La noche de los Premios Goya es, sin duda, una de las citas más esperadas del calendario cinematográfico español. Cada año, actores, directores y artistas de todos los rincones del país se visten de gala para celebrar lo mejor del cine nacional. Sin embargo, tras el brillo y el glamour de esta espectacular entrega de premios, hay un mundo fascinante que pocos conocen: la historia de Codina Escultura, la fundición detrás de las estatuillas que destacarán a los talentos más reconocidos de la industria. Pero, ¿quiénes son los artífices de estos galardones? ¿Cómo se crearon las estatuillas y cuánto cuesta dar vida a estas pequeñas obras de arte? Acompáñame en este recorrido.
La historia de una familia dedicada a la fundición
Todo comenzó con un legado familiar que se remonta a varias generaciones. Según cuenta Marisa Codina, actual dueña de Codina Escultura, su familia ha estado inmersa en el mundo de la fundición desde tiempos inmemoriales, tanto que el bisabuelo de Marisa colaboró con el célebre escultor Mariano Benlliure. Imagina eso: una familia que ha visto el desarrollo de España en la época contemporánea, y aún así mantiene viva una tradición artesana. Si eso no es admirable, no sé qué lo será.
Marisa y su hermano, Miguel Ángel, son los actuales guardianes de este legado, y, como ella misma dice, los Goya son como “sus hijos.” Ese sentimiento personal se siente en cada palabra, en cada risa nerviosa que se escapa mientras habla sobre el proceso de creación de estos premios. “En algún momento hay que darles un golpe, sobre todo al inicio, pero luego les coges cariño”, dice Marisa entre risas, algo que todos nosotros podemos entender: quién no ha pasado por esa experiencia al crear algo que realmente importa.
¿Cómo llegan los Goya a Codina Escultura?
De la escultura a la estatuilla
La producción de una estatuilla de los Goya inicia varios meses antes de la célebre gala. Todo empieza en octubre, pero ¿qué pasa durante esos cuatro meses? Bueno, es un proceso que, aunque puede sonar complicado, es absolutamente fascinante.
Primero, se hacen dos moldes de silicona, que se utilizan simultáneamente en el proceso. A partir de estos moldes, se crea una revolución en positivo en cera. Es aquí donde uno podría preguntarse, «¿Revolución en positivo? ¿De qué hablamos?» Todo se trata de darle forma a lo que se convertirá en los Goya, y eso requiere una mezcla de ciencia y arte que es realmente interesante. Para el que no esté familiarizado, la fundición es por sí misma un arte que no todos los artistas dominan.
La magia detrás de la fundición
Una vez que el modelo en cera está listo, se le incorpora una serie de “bebedores”, que son conductos por los que entrará el bronce fundido, que, aviso a los impacientes, se calienta a temperaturas que oscilan entre 1,200 y 1,250 grados. ¡Eso es un calor! Aquí es donde empieza la magia, y aunque pueda sonar sencillo, hay un montón de pasos que requieren un alto nivel de precisión.
El siguiente paso lleva a la cera a un horno donde se derrite, un proceso que podría ser considerado como una especie de metamorfosis. Luego, es momento de dar los toques finales. Esta parte incluye golpetazos para suavizar la superficie y eliminar burbujas de aire que podrían arruinar la estética de la estatua entre otros pequeños defectos. ¡Es todo un arte!
Después de esto, se aplica una pátina, un paso que Marisa lleva a cabo de manera magistral. Ella usa un soplete para calentar la estatua hasta que alcanza la temperatura adecuada y luego aplica ácidos para obtener ese color marrón verdoso que todos conocemos. “Es un marrón verdoso, como un bronce envejecido”, dice Marisa con una sonrisa de satisfacción que se siente contagiosa.
Seguridad ante todo
A medida que se acerca la entrega de premios, la tensión en la fundición aumenta. Marisa confiesa que es en este momento cuando más nerviosa está. “Los tenemos guardados con medidas de seguridad en una caja fuerte, tenemos alarma, seguro…”, cuenta, solo para luego soltar otro de esos comentarios que le añaden un toque de humor sutil a la conversación: “Nunca decimos nuestra dirección. Pero por las noches, cuando llegamos a esta época me entran las angustias, ¡pienso que pueden entrar a robar y ya no hay forma de volver a hacerlo!”
Si nos detenemos a reflexionar por un momento, es posible que todos también hayamos sentido esa rara mezcla de angustia y emoción al prepararnos para un gran evento. ¿No es cierto? Esa sensación de que, por mucho que te prepares, hay algo que podría salir mal en el último minuto. Pero en este caso, lo que está en juego es nada menos que la obra maestra que significará todo un año de trabajo arduo para muchos artistas.
Mirando al futuro: la nueva generación
Marisa y Miguel Ángel no están solos en esta misión familiar. Su hijo, Julio, está destinado a convertirse en la quinta generación de la familia Codina. Es emocionante pensar que, a pesar de los cambios en la industria y las nuevas tecnologías, una tradición familiar tan rica en historia y compromiso seguirá viva. ¡Bravo por el futuro!
Al hablar sobre la evolución de su negocio, Marisa también recuerda momentos significativos. “Me hizo mucha ilusión cuando le dieron el Goya de Honor a Saura. Pero lo que más ilusión me hizo fue ver a Sabina dándole un beso al premio que yo había tratado con tanto cariño”, dice Marisa. ¿Acaso hay algo más conmovedor que ver cómo algo que crea se eleva a la categoría de símbolo emocional para otros?
Un precio que no se revela
A pesar de toda la pasión, el sudor y el amor que se pone en cada Goya, Marisa se niega a revelar cuánto cuesta hacer uno de ellos. “Mucho, cuesta mucho”, responde, riendo de manera traviesa mientras el misterio añade un toque dramático a la historia. Es un poco como cuando sales a cenar y te detienes a pensar: «¿De verdad estoy dispuesto a escuchar el precio de esa botella de vino?» Y, sinceramente, a veces es mejor no saberlo.
La tradición y la modernidad se entrelazan
A medida que la industria del cine cambia, también lo hace la fundición. Las tecnologías modernas han hecho que algunos procesos sean más fáciles y eficientes, pero el arte de la fundición sigue manteniendo un toque completamente artesanal. En un mundo donde las producciones de cine son cada vez más digitales, este tipo de tradición se siente como un soplo de aire fresco—y casi poético.
Cuando piensas en los Goya, piensas en el resultado final: una figura dorada que se entrega a la excelencia en el cine español. Pero detrás de esos minutos de glamour hay semanas y meses de trabajo duro, dedicación y amor por la artesanía. ¿Qué vendrá después para la familia Codina? ¿Podrán navegar los tiempos cambiantes manteniendo la esencia de su legado? Lo único seguro es que su pasión perdurará, y como dicen, «una buena historia jamás se olvida».
Conclusión: celebremos el arte y el esfuerzo
Así que la próxima vez que veas a un famoso subir al escenario a recoger su Goya, recuerda que hay mucho más detrás de lo que parece. La Codina Escultura no es solo una fundición; es un símbolo de un legado familiar que sigue ofreciendo su arte. Y así, entre risas nerviosas y emocionantes recuerdos, se construyen sueños y se celebran éxitos.
Hoy celebramos no solo a los artistas, sino a quienes, en la penumbra del taller, hacen posibles esas estatuillas que brillan tanto en el escenario. Detrás de cada premio, hay horas de trabajo y una historia que merece ser contada. Y si algún día te encuentras con un Goya en tus manos, recuerda: no es solo un premio; es un legado. ¡Hasta la próxima entrega de premios, y que vivan los Goya!