Las Danas (Depresión Aislada en Niveles Altos) han dejado una huella devastadora en varias regiones de España. No se trata solo de cifras alarmantes de lluvias y daños materiales, sino de todo un entramado de decisiones políticas, gestión de crisis y una ciudadanía que tiene derecho a saber y ser protegida ante la naturaleza desbocada. En este artículo, haremos un recorrido por la reciente crisis derivada de las DANA y cómo distintas comunidades autónomas, como la Generalitat de Cataluña y la Junta de Andalucía, han reaccionado de manera diferente a estos fenómenos meteorológicos extremos.

¿Puede uno realmente estar preparado para lo que la naturaleza pueda lanzar en nuestra dirección? La verdad es que, para algunos, estas tormentas vienen acompañadas de incertidumbre e inconvenientes, mientras que otros enfrentan daños irreparables. Pero, a medida que profundizamos en la gestión de la crisis en cuestión, pienso en una frase que mi abuela solía decir: “Mejor prevenir que curar”. Lo malo es que, a veces, ni siquiera eso es suficiente.

El impacto de la DANA: más allá de los números

El pasado 29 de octubre, cuando la Comunidad Valenciana fue arrasada por intensas lluvias, no se trató solo de un evento meteorológico. Estamos hablando de más de 200 vidas perdidas y un sinfín de propiedades destruidas. Hablando con algunos vecinos afectados, me enteré de historias desgarradoras de vidas que se desmoronaron en un abrir y cerrar de ojos. Uno de ellos, un dueño de restaurante familiar, tenía planes de expansión, pero el agua se llevó no solo su negocio, sino también sus sueños. En ese momento, la única cosa que pareció importar fueron los esfuerzos de rescate y la ayuda a aquellos que lo habían perdido todo.

Paralización de la movilidad en tiempos de crisis

Las administraciones estatales se enfrentaron a la disyuntiva de cuánto deberían restringir la movilidad de las personas. La idea de un «confinamiento» en medio de una tormenta puede parecer extrema, pero era una de las estrategias sobre la mesa. En el caso de la DANA que impactó Valencia, Compromís y otros partidos señalaron a la administración por no haber actuado de manera más decisiva y temprana. “¡Madre mía, se podría haber evitado!”, escuché decir a más de una persona.

Medidas adoptadas en Andalucía

La Junta de Andalucía fue rápida en su respuesta a la segunda DANA que se avecinaba. Activaron la fase de emergencia de su Plan ante el Riesgo de Inundaciones. ¡Qué alivio!, pensé al escuchar que se estaba trabajando para proteger a la población. La suspensión de clases y el desalojo de zonas de riesgo fueron pasos cruciales. Sin embargo, hay quienes argumentan que estas medidas, aunque necesarias, también generan un impacto económico significativo en una comunidad que, seamos sinceros, ya tiene suficientes problemas económicos.

En la rueda de prensa, el presidente Juanma Moreno mencionó: «Prevenir antes que curar». Esta frase se convirtió en un mantra en las semanas posteriores a la crisis. Pero, ¿realmente estamos hablando de prevención o simplemente de controlar el daño ya hecho? Desde la perspectiva de muchos ciudadanos, estas medidas a veces parecen más “reactivas” que realmente “preventivas”.

Cataluña y su enfoque proactivo

Mientras tanto, en Cataluña, el presidente Salvador Illa también proclamó: «Máxima precaución». Estas palabras resonaron fuerte, especialmente en momentos de pánico. La activación de un plan de emergencias y restricciones a la movilidad son intencciones loables, pero existe una delgada línea entre la protección de la vida y la restricción de nuestras libertades diarias. ¿Cuántos de nosotros recordamos las restricciones de movilidad durante la pandemia? En algunos aspectos, esto se sentía como una repetición de esa historia.

A pesar de los altos niveles de estrés en la población, es vital que se tome en serio la situación y se lleven a cabo las acciones necesarias antes de que sea demasiado tarde. Realmente es un juego de anticipación y gestión que, como se ha demostrado, no es fácil de ejecutar.

Críticas a la gestión de crisis

Al mirar hacia atrás en estos días críticos, un aspecto resaltante es la crítica a la demora en el uso del sistema Es-Alert, que permite a las autoridades enviar mensajes de emergencia a los teléfonos móviles de la población. Pensemos en esto por un momento: si el sistema estaba en marcha, ¿por qué no se utilizó antes? La llegada del mensaje a las 20:10 horas, cuando ya había áreas gravemente afectadas, generó aún más incertidumbre y desconfianza en la gestión de la crisis.

El eterno dilema de si se actuó a tiempo o si se trató simplemente de un “error humano” es el punto de discusión. Un conocido mío, que trabaja en la administración local, me dijo: “A veces, en la emergencia, lo peor que puedes hacer es perder tiempo discutiendo. ¡Decisiones rápidas, por Dios!».

El balance entre protección y economía

Ahora bien, hablemos de algo que a menudo no se menciona en los reportes: el costo económico de estas medidas preventivas. Cerrar escuelas y limitar la movilidad tiene sentido desde la perspectiva de seguridad, pero ¿quién se hace cargo de las familias que dependen de trabajos temporales? ¿Y qué hay de los negocios que se ven obligados a cerrar?

Me acuerdo de una pequeña tienda de ropa que había luchado por dos años para recuperarse de la pandemia, solo para ser golpeada nuevamente por esta crisis. Mientras los líderes políticos discuten sobre la prevención, las familias se preocupan por cómo pagarán sus cuentas. Este es sin duda un dilema complicado.

Mirando hacia el futuro

Los meteorólogos no pueden predecir cada aguacero, pero los gobiernos deben estar preparados para actuar rápida y decisivamente. A medida que el cambio climático continúa haciendo estragos en el planeta, este tipo de fenómenos se volverán más frecuentes. La pregunta ya no es solo sobre si intervención más rápida podría haber evitado más vidas, sino sobre cómo pueden las comunidades adaptarse y adoptar nuevas tecnologías que mejoren las alertas tempranas.

Tomando como ejemplo el sistema de alertas móviles, hay una clara necesidad de que las autoridades revisen y actualicen sus protocolos para que estén en línea con las necesidades de una población que espera respuestas rápidas. La transparencia y la capacidad de respuesta son indispensables.

Conclusiones: una lección que aprender

La próxima vez que una DANA o cualquier otro desastre natural decida hacer una visita inesperada, es crucial que aprendamos de nuestras experiencias pasadas. En última instancia, la protección de la vida debe ser la prioridad, y eso debería reflejarse en políticas claras y estrategias bien pensadas. Pero también es igualmente válido cuestionar y discutir las medidas adoptadas, porque solo así se puede construir una respuesta más eficiente y robusta para desgracias futuras.

Ser un ciudadano informado y, a veces, un poco crítico, debería ser la norma. Al fin y al cabo, quizás la naturaleza esté fuera de control, pero siempre deberíamos tener el control sobre nuestras decisiones y la gestión de los riesgos. ¿No es eso, al final, lo que todos deseamos?