uno de estos casos representa vidas truncadas, sueños destrozados y familias desgarradas. Amparo no era solo un número; era una mujer que disfrutaba de la vida cuidando sus gallinas y regando sus verduras.

Recuerdo un momento, hace años, cuando escuché una historia similar donde una conocida fue víctima de violencia machista. Años luz de distancia, su risa, su alegría y su lucha se desvanecieron en un instante de rabia. Y es que, la violencia de género no solo afecta a las víctimas, sino también a todas las personas que aman y valoran a estas mujeres.

Un día como cualquier otro

El 7 de junio comenzó como un día cualquiera en la vida de Amparo. Cada mañana, se levantaba con el sol, le daba de comer a sus gallinas y cuidaba de su huerto. Sin embargo, ese día, Eduardo, su pareja y en ese momento su verdugo, decidió que su vida debía terminar. En un momento de tristeza que es difícil de imaginar, Amparo se encontraba en el gallinero, absorbiendo los pequeños placeres de la vida cuando Eduardo irrumpió en su mundo y, de manera aprehensiva, apuñaló a la mujer que, según algunos testimonios, ya había mostrado señales de querer terminar su relación.

La brutalidad del crimen conmocionó no solo a la comunidad de Alzira sino también al país entero. Aunque había habido un contexto de maltrato, ¿cómo puede uno llegar a un extremo tan oscuro? Estas son las preguntas que persiguen a quienes estudian estos casos. Y, aunque no hay respuestas fáciles, lo cierto es que el machismo sigue siendo un lastre en nuestra sociedad.

La caza de Eduardo

Después del asesinato, la huida de Eduardo fue una trágica continuación de esta historia, una especie de juego del gato y el ratón donde, irónicamente, el ratón realizó un movimiento en falso y fue capturado. Los detalles son dramáticos: escondido en Chella durante diez días, Eduardo fue finalmente encontrado cuando intentó solicitar comida en un banco de alimentos. La vida, en su ironía, a veces parece hacer justicia de una manera extraña. ¿Quién pudo imaginar que el hombre que había despojado a una mujer de su vida, terminaría siendo atrapado en el mismo ciclo que tantos enfrentan?

La detención, muchos dirían, fue un alivio. Sin embargo, el horror de lo que había sucedido seguía presentes. El juicio, que se llevaría a cabo en octubre de 2023, no sería solo un tribunal para Eduardo; también sería un escenario donde se reflexionaría sobre la condición de la mujer en nuestra sociedad. Como espectador, es difícil afrontar el hecho de que un juicio no puede devolver la vida a Amparo. ¿Es el sistema judicial el verdadero héroe que necesitamos, o solo un paréntesis que nos permite reflexionar sobre la tragedia?

La demencia estructural de la violencia de género

La violencia machista es una enfermedad que, como muchos dirían, se ha normalizado en nuestra sociedad. ¿Qué es lo que falla? La educación, la cultura del silencio, el machismo enraizado y esas pequeñas chispas de misoginia que aún se escuchan en conversaciones cotidianas. El caso de Amparo es especialmente doloroso porque ella fue la víctima número 22 de violencia de género en 2022, pero su historia no es única. Según las estadísticas, 37 mujeres han sido asesinadas en España en lo que va de 2024 (considerando que aún estamos a mitad de año).

El sistema VioGén, creado para hacer seguimiento a las víctimas, es un paso hacia adelante, pero no es suficiente. Se cuenta con 736 ayuntamientos que trabajan en este proyecto, pero la realidad es que la violencia de género sigue presente en todos los rincones de nuestro país, y el sistema necesita no solo recursos, sino también un cambio cultural.

La importancia de la voz y del silencio

Una de las cosas más difíciles de comprender es la naturaleza del silencio que rodea a las víctimas de violencia de género. En mi vida personal, he conocido historias de mujeres que, a pesar de las señales evidentes de maltrato, siguen optando por el silencio. Es un miedo paralizante, una especie de nihilismo aprehensivo que ahoga cualquier intento de salir a la luz.

Amparo, en su trágica realidad, es un recordatorio de que necesitamos trabajar mucho más en la educación y la sensibilización. Programas de concienciación en colegios y comunidades, charlas sobre igualdad de género y, sobre todo, la creación de un entorno donde las mujeres se sientan protegidas y respaldadas. Porque hay que ser honesto: no todos los hombres son violentos, pero lamentablemente, muchos son cómplices por silencio.

Humor, un refugio entre tantas tragedias

Si bien el tono general de esta narrativa es sombrío, nunca hay que perder de vista la importancia de la risa en nuestras vidas. No estoy sugiriendo que hagamos chistes sobre la violencia de género; eso sería inadmisible. Pero, ¿cuántas veces hemos compartido historias absurdas sobre la vida amorosa de nuestros amigos? En un sentido, el humor también puede ser un refugio para tratar de lidiar con fenómenos tan abrumadores.

Después de todo, es posible encontrar un pequeño espacio donde hablar sobre la sexualidad, la relación entre hombres y mujeres y, sobre todo, derribar creencias dañinas. Algunos pueden decir que el feminismo ha llegado a ser «demasiado serio», pero, dejando a un lado la broma, es crucial que cada uno tengamos un rol activo no solo en nuestras relaciones, sino en cómo impactamos a quienes nos rodean.

Las voces que deben ser escuchadas

El juicio de Eduardo no solo se trata de él; es una oportunidad de permitir que las voces de las víctimas sean escuchadas. Es un momento para recordar que detrás de cada denuncia, cada estadística y cada tragedia, hay individuos con historias, anhelos y sueños arrebatados. Este juicio puede ser el catalizador que impulse una reflexión profunda acerca de qué significa la violencia contra la mujer en nuestra sociedad y cómo podemos ayudar a prevenirla.

Recuerden el número 016, disponible las 24 horas del día, en 52 idiomas, y el correo [email protected]. A veces, recibir ayuda y apoyo puede ser el primer paso hacia una vida nueva. La violencia de género puede parecer un mal que se repite, pero cada historia es única y cada vida es valiosa.

Conclusión: ¿Dónde encontramos esperanza?

El caso de Amparo Montalvá es una dura realidad que enfrentan muchas mujeres en nuestra sociedad. Sin embargo, al unir fuerzas y concienciar sobre estos problemas, hay espacio para la esperanza. Cada voz que se alza, cada historia que se cuenta y cada conversación que se inicia son pasos hacia un futuro más igualitario y libre de violencia para todas las mujeres.

La lucha está lejos de terminar, pero necesitamos reflexionar sobre lo que hemos aprendido, sobre lo que aún no hemos entendido y, lo más importante, sobre cómo podemos proceder juntos hacia un mundo más seguro y justo. Entonces, ¿estás listo para unirte a esta lucha? Porque cada voz cuenta, y juntos, podemos hacer la diferencia.