Cuando uno piensa en la gastronomía de Madrid, su mente podría ir a la paella o al bocata de calamares en la Plaza Mayor. Pero hoy, queridos lectores, me quiero enfocar en un par de lugares que representan lo mejor y lo peor del fenómeno foodie en la capital. Hablemos del Mercado de San Miguel, ese que parece tener un imán invisible para turistas y locales, y del Food Hall Canalejas, que a pesar de su glamur, se encuentra en un estado de incertidumbre. Sí, Madrid tiene un nuevo drama que se despliega entre tapas y platos gourmet.
¿Por qué el Mercado de San Miguel es un éxito rotundo?
Permítanme ser honesto desde el inicio. No soy un foodie experto. Mis gustos son bastante simples, pero hay algo en el bullicio del Mercado de San Miguel que simplemente me atrapa. Imagine esto: es un sábado soleado, el aire está impregnado de aromas deliciosos y la gente murmura entre risas mientras hacen malabares con sus platitos. Este lugar, inaugurado en 2009, es un icono de la ciudad, un must-see para cualquier turista con Instagram en la mano.
No hay un plato que no se pueda encontrar aquí. Desde canapés de anchoas que desafían a las normas de la gravedad hasta empanadillas de carrillada que son pura poesía. Mi anécdota favorita es cuando probé un taco de bogavante. Fue un momento iluminador: el marisco fresco, los ingredientes locales. En ese instante pensé: «¡Esto es lo que Madrid debería ser siempre!»
A veces me pregunto, ¿qué tienen los calamares, que todos parecen estar dispuestos a hacer una fila interminable por ellos? No lo sé, pero hay algo especial en la forma en que se fríen, crujientes y dorados. Cuando Víctor y Katia, unos recién llegados al lugar, exclaman: «Está mucho más limpio y ordenado que los mercados de México», no puedo evitar sentir esa pizca de orgullo madrileño.
Un destino turístico irremediable
El Mercado de San Miguel ha aprendido a ser cliente-centrado. Saben atraer a la gente. Mientras millones de turistas deambulan por Madrid, no hay uno solo que no pise alguno de los 20 puestos de este mercado. Claro, también contribuye el hecho de que está a un paso del Museo del Prado y la Plaza Mayor. Es como si hubieran hecho un pacto con el destino turístico: «Tú me visitas, yo te doy tapas».
Satisfacción en cada bocado
Lo interesante es cómo este lugar se las arregla para ofrecer tapas que son a la vez tradicionales y modernas. He presenciado a más de un amigo escaneando el menú como si fuera un juego de realidad aumentada, preguntándose qué ordenarán primero. Y cuando deciden probar baos japoneses de cochinillo segoviano, solo puedo reírme. «¡Qué locura!», pensé, «pero a que suena bien».
¿Y eso, amigos? Eso es lo que hace que este lugar funcione. Es diversión en la gastronomía. La gente no solo va a comer; va a vivir una experiencia.
Canalejas: un sueño que se desinfla
Y ahora, cambiemos de tema. Crucemos la calle y lleguemos al Food Hall Canalejas. Aquí la atmósfera es más bien la de un cóctel en la que los invitados son escasos y los camareros parecen estar de vacaciones permanentes. La noticia de que Mad Gourmets acababa de entrar en concurso de acreedores fue un verdadero golpe para un proyecto que pretendía ser el polo opuesto al bullicio de San Miguel.
La diferencia es notoria. Mientras en el Mercado de San Miguel hay un mar de gente, en Canalejas tengo la sensación de estar en un evento privado… que ha fracasado. Pasillos vacíos, mesas solitarias y un eslogan publicitario que parece gritar «¡Vengan, hay mucho lujo aquí!».
¿Cómo se arregla eso? Según Rogelio Enríquez, presidente de la Academia Madrileña de Gastronomía, se necesita más luz y menos oscuridad. Los lugares «bajo tierra y sin luz no funcionan», sentencia. ¿Acaso el éxito de un establecimiento depende solo de su ubicación? Creo que hay más.
La incoherencia del lujo
El verdadero dilema de Canalejas parece ser que su concepto no conecta con el público de la zona. Miguel Bonet, un experto en restauración, explica que muchos potenciales comensales se han desilusionado con los precios, que son más altos de lo que el barrio puede permitir. Alguien tiene que decirlo: no podemos esperar que cada día la gente saque 70 euros para comer.
En mi experiencia, hay algo profundamente triste en ver un lugar con tantas aspiraciones vaciarse de visitantes. ¿No nos gusta a todos disfrutar de un buen servicio, un ambiente agradable y, sobre todo, buena comida?
Mientras que en San Miguel hay un constante ir y venir, en Canalejas parece que el único elemento que corre es el aire acondicionado. ¿Y quién puede culpar a los comensales por evitar un espacio donde la idea original no se ha alineado con su propia expectativa?
Un mercado escondido, pero no para siempre
Es cierto que el hotel de lujo Four Seasons al lado podría haber atraído a clientes adinerados, pero no es suficiente. Si bien un primer vistazo puede parecer emocionante, la falta de retorno del cliente es la señal de alarma. El desafío es atraer a esas primeras visitas, pero también a las repeticiones. Como un amigo me dijo una vez en tono de broma, «Es como el primer amor. Si no es bueno, no vas a desear repetirlo».
La esperanza está ahí. Hay oportunidades para que Canalejas evolucione, y aunque el futuro parece incierto, el potencial todavía está presente. Hacer algo así como terrazas que salgan a la calle podría ser el primer paso.
La experiencia gastronómica en Madrid: entre lo tradicional y lo moderno
Al final del día, la gastronomía de Madrid es un espejo de su gente. Es una mezcla de tradición y modernidad. Un puente entre lo que es bueno y lo que puede ser emocionante. Las tapas pueden ser tradicionales como el bocata de calamares que trae recuerdos de infancia, o experimentar un estallido de nuevo sabor como los baos de cochinillo.
Lamentablemente, para algunos lugares, adaptarse a la demanda del mercado no siempre es fácil. En el caso del Mercado de San Miguel, el éxito radica en esa evolución. Y aunque Canalejas ofrece un entorno lujoso, la falta de adaptabilidad puede ser su mayor enemigo.
Conclusión: ¿Qué nos enseña Madrid?
Al final del día, un viaje a Madrid no está completo sin explorar estas manifestaciones gastronómicas. Alimentarse en un lugar es más que comida; es una experiencia rica en texturas y sabores, pero también en interacciones humanas. Los mercados son espacios de socialización, donde el bullicio se mezcla con risas, anécdotas y, claro está, un par de brindis.
Así que la próxima vez que te encuentres en Madrid, no dudes en visitar estos lugares. Experimenta lo que el Mercado de San Miguel tiene para ofrecer y, si te atreves, dales una oportunidad a esos espacios que aún buscan su identidad. ¿Y quién sabe? Tal vez algún día el Food Hall Canalejas se convierta en un lugar de encuentro al que todos querrán regresar. ¡A brindar por la gastronomía de Madrid!